La ficción misma es una droga que muchos disfrutamos a menudo. Pero ¿has notado cuántas drogas hay en la ficción?
No estamos hablando de las del mundo real que se cuelan en las historias de novelas, cine o series de radio o televisión, sino de aquellas que han sido creadas para esos mundos inventados en los que los autores nos invitan a pasar un tiempo.
Son tantas, que si nos propusiéramos hacer una farmacopea sería extensa... y no sorprendería que ya se te estuvieran viniendo a la mente algunas que te gustaría incluir.
Quizás eres uno de los millones de fans de "Juego de Tronos", y estás pensando en la leche de amapola, esa poderosa bebida medicinal hecha por los Maestres que sirve como un analgésico y anestésico.
O tal vez eres un trekkie y recuerdas que en "Star Wars: Episodio V - El Imperio contraataca" usaban una solución sintética llamada bacta, que acelera la curación de lesiones.
Y, por supuesto, están los productos que han sido la primera introducción para un sinnúmero de lectores al concepto de sustancias que pueden alterar la manera de pensar y de actuar, e incluso la forma del cuerpo: la poción en el frasco con el rótulo "Tómame" y el pastelito en la diminuta caja de cristal con la palabra "Cómeme" gracias a los que Alicia pudo entrar al jardín mágico del País de las Maravillas.
Pero mucho antes de la invención de estas drogas, los humanos ya soñamos con medios químicos para alterar la naturaleza de nuestros pensamientos, como confirma la lectura de las historias que contó el más célebre de los aedos: Homero.
Con él empezamos nuestra contribución a la farmacopea de drogas ficticias (y tú puedes añadir las que quieras vía Facebook).
Flores de loto y Nepente - La Odisea del poeta griego Homero - siglo VIII a.C.
En el poema épico que narra las aventuras de Ulises, también conocido como Odiseo, en su viaje de regreso a su patria, Ítaca, tras el fin de la guerra de Troya, Homero habla de un brebaje "sutil y excelente" proveniente de Egipto, "cuya fértil tierra produce muchísimas pócimas; después de mezclarlas, algunas son buenas y otras perniciosas".
Cuando Telémaco -hijo de Ulises- viaja a Esparta para informarse sobre su padre y llega al palacio donde está Helena (de Troya), hay un momento en el que, recordando "a aquel desdichado que no puede regresar", la tristeza sobrecoge a los presentes.
"Lloraba la argiva Helena, nacida de Zeus, y lloraba Telémaco y el Atrida Menelao. Tampoco el hijo de Néstor tenía sus ojos sin llanto".
Ante tanto dolor, Helena le echó al vino que estaban tomando nepente, una droga "ingeniosa" que borraba los recuerdos dolorosos y disipaba el ardor del dolor y la ira.
"Quien lo tomara después de mezclado en la crátera, no derramaría lágrimas por las mejillas durante un día, ni aunque hubieran muerto su padre y su madre o mataran ante sus ojos con el bronce a su hermano o a su hijo".
El nepente no se quedó en esa obra, considerada como "la mejor evocación de la literatura sobre el viaje de todos por la vida"; en el siglo XIX reapareció en el poema narrativo del autor estadounidense romántico Edgar Allan Poe "El cuervo", publicado en 1845.
En él, el narrador está intentando desesperadamente olvidar la pérdida de su amada Leonora.
"¡Miserable, dije, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
"¡Bebe, oh, bebe este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!".
Y en el siglo XX, apareció en "Los robots del amanecer" (1983), del bioquímico y escritor estadounidense Isaac Asimov...
"Ahora apenas era consciente de la presencia de ella, pues aquel final extrañamente suave de una jornada tan agotadora era tan soporífero como el legendario nepente. Notó que la conciencia se iba de él, como si sus dedos se soltaran del borde de un acantilado de ruda realidad y cayera, cayera..., atravesando una imperceptible barrera, al océano de los sueños y a su apacible oleaje".
¡Suena bien!
Volviendo a "La Odisea", más adelante encontramos otra droga, una con forma de flor.
En el canto X, Ulises cuenta sus aventuras con los Cicones, los Cíclopes y -la que nos incumbe- con los Lotófagos, "los que comen flores de alimento".
Tras llegar a su tierra, el héroe griego envió a unos de sus compañeros a "indagar qué clase de hombres, de los que comen trigo, había en esa región", pero antes de encontrar a los que buscaban, los investigadores se toparon con los Lotófagos.
"Estos decidieron no matar a nuestros compañeros, sino que les dieron a comer loto, y el que de ellos comía el dulce fruto del loto perdía todo deseo de regresar a informarnos, y mucho menos de retornar, sino que prefería quedarse allí con los Lotófagos, pastando loto, todo recuerdo del viaje a casa disuelto para siempre.
"Pero yo los conduje a la fuerza, aunque lloraban, y en las cóncavas naves los arrastré y até bajo los bancos".
Todo indica que el dulce fruto del loto era muy adictivo.
