Bienvenidos al mundo del "lujo experiencial".

¿No tienes idea de qué es? Pues ese "universo" peculiar y particular en el que los multimillonarios ya no están satisfechos con un bolso Hermes Birkin o un reloj Rolex sino que buscan "experiencias" únicas, inigualables.

Pero ¿en qué consisten?

Steve Sims, fundador de Bluefish, un exclusivo servicio de conserjería de lujo con sede en Los Ángeles, tiene práctica en preparar este tipo de eventos.

Ha organizado desde una cena privada para seis personas a los pies del David de Miguel Ángel en la Galleria dell'Accademia en Florencia, mientras los comensales escuchaban al famoso tenor italiano Andrea Bocelli, hasta giras en batiscafos Mir (una especie de submarinos rusos) hacia el sitio donde se hundió el Titanic.

Pero incluso Sims se cuestionó por primera vez cuáles serían los límites de esta tendencia cuando un cliente potencial le preguntó si podía preparar un evento en el que se detonara una ojiva nuclear.

Sims se negó.

Una nueva forma de ostentación

Definitivamente, vivimos un momento en el que cambia la experiencia de lo que considerábamos como "lujo".

Ahora, las personas más adineradas, quieren experiencias únicas que crearán recuerdos insuperables y serán, también, oportunidades de ostentación.

Y hay un puñado de empresas globales exclusivas de conserjería que las hacen posibles.

"El lujo experiencial es cualquier actividad percibida por el consumidor como fuente de placer", le explica a la BBC Giana M. Eckhardt, profesora de marketing en el colegio Royal Holloway, de la Universidad de Londres.

Las experiencias a medida de los gustos de los clientes representan un lado floreciente de la industria del lujo.

En 2016, el mercado global de este sector tuvo ganancias superiores a los US$1.000 millones.

De ese total, el lujo experiencial representó US$645 millones y la cifra sigue creciendo a un ritmo más acelerado que el "lujo personal", según una investigación de The Boston Consulting Group.

Un cambio "telúrico"

"Definitivamente estamos viendo un movimiento telúrico lejos en lo que solía ser considerado como lujo", asegura Aaron Simpson, cofundador y director ejecutivo de Quintessentially, una empresa de conserjería global con sede en Londres que atiende a multimillonarios.

Los dueños de negocios, especialmente los empresarios, "están teniendo una visión consciente de cómo sus negocios actúan, reaccionan e interactúan con la comunidad que los rodea", comenta, y eso se refleja en la forma en que gastan su dinero fuera del trabajo.

Keith Wilcox, profesor asociado de marketing en la Universidad de Columbia explica que una serie de factores han impulsado esta tendencia.

En primer lugar, las manifestaciones evidentes de riqueza se volvieron mal vistas después de la crisis financiera de 2008.

También hay una creciente conciencia de que las compras experimentales tienden a mejorar la satisfacción con la vida más que las compras de materiales, comenta Wilcox.

Y por último, las vacaciones de este tipo tienden a ser más "exclusivas" que los productos de marcas de lujo.

"Los productos pueden ser caros, en relación con otros que no son de lujo. Pero una persona promedio puede pagar por una cartera, un perfume o incluso un bolso. Sin embargo, un safari personalizado en África no es algo que la gente común puede pagar", asegura.

De acuerdo con Ravi Dhar, director del Centro de Información sobre el Cliente de la Escuela de Administración de Yale, estas experiencias ofrecen los beneficios psicológicos que vienen de hacer algo único.

"A la gente le gusta estar entre los primeros en hacer algo, estar en la palestra pública, mostrar una parte de su identidad a los demás", asegura.

Al hacer que esto suceda a través de servicios exclusivos, experimentan un sentimiento de orgullo y un impulso a su autoestima, dice Wilcox.

Experiencias para los ultrarricos

La membresía a estos clubes no es barata.

En Simpson Quintessentially, por ejemplo, comienza en alrededor de US$13.000 por mes para "eventos experienciales únicos".

Para un cliente, esto significó una reunión y un saludo con el príncipe Harry y los miembros de Coldplay antes de su concierto de caridad de Sentebale, en el palacio de Kensington.

Pero no es la única excentricidad que ha preparado esta compañía.

También buscó una isla desierta para que un cliente pasara su cumpleaños y cerró el puente del puerto de Sydney para una propuesta de matrimonio.

En otra ocasión, congregó una multitud frente a Times Square, en Nueva York, para que cantaran a coro la canción Happy, de Pharrell Williams, para la esposa de un miembro que estaba de cumpleaños.

Pero aunque algunos servicios de conserjería de gama alta sólo atienden a sus miembros, Pure Entertainment Group, con sede en Montreal, también abre sus puertas a los no miembros con solicitudes únicas, explica su presidente ejecutivo Steve Edo.

"Una vez que sepamos quién eres, una vez que sabemos exactamente qué tipo de experiencia quieres, podemos crear algo extraordinariamente especial", dice.

Pure Entertainment ofrece cinco niveles de membrecía, a partir de US$12,000 por año, hasta US$50,000 y más para la clase superior de servicios.

Edo compara la membrecía a estos servicios con la de los gimnasios, en la que se incluyen algunos beneficios complementarios, pero otros cuestan más.

El patrimonio neto de la media de los clientes es de US$5 millones y las solicitudes de gastos típicos son más de más de US$30.000.

Para Greg Reid, un nuevo miembro Bluefish, estas membrecías no se tratan de marcar objetivos cumplidos en una lista de experiencias.

"He escalado el Kilimanjaro, corrí con toros, nadé con tiburones. Yo ya lo hice", afirma el escritor, de 54 años.

En cambio, dice Reid, este tipo de experiencias incluye otros momentos en los que nunca había pensado.

Recientemente asistió con sus amigos a la fiesta anual de los premios Oscar deElton John, todos como invitados VIP, y desfilaron allí sobre una alfombra blanca. Próximamente, podría compartir el ring con Mike Tyson.

"Todas estas aventuras, las veo como un patio de recreo para adultos. Cuando yo era niño, no teníamos iPads ni internet. Teníamos carteles en nuestras paredes. Y ahora tenemos la oportunidad de entrar en esos carteles y vivir esos sueños", asegura Reid.

Lee la historia original en inglés en BBC Capital

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