Los fenómenos astronómicos han cautivado a los seres humanos a lo largo de toda la historia.
Hoy en día eventos como eclipses, superlunas o lluvias de estrellas siguen acaparando la atención de millones de personas alrededor del globo, tal como ocurría hace cientos de años con nuestros antepasados.
Pero mientras que la mayoría de estos fenómenos celestiales no generan más que asombro o curiosidad, algunos han tenido un impacto mucho más profundo en la historia de la humanidad.
En un artículo para la revista BBC History Magazine, el historiador Guy de la Bédoyère enumeró algunos de los eventos celestiales que, se cree, influyeron el curso de la historia.
1. Una paz escrita en las estrellas
Cómo un eclipse solar en 585 a. C. persuadió a dos reinos beligerantes a hacer el amor y no la guerra
El primer ejemplo conocido de un evento celestial que cambió el curso de la historia ocurrió en el siglo VI a. C., cuando el rey Ciáxares, gobernante de un antiguo pueblo iraní conocido como los medos, permitió a los escitas nómadas establecerse en su reino.
A cambio de la hospitalidad del monarca los escitas entrenaron a los jóvenes medos, enseñándoles el tiro con arco. Pero entonces la relación se tornó agria.
Un día, Ciáxares regañó a los escitas por salir a cazar y volver sin nada. En venganza, los escitas mataron a uno de sus reclutas, lo cortaron en pedazos, lo cocinaron y le dieron la carne a Ciáxares, fingiendo que era un animal de caza.
Antes de que Ciáxares se enterara de su artimaña, los escitas habían huido a la vecina corte del rey Aliates de Lidia en Sardes (oeste de Turquía).
Como era de esperar, Ciáxares se enfureció con los escitas, pero Aliates se negó a enviar a sus visitantes de regreso.
Se libró una guerra entre Lidia y Media y en lo siguientes seis años ninguno de los vecinos fue capaz de tomar la delantera.
Finalmente, durante una batalla, según reveló el historiador griego Heródoto, "el día se convirtió de repente en noche".
Los combatientes quedaron tan horrorizados por esto que abandonaron la lucha y se conformaron con la paz, que se selló con el matrimonio entre la hija de Aliates y el hijo de Ciáxares.
Sorprendentemente, Heródoto informa que Tales de Mileto había predicho el evento, que ahora sabemos tuvo lugar el 28 de mayo de 585 a. C. Fue la primera predicción registrada de un eclipse solar.
El eclipse atravesó el sur de Europa y la Turquía moderna hasta Irak.
2. Miedo a la oscuridad
El ejército persa que sacó provecho cuando el sol se desvaneció en 557 a. C.
Apenas 28 años después de que un eclipse puso fin a la guerra entre Lidia y Media, el curso de la historia antigua fue nuevamente moldeado por un fenómeno celestial.
Nuestra fuente en esta ocasión es Jenofonte, un filósofo-historiador griego que en el 401 a. C. acompañó al ejército de Ciro el Joven en una expedición para tomar el trono persa de su hermano Artajerjes.
En el camino se encontraron con una ciudad desierta llamada Larissa, a orillas del río Tigris, en algún lugar del Irak moderno.
Jenofonte explica que Larissa había sido una fortaleza bien sólida y que 200 años antes había resultado demasiado formidable para un ejército persa que había intentado repetidamente tomar la ciudad.
Pero entonces los cielos intervinieron. Jenofonte cuenta que "una nube cubrió el Sol y lo ocultó de la vista". Esto inquietó tanto a los larissanos que rápidamente abandonaron su ciudad, dejándola indefensa ante los persas.
El recorrido del eclipse total del 19 de mayo de 557 a. C. pasó por el sur de Siria e Irak.
Este debe haber sido el evento que asustó tanto a los larissanos que estuvieron dispuestos a dejar su ciudad que tan firmemente habían defendido contra sus enemigos en el pasado.
3. ¿Verdad del evangelio?
Un eclipse puede ofrecernos una pista sobre la fecha de muerte de Jesús
Uno de los eventos más importantes en la tradición cristiana es la crucifixión de Jesús.
Pero, frustrantemente, el Nuevo Testamento ofrece muy pocos detalles históricos. La crucifixión tuvo lugar durante el reinado del emperador romano Tiberio (d. C. 14-37). Pero ¿cuándo exactamente?