Agua del río Leteo - "Eneida" del poeta romano Virgilio - siglo I a.C.
En este gran poema épico latino, Virgilio cuenta la historia del errante Eneas. En un momento de la historia, el príncipe se encuentra con el agua del río Leteo, una de las primeras drogas ficticias conocidas.
Al borde de los Campos Elíseos de la eternidad griega, el agua del Leteo le ofrece a quien la tome el olvido y borra sus recuerdos. Era una forma de limpieza si deseabas reencarnarte: tenías que dejar atrás tus pensamientos y experiencias pasadas para conocer lo divino.
En un hermoso pasaje de "La montaña mágica" (1924), el nobel de Literatura Thomas Mann aclara y amplía el concepto:
"El espacio, como el tiempo, trae consigo el olvido, aunque lo hace desprendiendo a la persona de todas las relaciones y transportándola a un estado libre y prístino (...).
"El tiempo, según dicen, es agua del río Leteo, pero también el aire de la distancia es una bebida semejante; y si bien su efecto es menos profundo, funciona aún más rápido".
Soma - "Un mundo feliz" del escritor y filósofo británico Aldous Huxley - 1931
Soma es una droga maravillosa, de la que te tomas "medio gramo para una tarde de asueto, un gramo para un fin de semana, dos gramos para un viaje al hermoso Oriente, tres para una eternidad oscura en la Luna".
Bajo sus efectos, el mundo es un lugar cálido, acogedor, infinitamente agradable, y la gente, encantadora, atractiva y divertida.
La droga calma y pacifica, suspendiendo a las personas en un estado de felicidad permanente.
Más concisamente, tiene "todas las ventajas del cristianismo y el alcohol; ninguno de sus defectos".
Pero alerta: como escribió el mismo Huxley en el epílogo de su novela "Los demonios de Loudon", con esas drogas "lo que parece un dios es en realidad un demonio, lo que parece una liberación es de hecho una esclavitud".
En el caso del soma, el Estado Mundial la reparte libremente... como un medio de control para suprimir cualquier asomo de sentimientos rebeldes.
El mundo que Huxley creó es una sociedad que no está controlada por el miedo, sino que es dócil porque es feliz.
Especia o Melange - "Dune", del escritor estadounidense Frank Herbert - 1965
El melange, popularmente conocida como "especia", es una de las drogas más famosas de la ciencia ficción.
Para encontrar esta sustancia azul y altamente alcalina tienes que ir a un planeta desértico llamado Arrakis, y luchar contra unos gusanos de arena gigantes que son los que la producen.
Entre sus muchas propiedades está la inducción de un tipo de percepción mejorada del espacio-tiempo, que te permite, por ejemplo, doblar el espacio. El espacio plegable acorta la distancia entre dos puntos, lo que significa que puedes viajar de un planeta a otro a millones de años luz de distancia en un instante.
Además, alarga la vida, pero es ligeramente adictiva cuando se consume en cantidades pequeñas y altamente adictiva si consumes mucho.
El consumo exagerado de melange puede extender la vida de un individuo hasta los 400 años.
Otro efecto secundario de consumir grandes cantidades de esta droga es que la parte blanca de los ojos se vuelve de color azul profundo, debido a la saturación de melange en la sangre.
Su aroma es semejante al de la canela, cada vez que la pruebas tiene otro sabor, hace que la comida sepa más rica e imparte una inmunidad natural a la mayoría de los venenos en la persona promedio.
¡Ah! Y te confiere un poder -aunque limitado- para ver el futuro.
"¡El que controla la especia, controla el universo!" - Barón Harkonnen
Dylar - "Ruido blanco", del escritor estadounidense Don DeLillo - 1985
"Ruido blanco" es la historia de un profesor universitario y su familia cuya pequeña ciudad del medio oeste es evacuada después de un accidente industrial.
La esposa y madre en esa familia es Babette, quien se distingue por su mala memoria y su preocupación por la muerte.
Es ella quien nos introduce a Dylar, un medicamento que trata el miedo existencial a la muerte.
"La droga interactúa específicamente con neurotransmisores en el cerebro que están relacionados con el miedo a la muerte", nos dice Babette.
"Cada emoción o sensación tiene sus propios neurotransmisores. El Sr. Gray encontró miedo a la muerte y luego se puso a trabajar para encontrar los químicos que inducirían al cerebro a fabricar sus propios inhibidores".
Desafortunadamente, la droga no solo te hace olvidar la muerte, sino que también te hace olvidar la diferencia entre las palabras y la realidad:
"No podía distinguir las palabras de las cosas, de modo que si alguien decía 'bala rápida', me tiraba al suelo y buscaba refugio".
Y los efectos secundarios también pueden incluir: "muerte absoluta, muerte cerebral, muerte cerebral izquierda, parálisis parcial, otras condiciones crueles y extrañas del cuerpo y la mente".
Mmm... te quita el miedo a morirte, pero puede matarte de varias maneras.