En las aguas de las islas Orcadas, al norte de Escocia, hace un siglo, 52 buques de guerra alemanes se hundieron en un solo día. Pero esta enorme pérdida naval no fue infligida por fuerzas enemigas.

El hundimiento de la flota alemana en el mar de Scapa Flow fue un acto deliberado de sabotaje ordenado por un comandante alemán que se negó a permitir que sus barcos se convirtieran en botín de guerra.

Fue la mayor pérdida de buques de guerra en la historia y los nueve marinos alemanes que perdieron la vida ese día fueron los últimos en morir durante la Primera Guerra Mundial. El tratado de paz que acabó con el conflicto fue firmado apenas una semana después.

Después de que los combates en la Gran Guerra terminaran en noviembre de 1918, se ordenó a toda la flota alemana que se congregara en el estuario de Forth, cerca de Edimburgo (Escocia), para ser "internada" por las fuerzas aliadas.

Nueve acorazados alemanes, cinco cruceros de batalla, siete cruceros ligeros y 49 destructores -los barcos más modernos de la flota alemana de alta mar- fueron entregados a las fuerzas victoriosas en el este de Escocia.

En una semana, los 70 barcos alemanes fueron escoltados a las aguas protegidas de Scapa Flow, frente a las islas Orcadas, donde se quedaron con sus marineros a bordo junto a otros cuatro barcos, mientras se resolvían los detalles de la paz.

Conversaciones fallidas

La decisión sobre el destino final de las naves debía tomarse en Versalles, Francia.

Reino Unido y Estados Unidos querían que fueran destruidos. Los franceses y los italianos pensaban que era mejor repartirlos entre los aliados.

"Los barcos en realidad no se habían rendido y es por eso que no había tropas británicas a bordo para evitar que se hundieran", le dice Tom Muir, del Museo de Orcadas, a BBC Radio Scotland.

"Eran propiedad del gobierno alemán y se mantuvieron así durante todo el tiempo que estuvieron aquí", añade.

El comandante alemán, el almirante Ludwig von Reuter, no estaba siendo informado de lo que sucedía afuera de sus barcos.

Según Muir, tenía que depender de los informes de los comandantes británicos y de copias del periódico Times.

El objetivo era que las conversaciones de paz acabaran el 21 de junio, pero se amplió el plazo, por lo que von Reuter sabía que habían fallado y esperaba que sus barcos fueran abordados y secuestrados por la Marina Real Británica.

El almirante alemán se sentía obligado a impedir que eso sucediera.

"Párrafo 11: confirmar"

"Von Reuter ya había enviado cartas a los comandantes de los barcos diciéndoles que planeaba que la flota se hundiera", cuenta Muir.

La mañana del 21 de junio de 1919, la flota británica aprovechó el buen clima para realizar ejercicios fuera del puerto.

A las 10:30 de la mañana, el buque insignia de von Reuter, Emden, envió el mensaje aparentemente inocuo "Párrafo 11: confirmar", usando semáforos y reflectores.

Era un código que ordenaba a sus hombres que destruyeran sus propios barcos.

Debajo de las cubiertas, los marineros alemanes comenzaron a abrir las válvulas que permitían la entrada de agua.

"Todos se inundaron deliberadamente de un lado primero, para que los barcos se voltearan, porque los alemanes creían que así sería más difícil rescatarlos", explica Muir.

Al principio no estaba claro qué sucedía. Un par de horas después, se hizo evidente que los alemanes habían sumergido deliberadamente sus barcos.

Los marinos alemanes tomaron pequeños botes para escapar, mientras unos pocos marinos británicos a bordo de las naves de la Marina Real trataban de decidir qué hacer.

Testigos escolares

Los únicos testigos civiles fueron unos escolares de Stromness, un pueblo de Orcadas que estaban en un viaje para ver a la flota alemana.

Uno de las escolares, Leslie Thorpe, de 12 años, escribió que un barco alemán lleno de soldados que huían no tenía bandera blanca y los británicos dispararon con una ametralladora.

"Lo único que no se debe olvidar es que hubo hombres que murieron ese día", dice Muir.

"Vemos las imágenes y son todas de enormes piezas de metal hundiéndose y uno se olvida el costo en términos humanos", agrega.

"A los británicos se les ordenó abrir fuego contra marineros alemanes indefensos. No tenían armas, no se les permitía tener", cuenta.

Se cree que nueve alemanes murieron como resultado de las acciones de ese día.

"Mancha de rendición"

A las 17:00, la mayor parte de la flota alemana de alta mar había desaparecido en las aguas de Scapa Flow.

El Hindenburg, el mayor crucero de batalla alemán, fue el último en sumergirse.

Durante los años 20 y 30, muchos de los 52 barcos fueron rescatados por contratistas comerciales y se destruyeron.

Los siete barcos hundidos que quedan se clasifican ahora como monumentos o sitios arqueológicos de importancia nacional que reciben protección contra cambios no autorizados.

A principios de esta semana, se supo que cuatro de los barcos, que ahora son propiedad de un contratista de buceo retirado, se venden en eBay.

"El hundimiento de la flota alemana los libró de ser moneda de cambio en las negociaciones de paz, pero los británicos lo vieron como un acto hostil", comenta Muir.

"En Alemania fue visto como una forma de recuperar algo de honor. La marina no había dejado que los barcos cayeran en manos del enemigo", sostiene.

Un militar alemán de alto rango declaró en ese momento que este acto había borrado la "mancha de la rendición" de la flota alemana.

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