Todos sabemos que la lengua es un músculo, pero, al parecer, es mucho más poderoso de lo que pensábamos.
Un nuevo estudio sostiene que además de permitirnos degustar los sabores, la lengua también tiene sensores que nos permiten detectar olores.
Si ahora estás sacando la lengua para tratar de oler algo, no pierdas el tiempo, no funciona así.
Los hallazgos de un grupo de investigadores del Centro Monell del University City Science Center en Filadelfia, Estados Unidos, son un poco más complejos y revelan nuevas conexiones entre nuestros sentidos del gusto y del olfato.
Sus experimentos mostraron que los receptores que captan los olores en la nariz también están presentes en las células del gusto que se encuentran en la lengua.
¿Qué es lo nuevo?
El sentido del gusto funciona como un guardián que evalúa el valor nutricional y el potencial tóxico de lo que nos llevamos a la boca.
El olfato, por su parte, nos da información más detallada sobre esos sabores. Es lo que nos ayuda, por ejemplo, a diferenciar una naranja de una banana.
Al juntar esos dos tipos de información, tenemos una noción completa de lo que comemos.
Hasta ahora, se pensaban que el gusto y el olfato eran dos sentidos independientes que interactuaban solo cuando la información que envían llegaba al cerebro.
El nuevo estudio, sin embargo, sugiere que esa "conversación" entre ambos sentidos en realidad comienza desde la lengua.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores trabajaron con cultivos de células humanas relacionadas con el gusto, para ver cómo reaccionaban ante moléculas de olor.
"Nuestra investigación puede ayudar a explicar cómo las moléculas del olor modulan la percepción del gusto", dijo en un comunicado el biólogo celular Mehmet H. Ozdener, autor principal del estudio.
"La presencia de receptores olfativos y gustativos en una misma célula nos brinda oportunidades interesantes para estudiar las interacciones entre el olor y los estímulos del gusto en la lengua".
¿Por qué es importante?
Ozdener advierte que falta avanzar más para comprender en detalle cómo trabajan estos sentidos, pero asegura que su estudio permite pensar en beneficios prácticos para las personas.
Menciona, por ejemplo, que estas investigaciones podrían servir para desarrollar modificadores de los sabores basados en el olor.
De esa manera se podría combatir el exceso de sal, de azúcar y de grasa presente en algunos alimentos.
Así, se podría ver como una forma de combatir enfermedades como la diabetes y la obesidad.
Charles Spence, investigador del Programa del futuro de la comida de la Universidad de Oxford, citado por el diario británico The Guardian, ve con buenos ojos la investigación, pero dice que es demasiado pronto para afirmar si se podría usar para combatir la obesidad.
Por su parte, el doctor John McLean, experto en anatomía y neurociencias, le dice a BBC Mundo que aunque ve posible que la lengua tenga receptores olfativos, cree que esos receptores olfativos "no contribuyen mucho a la percepción del sabor".