"¿Y si mi cuerpo pudiera contar su historia? ¿Qué diría?", se pregunta la escritora irlandensa Emilie Pine en su libro "Todo lo que no puedo decir".

"A veces cuesta mirarse al espejo. A veces nos cuesta años -en mi caso, décadas- mirarnos por entero. A veces lo más valiente es mirarnos sin espejos. Ese tipo de desnudez exige trabajo. Desnudarse, al fin y al cabo, no solo trata de nuestro aspecto exterior, sino que incluye admitir qué sentimos acerca de ese aspecto externo".

Y desnudarse es lo que hace precisamente Pine en "Todo lo que no puedo decir", una colección de seis ensayos autobiográficos sobre las mujeres y sus cuerpos.

En él habla con total franqueza sobre el alcoholismo de su padre, de cómo en su adolescencia abusó del alcohol y las drogas, de las dos violaciones de las que fue víctima de joven, del aborto que sufrió y de sus problemas de infertilidad.

Habla, en definitiva, del dolor que muchas mujeres callan porque la sociedad dicta que es mejor callárselo. El dolor físico y el dolor emocional de sentir que no eres lo suficientemente buena, que tu cuerpo no es lo suficientemente bueno.

Pero más allá del dolor, Pine narra el camino de aceptación de su propio cuerpo, con sus cicatrices e imperfecciones.

Con motivo de su participación en la edición digital del Hay Festival Colombia, Emilie Pine, quien también da clases de Teatro Moderno en la Universidad de Dublín, habló con BBC Mundo sobre cómo lo que comenzó como una historia personal se convirtió en una historia compartida, en un fenómeno que raya en lo político y se rebela contra ese silencio impuesto a las mujeres sobre sus propios cuerpos.


En tu libro nos presentas una colección de ensayos autobiográficos en los que abordas situaciones extremadamente difíciles y personales... ¿hay alguno que te haya costado más escribir?

Por diferentes razones diría que fue el ensayo sobre mi adolescencia, en parte por el contenido, pero también porque hablo de cosas que ocurrieron hace 30 años. Fue como volver atrás en el tiempo y pensar en cosas sobre las que no había pensado en mucho tiempo.

"Todo lo que no puedo decir" es un libro totalmente íntimo, pero de algún modo se siente también como algo político. ¿Lo escribiste porque necesitabas decirte a ti algunas cosas? ¿O para romper el silencio por y para otras mujeres?

Creo que por ambas cosas.

Los títulos, tanto en inglés como en castellano, reflejan ambas ideas: en inglés es "Notes to self" (Notas para mí), es decir, algo para mí, y en español es "Todo lo que no puedo decir".

Creo que es algo interno y externo. Hay cosas que internamente creemos que no podemos hablar porque es emocionalmente muy difícil, o porque nos avergüenza o nos da miedo, y luego hay cosas de las que creemos que no debemos hablar porque la sociedad o la cultura nos dicen a las mujeres que no hablemos de nuestros cuerpos, que permanezcamos en nuestro lugar, que nos quedemos calladas.

Creo que cuando decides contar tu historia rompes los dos tipos de silencio, y los dos tipos de "reglas".

Empecé a escribir el libro por razones privadas, en realidad nunca tuve la intención de enseñárselo a nadie.

Escribí el primer ensayo, que es sobre el alcoholismo de mi padre, cuando él aún estaba en el hospital, y para mí fue una forma de procesar el dolor. Fue cuando lo terminé que pensé: "ok, vivo en un país donde hay mucho alcoholismo, quizá esta no es solo mi historia, quizá esta es también la historia de otras personas", así que se convirtió en algo político.

Y también en los últimos años hemos visto a muchas mujeres contando su historia, y un cambio en la sociedad como resultado.

En Irlanda, el año en que se publicó el libro hubo un referendo para legalizar el aborto, y muchas mujeres contaron su historia como una manera de cambiar la sociedad, y fue extraordinario ver todo este movimiento: unas personas hablando y otras escuchando porque no tiene sentido contar tu historia si nadie está escuchando.

