Bienvenido a Viena, 22 de diciembre de 1808. Estamos en el Theater an der Wien; la sala de conciertos está helada y ya llevas dos horas en una función que durará cuatro, escuchando música que la orquesta no está interpretando bien.

Los músicos se preparan para ejecutar una pieza nueva que sólo han ensayado una vez bajo la batuta de un compositor que no les simpatiza mucho.

Pero lo que el público está a punto de escuchar va a cambiar la manera en la que se piensa en la música para siempre.

¡SOL SOL SOL MIIII!

O, en otras palabras, ¡TA TA TA TAAAA!

4 notas, que son como una bofetada en la cara, seguidas por otro ta ta ta Taaaa igual de poderoso.

Tras ese golpe inicial, continúa un asalto total, martillando esas cuatro notas sin tregua.

Y cuando llega lo que se parece a una melodía (el segundo movimiento), comenzando con los violines, vuelven a entrar inmediatamente, deslizándose en el fondo.

De hecho, toda la Sinfonía No. 5 en Do menor de Ludwig van Beethoven, op. 67, está infectada con esas cuatro notas, que regresan de una forma u otra en los otros movimientos.

El concierto de esa noche en Viena no fue, según se reportó, muy bueno, y un periódico escribió que "la ejecución podría considerarse carente en todos los aspectos".

Quizás había que darle tiempo. Después de todo, la música del compositor alemán "era muy escandalosa, hizo cosas que nadie más se había atrevido a hacer antes", le dijo a Rachel Parris de BBC Radio 3 la trompista de la Filarmónica de Berlín y presentadora de programas de música clásica Sarah Willis.

Pero si en la noche de su estreno no tuvo mucho impacto, lo ha compensado con creces desde entonces: el inicio de la 5ª Sinfonía es el fragmento sinfónico más conocido del mundo y esas primeras cuatro notas han desafiado a los músicos, inspirado a los artistas y hasta logrado que los críticos cambiaran de opinión.

Dos años más tarde, el crítico (y otras cosas) alemán E. T. A. Hoffmann elogió a Beethoven diciendo que era una pieza que "abre el reino de lo colosal e inconmensurable... evoca terror, espanto, horror y dolor, y despierta ese anhelo interminable que es la esencia del romanticismo".

¡Escuchen!

"Generalmente las sinfonías empiezan con una sección lenta, un adagio agradable, que se mueve en una sección más rápida en el primer movimiento, pero Beethoven no se puso en esas sino que nos dijo exactamente lo que tenía que decirnos: ¡ta ta ta Taaa!"

¿Será que el secreto de su encanto radica en que realmente está tratando de decir algo?

"No soy músico, así que lo interpreto de una manera diferente", adivirtió el director de cine Ken Loach, para quien esa apertura "es como un desafío o advertencia y hay una sensación de que esto es serio, es una amenaza existencial o peligro o interrogante o contradicción y el resultado no está asegurado".

Es dramática, y el mejor drama te atrae porque estás desesperado por descubrir cómo termina.

¡Revolución!

Beethoven ciertamente vivió en tiempos dramáticos y el prominente director de orquesta John Eliot Gardiner dice que no sólo puedes escuchar el frenesí de la época en su música, sino además las ideas del compositor.

"Creo que realmente estaba tratando de transmitir sus creencias políticas profundamente arraigadas.

"Sus opiniones cambiaban pero el momento particular en que escribió la Sinfonía, a principios de 1800, estaba completamente bajo el hechizo de la Revolución Francesa e incluso contempló mudarse de Bonn y Viena a París".

Beethoven era un gran creyente en los ideales de la Revolución Francesa, la libertad, la igualdad y la fraternidad. En 1804 le dedicó su 3ª Sinfonía a Napoleón, pero retiró esa dedicación después de que Napoleón se declarara emperador de Francia, pues no era acorde con sus ideales.

Hay una teoría, que John Elliott Gardiner respalda, de que se pueden escuchar pistas de las intenciones revolucionarias de la 5ª sinfonía desde el principio.

"No hay duda en mi mente de que en la 5ª Sinfonía Beethoven está citando directamente el 'Hymne du Panthéon' de Luigi Cherubini, a quien Beethoven admiraba mucho.

"'Nous jurons tour, le fer en main, de mourir pour la Republique, et pours les droits du genre humain'; 'Juramos, espada en mano, morir por la República y por los derechos del hombre'.

"¡Imagínate el revuelo que habría provocado en Viena si hubiera sido decodificado!"

¡Lucha!

No todo el mundo concuerda con la interpretación de John Elliot Gardiner, pero es difícil descartar la idea de que Beethoven tenía su mente en algo más que la música cuando compuso esta sinfonía... es grande, es audaz y esa es una de las razones por las que se queda con uno, y podría ser una pista de por qué entró en nuestra psique.

