Si te preguntan dónde está tu boca, a menos de que sufras algún trastorno neurológico o de otra índole o tengas menos de un año de edad, no tendrás problema en indicar el sitio con tu mano.
Pero los investigadores Davide Bono y Patrick Haggard del Univesity College de Londres lograron convencer a los sujetos que participaron en su experimento de que su boca estaba en otro sitio.
Los científicos consiguieron influir en su percepción corporal a través de un experimento inspirado en el llamado truco de la mano de goma (un truco psicológico que hace creer al individuo en cuestión que una mano de goma es su propia mano).
Esto, señalan, muestra entre otras cosas lo fácil que es influir en la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo y cómo el conocimiento de donde está nuestra boca es un comportamiento aprendido en base a aciertos y errores, más que un comportamiento innato.
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Como parte del experimento, los investigadores les vendaron los ojos a los ocho participantes. Mientras permanecían con la mandíbula apoyada en una base, uno de los investigadores les dijo que les tomaría la mano derecha para acariciar sus propios dientes.
Pero lo que hizo en realidad fue usar la mano de los participantes para tocar una dentadura falsa colocada 8 centímetros por debajo de la dentadura de los mismos.
Simultáneamente, el investigador les tocaba sus dientes con su propia mano.
Cuando se les pidió luego que señalaran con su mano sus dientes, los participantes señalaron en promedio un lugar a 1,5 cm por debajo de sus dientes, acercándose hacia el sitio donde estaba la dentadura falsa.
Además, todos creyeron que se habían tocado sus propios dientes.
Lo mismo ocurrió cuando hicieron otras pruebas utilizando un modelo dental con los dientes cubiertos en velcro y un efecto similar se repitió con un modelo dental con espacio entre los dientes.
En este último escenario no confundieron la posición, pero sí creyeron que la dentadura, pese a tener espacios interdentales considerables, era la suya.
Ensayo y error
"Basándonos en los resultados que observamos en este estudio, diría que la conciencia sobre el espacio en el que está nuestra boca es fundamentalmente aprendida a partir de la experiencia", le dijo Bono a la revista IFLScience.
"Si tuviéramos tan solo un poco de conocimiento innato sobre dónde debería estar nuestra boca en el espacio, esta información chocaría con la información sensorial recibida durante la ilusión del modelo dental".
Según el estudio, los niños, y quizás los fetos, pueden aprender la posición de su propia boca y cómo llevarse la mano hacia la boca a partir de la experimentación.
Los autores de la investigación creen que el hallazgo podría contribuir en el tratamiento de personas que sufren ciertas enfermedades que interfieren con la habilidad de alimentarse por sí mismos.
La revista IFLScience, por ejemplo, alude al alzhéimer: "Tener más información sobre cómo percibimos la ubicación de nuestra boca puede ayudar a los científicos a desarrollar nuevos tratamientos y mejorar la calidad de vida de los pacientes".