Ese primer ensayo comienza contigo y tu hermana viajando a Grecia, donde tu padre estaba muy grave en un hospital como consecuencia de su adicción. Y hablas del daño que te causaba el tener que cuidar de tu padre alcohólico. ¿Fue difícil para ti reconocerte también como una víctima de su alcoholismo?

Sí, lo fue, y de hecho es una batalla en desarrollo. Creo que cualquiera que quiera o haya querido a alguien con una adicción se reconocerá en ella. Es una lucha constante sobre quién está primero: ¿tienes que cuidarte a ti primero? ¿o tienes que cuidar a esta persona primero?

Hay muchas emociones para mí reconocerme a mí y a mi hermana como personas que también habían sufrido su alcoholismo nos enfadó mucho.

Y era algo que él nunca había concedido. Fue solo leyendo el ensayo que mi padre reconoció lo que había hecho.

¿Cómo influyó el alcoholismo de tu padre en tu vida?

Influyó mucho. Cuando yo era adolescente me emborrachaba y consumía drogas, y creo que eso estaba influenciado por su comportamiento, y ahora casi no bebo nada.

Creo que en mayor o menor medida es algo que le pasa a todo el mundo: cuando creces miras a tus padres tratando de adivinar si quieres ser como ellos o distinguirte de ellos.

Pero en este punto quiero decir que realmente quiero a mi padre, lo admiro en muchos sentidos, tiene una gran personalidad.

Ya que hablas de tu adolescencia, en el ensayo en que relatas esos años "salvajes", tú misma confiesas que en algún momento castigabas a tu propio cuerpo, dejando de comer, de dormir, el abuso de alcohol y drogas? ¿Qué le dirías a esa adolescente?

Ojalá pudiera decirle "vas a estar bien". Mi vida ahora es el final feliz para esa adolescente.

Creo que algunos de esos problemas se debieron a no tener un lenguaje para hablar de la soledad, de la autoestima, de la confianza, del daño a uno mismo. Creo que todo esto se trata de compasión, de autocompasión.

Si pudiera enseñarle algo a mi yo adolescente sería eso. Porque estoy tratando de enseñárselo a mi yo adulta.

¿Qué respuesta has tenido a ese ensayo?

Muchas personas que me conocí más grande quedaron muy sorprendidas porque no eran capaces de asociar a esa adolescente con la persona que soy ahora.

Creo que hay algo muy importante que entender ahí: muchas personas que parecen exitosas o felices tienen también esta otra parte, estas otras batallas.

Es algo que yo trato de recordar siempre, nunca sabes qué le está pasando por dentro a otra persona.

En ese mismo ensayo escribes sobre dos violaciones que sufriste de adolescente y que en ese momento ni siquiera consideraste como tales. ¿Cómo fue procesar lo que te había pasado y escribirlo?

Creo que escribir sobre el pasado puede ser curativo, así que escribí mi propia historia como yo elegí escribirla.

Por supuesto fue muy difícil porque tuve que revivir todas aquellas emociones y aceptarlas, en lugar de reprimirlas, y eso fue extremadamente difícil.

Trato de no pensar en ello más. Siento que ya lidié con eso y ya está. Creo que para las personas que hemos experimentado violencia es muy importante reconocer esa violencia, pero no queremos ser definidas por eso, somos personas, no víctimas.

A lo largo del libro hablas muchas veces del dolor, de los dolores que a las mujeres les han enseñado a callar, desde el dolor de la menstruación, hasta el dolor de depilarse, o de sentir que no das la talla, pero ¿qué pasa con los hombres en este sentido?

Creo honestamente que los hombres aún tienen que revelar cuál es su dolor.

Los hombres han dominado este discurso y ellos son los que no hablan, es una paradoja.

Escribes con total franqueza del aborto que sufriste. Este es todavía un tema tabú, cada vez menos sí, pero todavía a muchas mujeres que pasan por una situación así les cuesta hablar de ello. ¿Qué sentías mientras lo escribías?

