En cualquier época del año, en las salvajes franjas del sur de Chile se mezclan las cuatro estaciones. Las nubes amenazantes pueden intensificarse o disiparse en minutos, y los vientos feroces aseguran un clima siempre cambiante.
Pero esta mañana, a principios de la primavera austral, cuando amanece sobre la orilla del Lago General Carrera, el agua está calmada.
El lago, un gigante alimentado por glaciares que cruza la frontera con Argentina y es uno de los más grandes de América del Sur, alberga una de las maravillas naturales más espectaculares de la Patagonia.
Con sus pilares esculpidos, techos abovedados y paredes ornamentadas y texturizadas, esta formación geológica única en el borde occidental del lago es conocida como la "Catedral de mármol" por los lugareños.
"Cuando llegas a las cuevas, hay una quietud, una claridad, una síntesis de colores de la que te enamoras", le dice a la BBC el visitante Hans Claussen.
Bañado en azul
La catedral se encuentra a pocos metros de la costa, pero las pendientes empinadas y boscosas que hay detrás hacen que la única forma de acercarse sea en barco.
Por la mañana, la cámara principal está en la sombra, y la luz que entra en la caverna se refleja en la superficie del lago.
El profundo color turquesa del agua, causado por el sedimento glacial, proyecta en las superficies grises y blancas un tono azul etéreo, mientras que los contornos únicos de piedra evocan composiciones asombrosas.
El sonido de las olas golpeando suavemente contra las paredes hace eco en la caverna, acompañado por gotas de agua que caen constantemente del techo de mármol.
Dependiendo de la temporada, el nivel del lago puede variar significativamente.
Durante los meses de verano, el agua de deshielo de las montañas circundantes puede hacer que el nivel lago aumente alrededor de un metro. En invierno, las aguas retroceden para revelar partes de las cuevas que generalmente están debajo de la superficie.
Cintas de color
Los colores expuestos son más que un simple truco de la luz. Filamentos estrechos de piedra marrón se alinean en las paredes interiores y vetas de curso amarillo desde el techo.
"Cuando una roca sufre una metamorfosis, se forman nuevos minerales", le explica a la BBC el geólogo Francisco Hervé.
Las secciones de mármol blanco son las más puras, compuestas casi completamente de carbonato de calcio, mientras que los otros tonos de roca deben su color a diversas impurezas.
Haciendo maravilloso mármol
Los botes pequeños y los kayaks pueden avanzar lentamente hacia las dos cámaras principales de la catedral, lo que le permite a los visitantes apreciar de cerca las superficies de textura intrincada.
Pero las maravillas de mármol del lago no terminan allí.
El santuario natural de Capillas de Mármol, que abarca un área costera de 50 hectáreas, está bordeado por decenas de otras cuevas y formaciones, que se han formado a lo largo de milenios.
"Sabemos que esta región estuvo cubierta por glaciares hasta hace 10.000 o 15.000 años", señala Hervé.
"Después de que los glaciares se retiraron, se creó el lago, y fue entonces cuando comenzó el proceso de esculpido de las capillas".
Según Hervé, la piedra encontrada en y alrededor de las cavernas probablemente se formó más cerca del Ecuador hace unos 300 millones de años antes de avanzar lentamente hacia el sur a través de la deriva continental.
"Se formaron a temperaturas de alrededor de 300ºC a 400ºC, entre 10 y 15 km bajo tierra", afirma.
La roca comenzó su épico viaje como piedra caliza sedimentaria, antes de que el intenso calor y la presión necesarios para la metamorfosis la convirtieran en mármol.
En comparación con los cientos de millones de años que tomó el mármol para alcanzar su ubicación actual, la erosión de las cavernas se produjo en un abrir y cerrar de ojos, debido en gran parte a las propiedades químicas de la piedra en sí.
"Estas rocas calcáreas, que están compuestas principalmente de carbonato de calcio, están entre las más solubles que existen", explica Hervé.
"La gente piensa que las fotos que tomé en las 'capillas son en realidad obras de arte modernas. Cuando les digo que son cuevas de mármol, se quedan asombradas", cuenta Chelsea Dietsche, una estadounidense que vive en Chile.
Una vida tranquila
Pedro Contreras se mudó a Puerto Río Tranquilo, en la orilla oeste del lago, cuando era joven y nunca se fue.
Hace treinta años, fue uno de los primeros en llevar a turistas intrépidos a visitar las cuevas, pero en la última década el número de visitantes a la pequeña ciudad creció rápidamente.
