El 25 de abril hace 75 años, un hombre que creía que un pueblo tenía que ser pobre para ser orgulloso y que la verdad era que los hombres estaban cansados de la libertad partió con su joven amante a luchar para rescatar su sueño de las cenizas.

A sus 62 años, dejó Milán, Italia, con destino a Como, cerca de los Alpes, donde esperaba encontrarse con miles de seguidores.

Para su desilusión, lo esperaba apenas un puñado y, al comprender que -al menos por el momento- todo estaba perdido, no le quedó más que huir disfrazado en una caravana que iba a Suiza.

Pero el convoy fue detenido por una patrulla armada de partisanos comunistas y uno de los partidarios notó que las botas de cuero que llevaba uno de los soldados alemanes eran de una calidad excepcional.

Bajo el casco y tras el cuello del enorme abrigo de la Luftwaffe (la fuerza aérea nazi) con los que trataba de ocultarlo, descubrieron el rostro más conocido de Italia: el de Benito Amilcare Andrea Mussolini, Il Duce (líder) que gobernó ese país entre 1922 y 1943.

Para entonces era el hombre más buscado de la nación, y había caído en manos de los partisanos.

Lo apresaron, lo fusilaron y lo llevaron a Milán, donde su cadáver, junto con el de su amante y otros 12 fascistas, fueron expuestos en Piazzale Loreto "con espantosa promiscuidad en la plaza abierta bajo la misma valla contra la que hace un año 15 partidarios habían sido fusilados", informó ese 28 de abril de 1945 el corresponsal del diario británico The Times.

Una mujer disparó contra el cuerpo de Mussolini, según la Radio de Milán, y gritó: "¡Cinco tiros por mis cinco hijos asesinados!"; otros, lo escupieron.

Todo había terminado en el mismo lugar en el que había empezado.

Algo del Imperio

Fue en Milán donde Mussolini fundó el primer movimiento fascista de Europa, Fasci Italiani di Combattimento (literalmente, fasces italianos de combate), que debutó en marzo 23 de 1919.

Con el que fue precursor de su Partido Nacional Fascista, Mussolini no inventó la idea del autoritarismo violento, pero sí le puso un nombre a la brutal versión del siglo XX, derivado de un emblema del antiguo Imperio romano, que él soñaba con recrear.

La inspiración fue el fascio littorio o haz de lictores, un símbolo de poder que representaba que un hombre tenía imperium, o autoridad ejecutiva.

Los fasces -plural de fascio, latín para haz, atado o manojo- eran cargados por los lictores -guardaespaldas- para indicarle al público que quien venía detrás de ellos era un magistrado y recordarle su autoridad para arrestar o convocar a cualquier persona que creyera conveniente.

Los fasces eran paquetes de varillas de madera de olmo o abedul, de 1,5 metros de largo, y un hacha, atadas con una cinta de cuero rojo, que los lictores llevaban recostados en su hombro.

Representaban el poder, la autoridad y la fuerza que tenía en sus manos el magistrado para imponer castigos corporales, desde golpes, con las varillas de madera, hasta la muerte, por decapitación con hacha.

Cuando eran cargados dentro de Roma, les quitaban el hacha como reconocimiento del derecho de un ciudadano romano a apelar la decisión de un magistrado, a menos que el magistrado fuera un dictador o un general que celebrara un triunfo.

  • Los emperadores romanos, comenzando con Augusto en el año 19 a.C., tenían 12 fasces, pero después de Domiciano (quien reinó entre 81-96 d.C. ), tenían 24;
  • los dictadores tenían 24 fasces;
  • los cónsules, 12;
  • los pretores, 6;
  • los legados, 5
  • los sacerdotes, 1.

Bajar los fasces era una forma de saludo a un funcionario superior.

Cuando se celebraban triunfos militares, los lictores desfilaban con fasces adornados con coronas de laureles en la procesión.

Pero el fascio también simbolizaba la fuerza que da la unión, ya que una sola vara se parte fácilmente, mientras que el paquete es muy difícil de romper.

De la palabra en latín fascis devino el nombre "fascismo" y los fasces se convirtieron en emblema del partido de Mussolini.

Como tal, fueron tallados en innumerables edificios públicos italianos. Todo un complejo, el Littoria, se hizo con la apariencia de fasces estilizados gigantes.

Mussolini puso fasces en la bandera italiana, en sellos, insignias militares e incluso en tapas de alcantarillas.

Más allá de Mussolini

Los fasces, sin embargo, no habían sido una creación de la Antigua Roma.

Venían de la cultura etrusca, como parece confirmar un conjunto de fasces de hierro en miniatura en una tumba de esa cultura del siglo VII a.C., hallada en Vetulonia, Italia.

Y Mussolini no fue, de lejos, el primero ni el último en usarlo como símbolo de sus aspiraciones.

Francia, tras abolir la monarquía en 1799, buscó símbolos para reemplazar la fleur-de-lis y la corona.

La nueva República de la libertad, igualdad y fraternidad adoptó el fascio para invocar el poder del Estado, la justicia y la unidad. Y, a veces, lo coronó con el gorro frigio para indicar que el poder estaba en manos del pueblo.

El símbolo también aparece en el escudo de la Gran Colombia (1819-1831), y Ecuador lo incorporó a su escudo en 1930.

En Buenos Aires está en la fachada del Palacio de Justicia y en México, esculpidos en la base de la columna del Monumento a la Independencia.

En Estados Unidos, los fasces están presentes por doquier, desde dos -sin hacha- en el Despacho Oval en la Casa Blanca, hasta detrás del podio de la Cámara de Representantes, y varias veces en el Monumento a Lincoln de Washington.

Y esos son apenas unos ejemplos.

A diferencia de la esvástica de los nazis, los fasces sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial.

 

Publicidad