"Coincide con nuestra experiencia", señala Ken Loach.

"Todo el mundo experimenta una lucha y particularmente cuanto más abajo en la escala social estés. Está implícita en nuestra vida y si te involucras en un esfuerzo por el cambio social y político ¡dios! te golpea como una ola... como las olas en el primer movimiento y te tiran abajo una y otra vez.

"Es por eso que esta música es tan poderosa".

No hay mucha evidencia de que Beethoven estuviera involucrado en luchas políticas, no impulsó activamente una agenda, pero partes de la sinfonía, como el cierre del primer movimiento, son una expresión musical de momentos de oscuridad y duda.

Silencio

El principio básico de cualquier intérprete de esta pieza es pararte en seco, hacerte escuchar, pensar, relacionarlo con las dificultades que enfrentas personalmente o en el mundo que te rodea.

Y hay un problema, por encima de todos los demás, que estaba en la mente del compositor mientras escribía esta obra.

Si prestas atención puedes escucharlo.

Paseando un día con su amigo y compositor Ferdinand Ries, Ries señaló a un pastor tocando su flauta. Lo único que Beethoven pudo escuchar fue silencio.

Fue el momento que temía. Se había definido como compositor, había labrado una carrera en la música y ahora se estaba quedando sordo.

"Como músico, la audición es vital", le dijo a BBC Radio 3 la contrabajista Chi-chi Nwanoku.

"Oír es automático, pero escuchar requiere de una habilidad especial y es una de las principales que se nos enseñan cuando aprendemos música. Para Ludwig estar perdiendo ese elemento importante de sus sentidos a los veintitantos tuvo que haber sido la forma más cruel de tortura".

Gritos

Desde que tenía memoria, Beethoven había estado tocando música y se podría pensar que para hacerlo uno tiene que ser capaz de escucharla. Sin ese sentido, estaba en peligro de perder su identidad.

¿Será que el secreto está en que podemos escuchar el dolor y la frustración de Beethoven, que está gritando por medio de la música, como un cantante de heavy metal o una estrella de rock?

"Yo me imagino a Beethoven más como alguien que llega en una moto que como alguien con sombrero de copa caminando tranquilamente por la calle. Para mí, Beethoven realmente era una estrella de rock", opina Sarah Willis.

"Sólo tienes que escuchar el comienzo de la 5ª Sinfonía y preguntarte si es el primer riff de rock escrito jamás. Los riffs de rock usualmente son 4 notas que se repiten a lo largo de las canciones".

Obviamente, Beethoven no pretendía que fuera un riff de rock, pero sabía que estaba escribiendo una frase pegadiza y, aunque puede sonar un poco simplista, la capacidad de cualquier músico en cualquier área para crear un éxito siempre va a ser central para alcanzar la gloria.

Y, como tantos clásicos de la música popular, se han hecho muchas versiones de la 5ª Sinfonía, desde la disco-funk de Walter Murphy de 1976 ("A Fifth of Beethoven"), el mashup electro-clásico de DJ de Mars y el mashup acústico de la Quinta con salsa, por mencionar apenas algunas.

Si estamos en busca de pistas sobre por qué esta pieza musical sigue tan vigente, vale la pena escuchar a quienes la tocan.

Sol sol sol miii

¿Será que el secreto está en la interpretación?

Ese ritmo de apertura es más complejo de lo que piensas; en realidad, no es ¡ta ta ta Taaa! sino ¡[*]-ta-ta-ta Taaa! donde el tiempo principal (acentuado) está en negrita y el asterisco es un descanso (o, para los músicos en la orquesta, un "respiro" rápido). Eso hace que sea una pieza notoriamente difícil para conductores inexpertos.

"Muchos directores me han dicho que el comienzo de la 5ª Sinfonía de Beethoven es una de las cosas más difíciles de dirigir", dice Sarah Willis.

"Todo el mundo sabe que tienen que empezar juntos, la orquesta debe tocar unida, con esa pasión, ese impulso en él no puede simplemente ser ta ta ta ta porque eso no es lo que Beethoven quería, sino ¡ta ta ta Taaa!".

Willis, quien debe esperar a que le llegue el turno a la sección de trompas para tocar esas cuatro notas, cuenta que, sentada en la orquesta, "siempre es un momento angustioso: el director da algún tipo de downbeat y las cuerdas tienen que tocar ese ta ta ta Taaa, y me aterroriza que alguien comience demasiado pronto o tarde y arruine ese maravilloso efecto al unísono.

"Pero también siempre me asombra cómo lo logran".

Y no es cuestión sólo de tocar, se trata de interpretar.