"Solía haber sólo tres o cuatro barcos. Ahora hay 50 barcos que van y vienen a la catedral", señala. "Todos en Puerto Río Tranquilo trabajan en turismo. Solían criar ganado".
El interés en las cavernas puede haber transformado Puerto Río Tranquilo, pero la ciudad ha conservado gran parte de su encanto fronterizo.
De cada chimenea brota silenciosamente humo de la madera que calienta las casas durante los duros inviernos patagónicos.
En la plaza de la ciudad, recientemente renovada, una escultura representa a los primeros pobladores de la región que navegando en el lago.
Aunque algunos lugareños sienten nostalgia por los tiempos más difíciles de la antigüedad, Contreras dice que, en general, el mundo moderno ha mejorado la vida en la región.
"Las cosas han cambiado bastante, pero para mejor", admite. "La Patagonia es más cómoda ahora".
Carretera del sur
Antes de que los turistas llegó la carretera.
Vastas franjas de la Patagonia estaban prácticamente aisladas del resto de Chile hasta la década de 1970, cuando la dictadura militar del General Augusto Pinochet puso a miles de soldados a trabajar en la construcción de una carretera a través de la región de Aysén.
Construirla requirió un esfuerzo hercúleo: partiendo de Puerto Montt, la ruta pasa por fiordos, montañas, glaciares y bosques, y eventualmente serpentea más de 1.200 kilómetros al sur hasta la localidad de Villa O'Higgins, en la frontera con Argentina.
La carretera, más conocida como la Carretera Austral, abrió la Patagonia al resto de Chile.
A pesar de no ser más que una pista de grava en ciertos puntos, sigue siendo la única arteria que conecta el norte del país con la región de Aysén.
Paraíso virgen
Además de ser un salvavidas para comunidades remotas, la carretera se ha convertido en una leyenda entre los viajeros.
"El paisaje en la región de Aysén es fascinante. Tienes que viajar largas distancias para llegar a cualquier lugar, pero a cada paso hay algo nuevo que ver: un paisaje increíble, un hermoso bosque, la vida silvestre", dice Pippa Mitchell, una visitante de Nueva Zelanda.
La ruta incluye muchas de las maravillas naturales de la Patagonia, como el Cerro Castillo, una montaña reconocible al instante por sus riscos con forma de torrecillas, el punto central de una caminata de varios días que le hace competencia a caminatas más famosas en el Parque Nacional Torres del Paine, más al sur.
Claussen, un visitante de la bulliciosa capital chilena, Santiago, ha estado en la región varias veces y dice que nunca se cansará.
"Aysén es mi lugar favorito en el mundo", declara. "El tiempo pasa más lentamente, la vida es más simple, la inmensidad y la belleza de los paisajes te hacen sentir pequeño y privilegiado al mismo tiempo.
"Estás en el fin del mundo, donde la humanidad todavía ha tenido poco impacto".
Los grandes tramos de la carretera están llenos de naturaleza virgen, y en 2017, el gobierno chileno firmó un acuerdo con Tompkins Conservation para crear más de cuatro millones de hectáreas de nuevos parques nacionales en el área circundante, asegurando que permanezca sin desarrollar.
Preservando las cavernas
Los esfuerzos para preservar la Patagonia para las generaciones futuras están comenzando a extenderse a las cuevas de mármol, y Contreras dice que los operadores turísticos locales están tratando de minimizar su impacto.
"Antes, podías bajarte [del barco] y tomar fotos, caminar. Pero ya no más", explica.
El geólogo Hervé, por su parte, espera que la belleza natural de las cavernas pueda resaltar la importancia de preservar otras formaciones geológicas en todo el país.
"En Chile, tenemos muy claro el concepto de biodiversidad", declara. "Pero no el de la geodiversidad".
Argumenta que los beneficios de conservar sitios como la catedral van más allá de su atractivo estético obvio.
A lo largo de los 4.500 millones de años de historia de la Tierra, los volcanes en erupción, los glaciares que avanzan y retroceden y los niveles ondulados del mar han dejado su huella en el entorno circundante.
Según Hervé, hay una gran cantidad de información geológica grabada en los cimientos de las capillas de piedra que podrían proporcionarnos un conocimiento invaluable sobre cómo la temperatura de la Tierra fluctuó en el pasado.
"Cosas como el cambio climático, por ejemplo, nos preocupan a todos como sociedad", indica.
"Estas rocas podrían darnos algunas pistas sobre los procesos que sucedieron en el pasado, por qué ocurrieron, cómo podríamos evitar que vuelvan a ocurrir en el futuro".