Ese ensayo prácticamente lo escribí mientras estaba viviendo eso. Probablemente, más que ningún otro ensayo, fue una manera de entender qué historia quería contar sobre mí misma.

Creo que es un tabú hablar sobre el aborto, creo que hay razones políticas para ello, porque por ejemplo en Irlanda durante mucho tiempo era ilegal, pero también por razones personales, porque es muy difícil encontrar las palabras para describirlo.

Yo soy profesora de inglés, las palabras son muy importantes para mí, y para mí encontrar ese camino era encontrar las palabras.

Fue también un proceso de entender quién iba a ser yo si no me iba a convertir en madre, porque, ya sabes, la gran historia social sobre las mujeres es crecer, casarse y tener hijos. Entonces, si yo no hago esas cosas, ¿qué sentido tengo?

Y también lo escribí porque yo misma quería escuchar otra historia sobre el aborto, todas las historias que leía acababan con un bebé al final.

La tuya no. De hecho, otro de esos dolores que exploras es el de sentir que tu cuerpo estaba fracasando al no poder quedarte embarazada...

Todavía estoy lidiando con ello. Ya sabes, las mujeres somos educadas para examinar nuestros cuerpos, qué está "mal" en ellos, qué no tenemos, qué tenemos de más.

En el caso de la infertilidad, constantemente examinas tu cuerpo y no es nada agradable.

Fue mi pareja quien me dijo, "no estás enferma, tienes un cuerpo saludable", pero fue muy difícil para mí aceptarlo.

¿Hubiera sido más fácil si hubieras leído más historias como la tuya?

Sí, definitivamente, porque te sientes menos sola.

Gran parte del problema es que sientes que eso solo te pasa a ti. Y no puede ser, claro que no lo es, pero nadie habla de ello, y es muy aislante.

Describes todo ese proceso agresivo contra tu propio cuerpo, luego los tratamientos de fertilidad que no funcionaron hasta que te cuestionas si todo aquello tenía sentido, si todo aquello valía la pena y decidiste que no.¿Aún hay gente que no entiende porqué no lo seguiste intentando?

Sí tengo amigos y conozco gente que tiene hijos que no lo entiende.

Creo que tenemos que aceptar eso, aceptar que cada uno vive dentro de su propia vida, podemos estar ahí para otra gente que lo necesite, pero ya está.

Ahora también me han dicho muchas veces durante la pandemia que era afortunada por no tener hijos...

¿Te sentiste liberada una vez que aceptaste ese "no" que de alguna manera te estaba dando tu cuerpo?

Estuve hablando con una mujer, de alrededor de 40 años, y me dijo que sentía que era la primera vez que le habían dicho que no. Porque para otras cosas hay una alternativa, quizá tu puedes solicitar un trabajo y no conseguirlo, pero después consigues otro, o puedes cambiar de pareja, o puedes cambiar muchas cosas en tu vida, pero esto no lo puedes cambiar.

Pero creo que al final sí me sentí liberada. La incertidumbre es la parte más difícil.

Claro que no hay una decisión correcta, no hay una decisión perfecta. Así que se trata de tomar la decisión que tú necesitas y después tienes tienes que vivir con ello.

Pero creo que todo el mundo tiene que hacerlo en algún momento con algo.

¿Cómo te sientes ahora, contigo y con tu cuerpo?

Libre. Siento que lo poseo, siento soy la dueña de mi propio cuerpo, y eso es algo muy poderoso.

Y por supuesto, tengo días que me gustaría ser más alta, o correr más rápido -todas lo sentimos- pero realmente me siento libre y creo que mucho de esto ha sido por escribir, ha sido una experiencia muy íntima conmigo misma, escribiendo sobre mí misma.

Mucha gente me ha preguntado si escribir sobre uno mismo no era algo muy egocéntrico, y yo les respondo: "sí, lo es, y de eso se trata".


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombianadel 22 al 31 de enero de 2021, con eventos digitales a partir del día 28.

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