"¿Cómo superamos la familiaridad de la música?", pregunta John Elliott Gardiner. "Los músicos somos capaces de dar vida en el instante, en un marco de tiempo específico, en un nuevo contexto a la música que parece muerta en la página, para que se convierta en un tejido vivo.

"Para mí, esta música de Beethoven es tan urgente ahora como lo ha sido siempre".

"Las notas están escritas pero evidentemente no es simplemente una pieza musical que tomas y tocas", según el director James Judd. "Es algo que se registró en un pedazo de papel, pues tenía que hacerse de alguna manera, pero realmente vive en la mente del compositor y tiene que estar vivo en la del intérprete".

Esta música parece inspirar solamente pensamientos muy profundos, y exige un gran compromiso de los músicos, del creador y de la persona en la frente de la orquesta.

"Es muy difícil e increíblemente gratificante de tocar, si tú y tus colegas están 100% comprometido con ella", apunta el compositor Lloyd Coleman. "Exige una atención hipersensible, hipermotivada e hiperconsciente del ejecutante y del oyente".

La 5ª Sinfonía no es música de ascensor, es música de sentarse derecho y prestar atención; de dejar lo que estás haciendo inmediatamente entregarte.

Cuatro notas que, desde el principio, te agarran, te sacuden y te lanzan en un viaje de descubrimiento.

Y es por eso que es tan importante para tocarlas bien, una gran manzana de discordia en el mundo de la dirección de orquesta... ¿debe ser ta-ta-ta-Taaa-ta-ta-ta-Taa o ta-ta-ta-Taaa ( ) ta-ta-ta-Taa?

Sombra

"Mis oídos siguen timbrando y siseando día y noche. Vivo una vida miserable; durante dos años he evitado casi toda la compañía ya que es imposible para mí decirle a la gente que soy sordo", escribió Beethoven.

Cuando empezó a componer su 5ª Sinfonía, ya no había dudas respecto a su sordera.

En 1802 se retiró a un pequeño pueblo a las afueras de Viena llamado Heiligenstadt. Tras meses de angustia suicida, era hora de poner sus frustraciones en la página... un hombre desesperado en el momento más desesperado de su vida.

"Habría terminado con mi vida. Sólo mi arte me detuvo; me parecía imposible dejar el mundo antes de producir todo lo que sentía que estaba dentro de mí".

Este podría haber sido el final para Beethoven. El destino le había asestado un duro golpe y quién puede discutir con el destino.

El asistente y primer biógrafo de Beethoven, Anton Schindler, afirmó que las primeras cuatro notas representaban "el destino llamando a la puerta". Pero Carl Czerny, alumno y amigo de Beethoven, aseguró provenía de un pájaro cantor, el martillo amarillo, al que escuchó mientras caminaba por un parque, así que quién sabe.

Lo cierto es que hay una fatalidad y una melancolía al principio de la obra que quizás refleja la frustración de Beethoven al tener que aceptar su nueva realidad.

Las famosas cuatro notas resuenan en los movimientos que siguen y no hay momento más conmovedor que el final del tercer movimiento, cuando la oscuridad se ha instalado y toda esperanza parece perdida.

Luz

El testamento de Heiligenstadt, aquel documento que Beethoven escribió en su momento de desesperación, podría leerse como una nota de suicidio, pero no lo es pues al final decidió que no iba a dejar que su discapacidad se apoderara de él.

Él era Ludwig Van Beethoven, era un compositor por encima de todo y, por lo tanto, compondría... y triunfaría.

En la Sinfonía, después de esa transición sombría, llega el centellante final que acelera el pulso, produce escalofríos y hace que se te hinche el pecho con la enormidad del sentimiento que te invade.

"Ese momento absolutamente impresionante al comienzo del 4° movimiento, cuando de repente la luz está allí... ¡cómo no sentirse fortalecido, empoderado!", exclama Ken Loach.

"De repente puedes ver el camino a seguir... si estás en un lugar oscuro ¡uff, cuánto ayuda!", dice

¿Será que ese es el secreto? ¿Que resuena con nuestra historia individual?

Al entreverar sus propias luchas internas en la música, Beethoven creó algo que se siente universal. Durante 250 años, ha estado allí para que nos levantarnos el ánimo cuando está bajo, inspirarnos y darnos esperanzas.

"Esta, de alguna manera, es la clave del misterio de un gran artista: que por razones desconocidas para él o para cualquier otra persona, regala su vida y sus energías sólo para asegurarse de que una nota sigue a otra inevitablemente, pero al hacerlo nos hace sentir al final que algo cuadra, algo que sigue sus propias leyes consistentemente, algo en lo que podemos confiar, que nunca nos defraudará", dijo el legendario director de orquesta Leonard Bernstein.

* Este artículo es una adaptación del documental "Da da da DAAAAA!" de BBC Radio 3.

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