Catalina Silva, de 18 años, creció en la Patagonia chilena y comenzó a interesarse por la ciencia a los 8 años, lo que la llevaría con el tiempo a involucrarse en la lucha por el cuidado del medio ambiente.

Recientemente presentó "1.000 acciones por un cambio", una propuesta que elaboró junto a otros activistas y que está dirigida a los jóvenes de América Latina y el Caribe.

Contiene una serie de medidas que se pueden adoptar en la vida cotidiana para combatir el cambio climático.

Silva participa en Concausa, una iniciativa de UNICEF, la Cepal y América Solidaria, que busca cdifundir propuestas de innovación social que los adolescentes y jóvenes de América estén desarrollando en sus comunidades.

Su proyecto promueve que niños de comunidades rurales se involucren en trabajos científicos.

Silva cree que ahora los jóvenes son quienes deben liderar la lucha contra el cambio climático.

Esta es su historia contada en primera persona.

Viví mi infancia en Villa O'Higgins, un pequeño pueblo de unos 500 habitantes situado en los Andes Patagónicos.

Es un lugar donde la naturaleza es hermosa, con glaciares inmensos y ríos prístinos.

Siempre me sentí muy privilegiada de haber crecido ahí, lo que me inspiró un enorme respeto por la naturaleza.

Mi papá trabajaba en una embarcación que hacía todas las semanas un viaje al lago O'Higgins, el lago más profundo de América y del que se sabe muy poco. Me llevaba a navegar con él.

Fui conociendo los distintos glaciares y bosques. Cada vez me asombraba más que la anterior, fui conociendo la naturaleza y aprendiendo a amarla.

Lamentablemente también fui viendo cómo han ido cambiando las cosas en la Patagonia con el cambio climático.

Tengo recuerdos de esos inviernos muy fríos en los que tenía que irme a la escuela con la nieve hasta las rodillas. Pero, año con año esa realidad empezó a cambiar, cada vez había menos nieve.

Ahora, en las últimas temporadas, ya casi no cae en el pueblo. Eso me ha sorprendido mucho.

También los glaciares están muy afectados.

Por ejemplo, hay un glaciar que se llama El Tigre y se llega caminando, unas 3 horas desde Villa O'Higgins.

Yo fui a los 10 años a este glaciar y volví a los 14 años y ya no era lo mismo. Me sorprendió demasiado ver esta realidad, como el glaciar en solo cuatro años había retrocedido una cantidad importantísima.

Eso fue lo primero que me llamó la atención del cambio climático, ver cómo los glaciares se derritieron frente a mis ojos.

En la televisión se habla de eso, se sabe por las redes sociales, pero verlo en vivo es muy impactante y muy triste.

Incursión en la ciencia

Cuando tenía 8 años un grupo de científicos fue a mi escuela a dar un taller sobre anfibios. Yo me enamoré de esos animales, tengo una gran fascinación por ellos.

Esos científicos nos llevaron a un bosque que estaba a unos metros de mi casa y ahí nos presentaron a las ranitas.

Yo jamás en mi vida había visto una, pensaba que estaban sólo en África y que eran todas verdes, como el típico estereotipo que nos muestra la televisión.

Los investigadores vivían en Santiago y no podían ir a hacer esos conteos de la población de anfibios al sur de Chile porque es muy lejos, difícil y caro viajar.

Así que nos pidieron a un grupo de niños que fuéramos al bosque 3 veces a la semana para hacer esos registros.

Contábamos cuántos anfibios veíamos, los medíamos, los fotografiábamos.

Cuando yo tenía 12 años ya teníamos un proyecto más o menos armado, habíamos estudiado por varios años a esta población de anfibios, especialmente a la alsodes conppingeri, una ranita de la zona austral de Chile.

Por eso participé en un congreso de herpetología que se realizó en Chile y de ahí partió todo.

Seguí estudiando otras ranitas y distintos aspectos de ellas.

Por ejemplo, cómo quizá algunas bacterias de su cuerpo podían atacar hongos que atacan a las frutas, para ver si funcionaban como un antibiótico.

También, los científicos pensaban que estas especies no vivían tan al sur y con nuestros estudios se dieron cuenta de que sí estaban en un lugar tan austral.

Fue muy bonito porque los científicos se dieron cuenta que un grupo de niños podían hacer un aporte real a la ciencia.

Desafortunadamente, también por el cambio climático y la intervención humana, la población de anfibios está disminuyendo.

Son especies muy delicadas, muy vulnerables a los cambios externos, que no tienen forma de irse a otro lugar cuando su medio es amenazado.

Nosotros hicimos un estudio en el que pusimos una bacteria de una de las ranas que estudiamos junto a una bacteria que tenemos los humanos y nos dimos cuenta que la bacteria de la rana enseguida moría.

Se dice que si una persona toca a una rana le sale una verruga, que son asquerosas o dañinas. Pero, nosotros nos dimos cuenta que es al revés. Si una persona toca a una rana es muy probable que la contamine y muera.

Y algo así de ocurre con el cambio climático.

Muchas personas que culpan a este fenómeno porque dicen por eso tenemos que migrar de nuestros lugares o cambiar nuestro estilo de vida. Pero, no se dan cuenta que en realidad nosotros somos los que lo provocamos y que nosotros estamos impactando de manera negativa en el medio ambiente.

Es muy irónico: culpamos al medio cuando somos los responsables.

Activismo ambiental

Mi activismo empezó también en Villa O'Higgins.

Hace unos años una hidroeléctrica quiso instalarse en un río que sustenta especies muy vulnerables. Yo participé en las manifestaciones del movimiento Patagonia Sin Represas, que logró detener a la empresa.

Pero, así como hay gente ambiciosa y sin conciencia a la que no le importa el medio ambiente, también hay un grupo de gente muy importante que está haciendo cosas por mejorar.

A mí me parece muy bien el trabajo de Greta Thunberg como activista. Pero no es la única y creo que también es súper importante rescatar que en a la América Latina y en todo el mundo hay líderes de comunidades indígenas y rurales que han estado actuando desde hace mucho tiempo.

Ahora los jóvenes estamos siendo los protagonistas de la lucha contra el cambio climático y creo que es así porque la generación del 2000, como nos dicen, es una que nació pensando que el humano debe existir en equilibrio con la naturaleza.

Los jóvenes y los niños estamos más empoderados y para nosotros es más importante el medio ambiente que el dinero.

Yo desde el año pasado participé en Concausa, una iniciativa de UNICEF, Cepal y América Solidaria, que busca conocer y difundir propuestas de innovación social que los adolescentes y jóvenes de América estén desarrollando en sus comunidades.

Allí llevé mi programa Conciencia Sin Pobreza, que busca sacar a niños de localidades rurales de contextos de pobreza a través de talleres científicos. Es lo que me pasó a mí: cuando yo era pequeña descubrí todo un mundo gracias a la ciencia.

También, en una acción previa a la próxima conferencia mundial sobre el clima (COP25) un grupo de unos 70 jóvenes de América Latina dimos a conocer 1,000 acciones por un cambio, en el que proponemos soluciones para combatir el cambio climático, entre ellas por ejemplo no comer carne los lunes, hacer huertos comunitarios o no usar plástico.

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