El ejemplar de "Cien años de soledad" que el Nobel colombiano Gabriel García Márquez le dedicó a Mario Vargas Llosa cinco años después de su aparición y cuatro años antes de la famosa pelea que los separó para siempre está en Arequipa, Perú.
No es uno de los 8.000 ejemplares que la Editorial Sudamericana sacó a la venta el 5 de junio de 1967 en Buenos Aires, sino uno de la segunda edición publicada ese mismo mes luego que en dos semanas se agotara la primera.
"Para Mario, de su descuartizado, desmenuzado y desenmascarado hermano", le escribió. Firmó como Gabriel y solo puso debajo el año: 1972.
Esa segunda edición salió con la portada que realmente debió tener la primera, una diseñada por el mexicano Vicente Rojo en que recrea "macondo", un juego de dados que tiene el mismo nombre que García Márquez le puso al pueblo de la célebre novela, pero que es también el de un árbol que aparece en uno de los lados del dado y que da la victoria al jugador.
La novela dedicada no es fácil de identificar: está en medio muchos otros libros con empastes parecidos en una estantería de madera y vidrio en la sala abovedada de la casona colonial que alberga la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, que contiene más de 20.000 libros que ha donado el Nobel peruano de su biblioteca personal que tiene distribuida entre Lima, Madrid y París.
Unos 11.000 están restringidos para el público. Son los ejemplares que Vargas Llosa subrayó, hizo anotaciones y cuyas dedicatorias los hacen únicos.
Los libros van llegando de a pocos. Han sido hasta ahora siete entregas.
La gran mayoría procede de su departamento de Barranco, en Lima, en donde hoy vive su ex esposa Patricia Llosa, "la prima de nariz respingada" a la que tanto alabó en 2010 en su discurso al recibir el Nobel de Literatura en la Academia Sueca, y de la que se separó cinco años después para compartir su vida con Isabel Preysler.
El rol de Patricia
Ese "Cien años de soledad" luce una tapa dura roja y solo se lee el nombre en el lomo escrito con letras doradas. Es uno más entre muchos libros reempastados con esas características. En el interior está la tapa original, aunque recortada por la guillotina del encuadernador que se ha llevado la mitad del nombre de la editorial.
Arriba se distinguen, eso sí y en mayúsculas, los nombres del autor y de la novela en letras rojas, con la peculiaridad de tener una "E" invertida en la palabra "soledad", un detalle que consideró a propósito Vicente Rojo y que muchos de los compradores de la edición atribuyeron a un error tipográfico.
Pero lo más valioso no está en la portada y tampoco en la dedicatoria, sino en las páginas interiores y en la hoja posterior.
Vargas Llosa acostumbra a hacer anotaciones al margen mientras lee un libro. Escribe con lapicero sus críticas y al final da un juicio de valor que va refrendado con una calificación entre cero y 20, al estilo de los colegios peruanos.
Esas anotaciones son las que él no quiere que se conozcan mientras viva.
Por eso Mario Arce, el director de la Biblioteca Regional, me lo mostró siempre en sus manos en cumplimiento del pedido de Vargas Llosa.
La idea de donar sus libros a la ciudad donde nació en 1936 surgió cuando vio la manera como los arequipeños celebraron su elección como Nobel de Literatura. Fue como si hubieran ganado un Mundial de fútbol.
El día de la entrega del premio todas las autoridades se reunieron en la Plaza de Armas, donde la gente se congregaba para escuchar y ver en pantallas gigantes lo que el ilustre arequipeño iba a decir.
Quien contribuyó a que la donación tomara forma muy rápido fue Patricia Llosa. El más famoso escritor peruano de todos los tiempos ingresó con ella el día de la apertura de la casona colonial que el Gobierno Regional compró y restauró para que contenga en exclusiva los libros prometidos.
Con ella y con una secretaria, Arce ha coordinado las entregas de los libros que comenzaron en marzo de 2014.
La pelea entre Vargas Llosa y García Márquez
El año de la dedicatoria escrita en ese ejemplar de "Cien años de soledad", 1972, fue un punto medio entre el inicio de la amistad entre estos escritores y aquel día de su célebre pelea, en 1976, que abrió una zanja entre los dos más notables representantes del llamado boom de la literatura latinoamericana.
Su amistad había comenzado y se fue consolidando por carta -dice Vargas Llosa-, tanto así que cuando años después se vieron por primera vez en el aeropuerto de Caracas, en 1967, consideró que ya eran "casi íntimos amigos".
Vargas Llosa descubrió como escritor a García Márquez en París cuando era conductor de un programa de literatura en la radio y televisión francesa.
Lo primero que tuvo entre sus manos fue "El coronel no tiene quien le escriba" en francés.
No era el primer escritor latinoamericano que descubrió en ese idioma. Según dijo, también lo hizo con el cubano Alejo Carpentier.
¿Cuándo empezó la correspondencia entre ambos escritores?
Ni el propio Vargas Llosa lo recuerda, solo sostiene que no fue en París, sino ya cuando junto a su familia vivía en Londres.
La amistad fue entrañable, la misma dedicatoria de Gabo lo atestigua, y se hizo más intensa cuando eran vecinos en España, pero su ruptura fue aún más fuerte.
El 12 de febrero de 1976, en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, Vargas Llosa respondió al saludo de García Márquez con un puñetazo en el rostro y las palabras: "¡Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!".
Así lo ha registrado Xavi Ayén en su libro "Aquellos años del boom", en el capítulo que tituló "Historia de un fratricidio".
El año pasado, un mes después de las bodas de oro de "Cien años de Soledad", el ensayista Carlos Granés le preguntó a Vargas Llosa en la Complutense de Madrid si después del incidente volvieron a verse.
"No", respondió, el peruano.
Nadie ha analizado mejor que Vargas Llosa la literatura de Gabo hasta su obra cumbre. Fue un trabajo académico para una tesis doctoral que sustentó en 1971, precisamente en la Complutense, por la que consiguió la máxima calificación.
Barral la publicó pero cambiando el título de "García Márquez: lengua y estructura de su obra narrativa" por el de "Historia de un deicidio", que Ayén parafraseó para contar la pelea.
Así como en la biblioteca de Vargas Llosa está "Cien años de soledad" con anotaciones y crítica, en la biblioteca del Nobel de 1982 -el colombiano recibió el premio 28 años antes que el peruano- debe estar "Historia de un deicidio" con una serie de apreciaciones.
Vargas Llosa aseguró en El Escorial que García Márquez leyó ese trabajo en un viaje que hizo a Londres.
"Me dijo que tenía todo el libro lleno de anotaciones, y que me iba a dar el libro en un momento dado. Ese momento nunca llegó y yo nunca vi esas anotaciones, si es que de verdad las llegó a hacer, pero sé que lo leyó", puntualizó.
De ese libro poco se sabe, pero el de "Cien años de soledad" está en la casona de sillar y techos abovedados de Arequipa y junto con los otros miles con anotaciones solo podrán ser leídos después de su muerte por una disposición, hasta ahora innegociable, del propio Vargas Llosa.