No hay duda de que el español es una lengua grande, muy grande, realmente muy grande, grandísima, grandiosa, regrande, requetegrande, supergrande, archigrande, extragrande, hipergrande, megagrande, grande a rabiar, tetragrande, la mar de grande, pentagrande, más que grande, lo siguiente de grande?

Una lengua, en definitiva, superlativa.

Y lo es porque en castellano hay varios modos de expresar la hegemonía, de manifestar una cualidad en su grado más alto. Ya sea para lo bueno como para lo malo.

La forma más común en castellano de formar un superlativo -es decir, de indicar el mayor grado o intensidad de algo- es a través del adverbio "muy". ¿Muy fácil, verdad?

Pero también se puede lograr añadiendo al adjetivo en cuestión la terminación "ísimo", lo que también resulta facilísimo.

Tanto el "muy" como el "ísimo" tienen origen latino. Los antiguos romanos utilizaban la palabra "multu" y la terminación "issimus" para formar en latín los superlativos, es decir, para intensificar el significado de un adjetivo.

Al adjetivo "altus" (alto) bastaba con añadirle al final "issimus" para componer "?altissimus" (el más alto). Y, del mismo modo, "fortis (fuerte) pasaba a ser ?fortissimus (el más fuerte).

"Multu" se empleaba mucho en latín vulgar, en la inmensa mayoría de dialectos de esa lengua que se hablaban en las provincias del Imperio romano. El "issimus" era mucho menos común, pero también se empleaba, aunque tenía un carácter más docto, más erudito.

De hecho, en castellano antiguo -el que se hablaba en la península ibérica entre el siglo IX hasta entrado el siglo XV- apenas se empleaba la terminación "ísimo" y son muy pocos los ejemplos de ese modo de formar el superlativo que nos llegaron. Se consideraba que eso del "ísimo" era demasiado culto, y en la calle casi no se oía.

Forma culta vs popular

"De hecho, el primer escritor de lengua castellana en usar "ísimo" es Gonzalo de Berceo en el siglo XIII", explica a BBC Mundo Blanca Garrido, investigadora de la lengua española en la Universidad Islas Baleares, de España.

Concretamente es en la obra de Berceo "Duelo que hizo la Virgen María el día de la pasión de su hijo Jesucristo" donde aparece el primer superlativo con "ísimo" que se conoce en castellano escrito: "dulçissimo".

Sin embargo, al final de la Edad Media, en el siglo XV, ocurrió algo. El Renacimiento fue extendiendo poco a poco sus tentáculos desde Italia por toda Europa, y con él se empezó a recuperar el interés y la admiración por los textos de los clásicos.

Y como los romanos ilustrados sí que usaban el "issimus", este sufijo empezó a emplearse en la lengua castellana y poco a poco fue ganando posiciones y adeptos.

"Ese movimiento humanista que hubo en el siglo XV volvió a mirar al latín como lengua de prestigio, así que los superlativos construidos a base de añadir el sufijo "ísimo" comenzaron a emplearse cada vez más", afirma Blanca Garrido.

Pero, de todas maneras, esa forma de expresar hegemonía a través del "ísimo" siguió siendo una forma culta y minoritaria frente al mucho más popular y extendido "muy".

"El "muy", "molto" en latín, se extiende más que el "ísimo" con la evolución del idioma desde el latín al castellano", sostiene Blanca Garrido.

¿El motivo? "Probablemente tenga que ver el hecho de que las palabras con "isímo" sean formas sintéticas, es decir, palabras a cuya base se añade un sufijo. Los superlativos con "muy" son en cambio analíticos, es decir, añadiendo delante del adjetivo el adverbio "muy", aventura.

Además, no es solo que se añadiera el "ísimo" a las palabras en castellano: en algunos casos lo que se emplea es directamente la forma latina. Es el caso por ejemplo de antiquísimo, de fortísimo, de sapientísimo, de simplicísimo?

"Es un cultismo aún mayor, porque se trata de superlativos que se toman prestados directamente del latín, tal cual", señala Garrido.

Y si el "ísimo" era y aún hoy es culto, aún lo son más aquellos superlativos que se forman con la terminación "érrimo" y que también proceden directamente del latín. Es el caso por ejemplo de celebérrimo, de paupérrimo, de acérrimo, de libérrimo.

Creaciones personales e ingeniosas

Pero junto a estos superlativos cultos, también han aparecido versiones populares o patrimoniales, como las llaman los lingüistas, creadas añadiendo a la forma española del adjetivo el "ísimo" o el "érrimo". Véase fuertísimo frente a fortísimo, pobrísimo frente a paupérrimo, pulcrísimo frente a pulquérrimo, nigérrimo frente a negrísimo?

"Se trata de versiones fruto de la evolución natural del castellano", puntualiza Blanca Garrido.

Y luego están las creaciones lingüísticas que hacen los propios hablantes, las personalísimas y muchas veces ingeniosas construcciones con las que tratan de mostrar una hegemonía aún mayor que la que se obtiene con el "ísimo" o el "muy".

En España, por ejemplo, está de moda desde hace unos años para enfatizar una superioridad decir frases como "No es listo (guapo, rico, tonto, grande o el adjetivo que sea). Es lo siguiente".

Y en Colombia es frecuente que se recurra a prefijos como tetra (cuatro veces), penta (cinco veces), hexa (seis veces)para agrandar los adjetivos. "Ese es un tetra-güevón", se oye decir.

"Son creaciones lingüísticas que hacen los propios hablantes. Corresponden a la necesidad de crear una versión exagerada, de ir un grado más en el adjetivo", dice Blanca Garrido.

"Y lo bonito de la lengua es que no solo se pueden crear esas construcciones, sino que con el tiempo algunas de ellas se consolidan y pueden quedar fijadas en el castellano. De hecho, "muy" e "ísimo" nacieron así".


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa 2018, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 8 y el 11 de noviembre.

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