Cada año, unas 150.000 personas suben al Ben Nevis, un volcán extinto en Escocia sobre la montaña más alta de Reino Unido, ubicada a 1.345 metros sobre el nivel del mar.
Muchos toman la llamada ruta de los turistas, un camino rocoso donde el viento sopla con fuerza y por el cual se llega a la cima haciendo zigzags.
Pocos tienen conciencia de que ese recorrido fue establecido inicialmente en 1883 para una expedición científica muy especial. Menos personas aún saben que en la actualidad ese lugar provee a los investigadores británicos con valiosa información sobre el cambio climático.
En la era victoriana, la ciencia era mayormente un pasatiempo al que se dedicaban aficionados entusiastas y autofinanciados que se agrupaban en sociedades científicas. Una de estas era la Sociedad Meteorológica Escocesa, que entre 1855 y 1920 creó y mantuvo una red de estaciones climatológicas.
En esa época, una pregunta clave era cómo las depresiones, tormentas y otros eventos climáticos severos se formaban en la atmósfera.
La Sociedad Meteorológica Escocesa decidió construir una estación climática en la cumbre del Ben Nevis. Para una prueba, un miembro escaló la montaña cada día durante cuatro meses para hacer mediciones en la cima.
El dinero para construir la estación y obtener los instrumentos fue conseguida a través de una recolecta abierta a la cual contribuyó incluso la reina Victoria.
Así comenzó un destacado y estoico experimento científico. Entre 1883 y 1904, un puñado de duros individuos vivieron todo el año en una pequeña cabaña de piedra, alimentándose con comida enlatada y registrando hora a hora cada dato disponible desde la temperatura atmosférica hasta la humedad, pasando por la velocidad del viento y la pluviosidad.
En total recolectaron casi 1,5 millones de observaciones, para ello tuvieron que hacer grandes esfuerzos llegando incluso a arriesgar sus vidas bajo las condiciones más hostiles.
"Muchos de los científicos de su época participaban en la planificación de expediciones pero ellos eran pioneros en la exploración de la atmósfera", señala Ed Hawkins, profesor de Ciencia Climática en la Universidad de Reading.
"Vivían en condiciones climáticas muy duras: los vientos que soplaban a 160 kilómetros por hora no eran infrecuentes, la temperatura podía caer hasta -15 grados y pasaban la mayor parte del año dentro de una nube", agrega.
Las dificultades de vivir en la cima de la montaña se hicieron evidentes pronto durante el invierno de 1883, cuando fuertes tormentas dejaron toda la cumbre cubierta por un manto de 1,5 metros de nieve. Entonces, los tres meteorólogos se encontraron rodeados de tanta nieve que tuvieron que cavar túneles numerosas veces para salir.
"Ellos estaban muy comprometidos en hacer estas mediciones cada hora, trabajando en turnos de cuatro a ocho horas a lo largo del día y de la noche y solamente de forma muy ocasional fueron vencidos por el clima", señala Hawkins.
Pero en lugar de verse frustrados por las condiciones extremas, los investigadores desarrollaron soluciones ingeniosas como construir una torre de madera que les permitiera trepar hasta el techo del observatorio atados a una cuerda para hacer las mediciones en condiciones ambientales adversas.
"El principal peligro que enfrentaban era que estaban muy cerca del borde del precipicio", afirma Marjory Roy, autora del libro The Weathermen of Ben Nevis (Los hombres del clima de Ben Nevis). "La cima es un tramo largo pero solo tiene unos 61 metros de ancho con una abrupta caída en el lado norte de 610 metros", agrega.
"Ellos también solían hacer mediciones en un lugar elevado de la montaña conocido como "la meseta de las tormentas", al cual se accedía a través de un camino bastante angosto. Si no tenías cuidado, podías desaparecer ante el precipicio", dice.
Pero estos investigadores enfrentaban otros riesgos. En un par de oportunidades el observatorio fue golpeado por un rayo. La primera de ellas, descendió por la chimenea causando un fuego en la edificación (que afortunadamente fue extinguido).
En verano y otoño, cuando la vida era un poco menos dura, algunos voluntarios, principalmente estudiantes, acudían al observatorio.
Uno de ellos era Charles Wilson, a quien la experiencia en la cima de la montaña le inspiró para estudiar las nubes y, más adelante, se ganó el premio Nobel de Física por inventar la cámara de niebla, el primer instrumento que permitía detectar la radiación y partículas subatómicas que no pueden ser vistas por el ojo humano.
"Wilson solo estuvo allí durante dos semanas pero en ese tiempo tuvo el más brillante de período de condiciones anticiclónicas y gloriosas vistas. Esas eran las cosas que inspiraban a la gente. Hubo varias personas cuyas experiencias allá arriba las impulsaron a ir a descubrir cosas que luego las hicieron famosas", señala Roy.
Para 1904, la Sociedad Meteorológica Escocesa ya no podía hacer frente a los costos de funcionamiento del observatorio. Fue cerrado y desde entonces la información que recogieron, en su mayoría, ha permanecido oculta es sus polvorientos archivos.
Nueva vida
En la actualidad existen modelos avanzados de pronóstico del tiempo que son capaces de generar imágenes tridimensionales de la atmósfera con el tipo de datos recolectados en Ben Nevis.
Por ello, científicos del clima ahora tienen la esperanza de usar esos modelos para volver a ver las famosas tormentas severas ocurridas hace más de un siglo, como una de 1903 que causó estragos en Irlanda antes de transitar sobre la cima de Ben Nevis al día siguiente.
El primer paso del proyecto, liderado por Hawkins, consiste en comparar los datos históricos de Ben Nevis con las lecturas del clima modernas.
"Vivimos en una parte del mundo en la cual tenemos tormentas y siempre las tendremos. Pero intentamos comprender si estas se están volviendo más o menos frecuentes, si se están haciendo más fuertes, si estamos recibiendo más lluvias gracias a ellas o si están cambiando de dirección", dice Hawkins.
"Retroceder en el tiempo e indagar sobre las tormentas de entonces nos permite compararlas con las de ahora y ver los cambios potenciales que han resultado por el calentamiento de la atmósfera causado por las actividades humanas durante el último siglo", añade.
Pero esos objetivos tropezaron con un pequeño inconveniente. Incorporar los datos originales de Ben Nevis a un modelo de computadora requiere que todas las observaciones sean digitalizadas.
Aunque miles de páginas con esa información fueron publicadas en revistas científicas a inicios del siglo XX y luego han sido escaneadas, mecanografiar nuevamente los 1,5 millones de piezas de información dentro de una base de datos podría llevar años.
Para sortear ese escollo, en el otoño de 2017 miles de voluntarios de toda Europa ayudaron a digitalizar las observaciones durante diez semanas.
Gracias a ello, el equipo de Hawkins ahora puede comparar la humedad en las tormentas actuales con las de finales del siglo XIX.
"Una atmósfera más cálida puede retener mayor humedad, por lo que cuando ahora llueve durante una tormenta esperamos que haya más agua en comparación con una tormenta de la misma severidad pero de hace un siglo. Es una señal de cómo están cambiando las cosas es un mundo más cálido", agrega.
Existen planes para construir un nuevo y moderno observatorio en las ruinas del antiguo, aunque dotado con instrumentos de medición automática más que con seres humanos. "
No hemos tenido observaciones de largo plazo desde allá desde hace bastante tiempo y esto nos daría información inmediata acerca de cómo ha cambiado el clima en la cima de la montaña", afirma Hawkins.
"Creemos que las regiones de gran altitud son de los lugares en los que hemos visto los mayores cambios en la temperatura. Esto podría ser muy revelador", vaticina.