El Evangelio de San Lucas nos dice que Juan Bautista comenzó sus enseñanzas en el décimo quinto año de Tiberio, que debe ser 29 d. C.
Más tarde, Lucas nos dice que, en el momento de la crucifixión, "había una oscuridad sobre toda la Tierra" que duró desde la hora sexta hasta la novena, algo también mencionado en los relatos de Mateo y Marcos.
Lucas detalla que "el sol se oscureció". Eso suena como un eclipse, y de hecho hubo uno. Tuvo lugar el 24 de noviembre del año 29 d. C. y pasó por Siria e Irak. Aunque no fue total en Judea, fue casi completo.
¿Coincidencia? Quizás. Pero esto ciertamente complica la cronología, porque si Lucas se refería al eclipse del 29 de noviembre d. C. cuando describía la crucifixión, dejaba menos de un año para que Juan completara sus enseñanzas y para que Jesús realizara su ministerio.
Quizás Mateo, Marcos y Lucas estaban usando sus recuerdos del eclipse del año 29 d. C. para agregar simbolismo a sus relatos.
4. La conquista de Halley
Un cometa en 1066 vaticinó la ruina de los anglosajones en Inglaterra (al menos eso es lo que los normandos nos quieren hacer creer)
El problema de tratar un fenómeno celestial como un presagio es la cuestión de a quién está destinado el presagio y si es bueno o malo. Las respuestas más confiables generalmente llegan en retrospectiva.
El cometa Halley vuelve cada 75 o 76 años. Pero no fue sino hasta 1705 que el astrónomo inglés Edmond Halley se dio cuenta de que, dado que había reportes de un cometa con ese intervalo de tiempo, debía ser el mismo.
Uno de esos reportes fue en 1066: la Crónica anglosajona (la colección que narra la historia de los anglosajones) cuenta que en la época de Pascua "un presagio como los hombres nunca habían visto fue visto en los cielos".
Fue visible durante una semana y algunos la describieron como la "estrella de pelo largo".
Según el tapiz de Bayeux (un gran lienzo bordado del siglo XI que describe los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra) esta estrella de pelo largo trajo malas noticias para el pobre rey Haroldo II.
Mientras sus compatriotas miran al cometa con asombro, el rey inglés es retratado siendo advertido por una figura, presumiblemente un astrólogo, que el cometa es un presagio de fatalidad.
Por su parte, su rival, Guillermo I de Inglaterra -más conocido como Guillermo el Conquistador- lo consideró un augurio positivo, aunque eso, por supuesto, fue en retrospectiva.
En el tapiz, unas escenas más adelante, se muestra a quien luego se convertiría en el primer rey inglés de origen normando construyendo su armada, impulsado por una confianza de origen celestial.
5. Los árabes atacan desde las sombras
Lawrence de Arabia usó un eclipse lunar con un efecto devastador durante su guerra con los otomanos
Los eclipses lunares -cuando la Tierra proyecta su sombra sobre la luna llena- tienen un nivel de potencia completamente diferente al de sus equivalentes solares.
Más frecuentes y más ampliamente visibles, la imagen de una luna roja como la sangre en la oscuridad de la noche puede tener un efecto poderoso.
En julio de 1917, durante la revuelta árabe contra el imperio otomano, Lawrence de Arabia se abría camino a través del desierto hacia la fortaleza turca de Aqaba con su ejército árabe.
Primero tendrían que atravesar dos puestos fronterizos. El 4 de julio llegaron al primer puesto, llamado Kethira.
Los soldados árabes tenían miedo de atacar de noche, creyendo que la luna llena comprometería sus posibilidades. Lawrence, armado con su diario, les aseguró que "por un tiempo no debería haber luna".
Estaba en lo correcto. Lawrence sabía que pronto debía haber un eclipse lunar y, cuando ocurrió (justo a tiempo, en la noche del 4 y 5 de julio de 1917), aterrorizó y distrajo a los turcos, que en vez de luchar se pusieron a "disparar rifles y hacer sonar ollas de cobre para rescatar al satélite amenazado".
El puesto de Kethira debidamente cayó y el 6 de julio Lawrence pudo realizar su celebrado ataque contra Aqaba.
Guy de la Bédoyère es un historiador y escritor. Sus libros incluyen "Pretoriano: el ascenso y la caída del guardaespaldas imperial de Roma" (Yale, 2017) y "Las vidas reales de la Gran Bretaña romana" (Yale, 2016).