H-I-T-A-D. Hitad. "¿Hitad?", pregunto desconcertado. "Sí, imperativo del verbo hitar", contesta Airan, que parece conocer todas las palabras.

Jugar por primera vez al scrabble contra Airan Pérez es como querer estrenarse en el fútbol ante Lionel Messi o iniciar un curso de baloncesto con uno contra uno frente a LeBron James.

Pérez, de 42 años, ha sido dos veces campeón del mundo de scrabble en español, el juego de mesa que consiste en armar y enlazar palabras con fichas de letras sobre un tablero.

Es venezolano y capitán de su país, que ha ganado siete Mundiales por equipos, cinco de ellos de forma consecutiva. Venezuela no sólo es superpotencia en inflación, sino también en el scrabble en español.

Junto a Venezuela, los otras países más potentes son España y Argentina. Un escalón por debajo están México, Colombia y Uruguay.

¿Pero qué hace a Venezuela una potencia? "Somos unos fanáticos, no respiramos sin el scrabble y somos muy organizados", me cuenta Violeta, una veterana jugadora y una de las pioneras del juego en Venezuela.

"Somos bien organizados", recalca Pérez, el factor en boca de todos. La disputa de torneos locales ha ayudado a adquirir destreza. "La mayor competencia te lleva a estudiar y practicar para aprender", me dice Rosario Suárez, presidenta de Asociación Venezolana de Scrabble (AVS).

En un país en el que la crisis económica lo marca todo, es inevitable pensar en lo positivo que pueden llegar a ser esos principios de competencia, método, organización y trabajo en equipo. No sólo para el scrabble.

Los secretos del scrabble

Es jueves por la tarde y Pérez, campeón del mundo individual en 2013 y 2015, y otros miembros de la AVS buscan expandir el conocimiento del juego. Cuánto más gente se interese, más fácil será encontrar nuevos talentos que sigan alimentando las vitrinas con trofeos.

Y dónde mejor que buscarlos en los pasillos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, entre los muchachos y muchachas de letras, sorprendidos con términos como berrojazo o burril.

"¿Eso existe?", es la pregunta más repetida para los primeros que nos sentamos ante un tablero. Los jugadores expertos cuentan en sus celulares con una aplicación, Lexicon de Scrabble, que resuelve dudas y deja perplejos a los que descubrimos nuevos vocablos.

¿Qué significan? Eso no importa en el scrabble. "No es necesario saber el significado, pero a veces ayudar saberlo como regla nemotécnica", dice Pérez.

Para jugar y ganar al scrabble no sólo se requiere un vasto léxico, sino sobre todo estrategia y cálculo. De Pérez sorprenden tanto su capacidad de encontrar palabras como su rapidez para hacer la cuenta de la puntuación.

En el scrabble cada letra que forma palabra sobre el tablero tiene una puntuación. La Z es la mayor con 10 puntos, aunque la Q es la más difícil de colocar. Hay casillas que multiplican el valor de letras y de vocablos.

Tan importante es sumar como evitar que sume el otro.

"Una persona con menos vocabulario pero mejor estrategia puede ganar", dice Pérez, que estudió odontología y trabaja como administrador de sistemas.

Suárez, presidenta de la AVS y profesora de castellano, me cuenta que los mejores jugadores no suelen venir del mundo de las letras "sino del área de los números".

El desafortunado "mueble"

Pérez tiene muchas palabras en la cabeza. De su primera final, perdida en 2008, aún recuerda el término "coetáneo", raro porque contiene muchas vocales y pocas consonantes.

Cuando decidió dedicarse en serio y competir, empezó a leer el diccionario. Dedicó con método una hora al día. A los tres meses lo había terminado. Luego se dedicó a hacer listas de palabras. Hizo una completa de verbos. Saberlos conjugar es una gran fuente de puntos.

Durante su estancia en México aprendió vocablos de gran valor, como yaxché.

Algunas palabras también le provocan pesadillas. "Mueble" es la que le persigue tras el último Mundial. "Si hubiera puesto 'amuele', mi rival no me habría superado", dice sobre una partida en la perdió por un solo punto.

El scrabble es una disciplina amateur. El costo de trasladarse a un campeonato del mundo corre mayoritariamente a cargo de los jugadores. "Este año el Mundial me dejó una enorme deuda", me cuenta Pérez.

Con ayuda de una amiga que vive en Suecia se financió el viaje a Paraguay. Unos US$1.400 gastó en billete de avión, hotel y comida.

Ese punto de diferencia, esa derrota, poner "mueble" en lugar de "amuele", le hizo bajar de la tercera a la octava plaza. En términos económicos le costó US$600.

"Fue un error infantil, no sé qué me pasó, quizás el pensar que tenía que ganar sí o sí", reflexiona sobre la presión de pensar en lo económico y no sólo en las letras.

"Quizás el año que viene no viaje", advierte el bicampeón. La palabra crisis, presente en cada rincón de Venezuela, también aparece en el tablero del scrabble.

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