José Gallostra y Coello de Portugal era un personaje singular. Autorizaba visas en México para viajar a España cuando no existían relaciones entre ambos países.
Su vida social era activa y con frecuencia asistía a reuniones exclusivas de empresarios, funcionarios y diplomáticos.
Pero al mismo tiempo recababa información que enviaba a su país, y que servía para presionar a políticos mexicanos en busca de restablecer los vínculos diplomáticos.
Algunos dicen que era un espía del gobierno de Francisco Franco. Otros creen que era solo un personaje avezado y simpático.
Gallostra fue asesinado al mediodía del 20 de febrero de 1950 por un anarquista, Gabriel Salvador Fleitas Rouco, en el centro de la Ciudad de México.
Las razones del homicidio nunca fueron aclaradas, pero el crimen provocó un conflicto diplomático entre ambos países, y en su momento una oleada de xenofobia y críticas contra los exiliados españoles.
El episodio forma parte de una etapa emblemática de la historia mexicana que aún no termina de contarse, según especialistas.
Un período marcado por la Guerra Civil española, el papel de México en la II Guerra Mundial, el surgimiento de dos grandes bloques de países en el mundo y los primeros años de la Guerra Fría.
II Guerra Mundial
Tal escenario influía en la vida interna del país. Por ejemplo, México nunca reconoció al gobierno de Franco, pero en el país existían sectores que simpatizaban con el general español.
Inclusive algunos de ellos, durante la II Guerra Mundial, respaldaron a Alemania, Francia e Italia a pesar de que, oficialmente, México estaba en guerra con el Eje.
En ese período hubo enviados del gobierno del Tercer Reich que realizaron activismo y propaganda desde territorio mexicano contra Estados Unidos y sus aliados. Pero también existió un campo de detención donde se encarceló a simpatizantes nazis.
Por otro lado, México albergó a republicanos y perseguidos por el gobierno de Franco, al que solía cuestionar en foros internacionales.
Al mismo tiempo, el entonces presidente Miguel Alemán Valdés alentó el intercambio comercial con el franquismo.
Eso muestra el pragmatismo del mandatario, dice Carlos Sola Ayape, investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).
En el ensayo "El poder mediático del exilio español en el México de los años cincuenta: en torno al asesinato del representante de Franco, José Gallostra", el académico destaca la paradoja de esos años.
"México persistía en su idea de no querer saber nada de Franco ni de su dictadura, pero sí de tener unas fluidas relaciones comerciales con la España franquista".
Esto se interpretaba como una señal de acercamiento a Madrid, e inclusive en ese 1950, documentan historiadores, el ambiente político parecía acercarse al restablecimiento de vínculos entre ambos países. Pero el asesinato de Gallostra canceló durante décadas esa posibilidad.
Guerra Fría
José Gallostra era un diplomático con experiencia. Antes de ser enviado a México participó en el Consejo de la Sociedad de las Naciones, así como en las representaciones españolas en China, Marruecos, Alemania, Brasil y Paraguay, por ejemplo.
El gobierno de Franco le otorgó la categoría de ministro plenipotenciario de segunda clase, y condecoraciones importantes, como la cruz de caballero de Carlos III.
En 1948 llegó a México como enviado oficioso del gobierno de España, una especie de representante en un país con el que no existían relaciones diplomáticas.
Era un momento importante para Francisco Franco, recuerda el investigador Sola Ayape.
Su gobierno empezaba a ser reconocido como un aliado de Estados Unidos, en el contexto de su enfrentamiento con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Eran los inicios de la Guerra Fría que se prolongó hasta el inicio de los años 90.
Para el gobierno franquista obtener el reconocimiento de México era fundamental, explica Luis Rius Caso, autor de la novela "El espía de Franco escrita alrededor del personaje".
"Había muchos negocios de la comunidad española y las relaciones permitirían una plataforma más amplia para el comercio", dice a BBC Mundo.
"Y en segundo término los vínculos diplomáticos con México permitirían situar a España en un mejor lugar en el mundo, un mejor posicionamiento en la ONU".
Era una de las tareas fundamentales de Gallostra, añade el escritor. Y la posición ambigua del gobierno mexicano parecía un terreno propicio.
"Desde Madrid se entendía el aperturismo comercial como un paso adelante para lograr el fin último, y por más deseado, de una plena normalización diplomática" escribió el investigador Soya Ayape.
"Que México, uno de los hijos predilectos de la 'madre patria', reconociera de manera oficial a la España franquista acabaría siendo, sin duda alguna, uno de los sueños más acariciados por parte de los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores y del propio Franco".
"Se le conocía en todas partes"
Para cumplir su tarea, José Gallostra usó varias estrategias, explica Rius Caso.
El diplomático buscaba acercarse a funcionarios cercanos al presidente Miguel Alemán, e inclusive en uno de sus despachos decía que era "amigo personal del ministro de la Guerra, Comunicaciones, del de Hacienda, del de Economía".
Además era asiduo a reuniones con empresarios y políticos mexicanos, así como las organizadas por la vieja comunidad española.
También presumía buenas relaciones con el exilio republicano. En su ensayo, el investigador Soya muestra la descripción del diario Excélsior sobre el personaje:
"Se le conocía en todas partes, en las grandes recepciones y en las tertulias sociales. Su cordialidad se manifestaba siempre y era amigo personal de un importante número de republicanos españoles radicados en México".
Pero no iba solo a divertirse, explica el escritor Luis Rius. "Espiaba a las personalidades que formaban parte de su mundo cercano que era muy amplio".
"Se enteraba de las debilidades que tenían, información que, en un momento, dado podrían servir para presionar al gobierno y lograr las relaciones entre los dos países".
¿Era de verdad un espía?
¿Realmente José Gallostra fue espía? "No estoy seguro", responde Ricardo Pérez Montfort, académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
"Tenía claras intenciones de impulsar el restablecimiento de las relaciones, sobre todo porque en el gobierno de Alemán hubo cierto coqueteo", explica a BBC Mundo.
Sin embargo, en esa época había mucha influencia de los refugiados españoles y de algunos expresidentes como Lázaro Cárdenas, quien rompió las relaciones con España.
Además "muchos mexicanos veían a Franco como el sobreviviente de los fascistas que fueron derrotados en la II Guerra. No iban a ver con buenos ojos el restablecimiento de relaciones".
En todo caso, el asesinato de Gallostra desató un escándalo. En México varios periódicos de la capital vincularon al exilio republicano con el crimen.
Algunos incluso aseguraron que el responsable del homicidio era parte de un complot comunista y de la URSS.
Para el funeral del diplomático, el gobierno de España organizó un homenaje similar al que se había otorgado a miembros de la realeza o personajes distinguidos del franquismo.
Algo que confirmó la pieza clave que en realidad era José Gallostra, dice el escritor Rius Caso.
El régimen de Franco se quejó por el asesinato, y en diarios españoles se publicaron severas críticas al presidente Miguel Alemán.
No hubo mayores cambios. El crimen congeló definitivamente la expectativa de España de recuperar las relaciones con México.
Los vínculos se mantuvieron oficialmente rotos hasta 1977, dos años después de la muerte de Francisco Franco.