Cuando tenemos que tomar decisiones importantes muchos las "consultamos con la almohada".
Es bien sabido que mientras dormimos, nuestro subconsciente sigue analizando aquellos temas que nuestro consciente no ha logrado resolver.
Esta claridad mental nos permite muchas veces solucionar un problema o resolver una incógnita que nos volvió locos todo el día.
Pero el poder del sueño ha ido incluso más allá: varios importantes descubrimientos científicos se lograron mientras los autores de las ideas estaban dormidos, y estos son tres de ellos.
1. La tabla periódica
La tabla periódica fue, literalmente, el sueño de la vida de Dimitri Mendeléyev (1834-1907).
El químico ruso estaba obsesionado con la idea de ordenar los elementos basados en sus propiedades químicas. Sin embargo, no lograba encontrar un patrón.
Todo eso cambió una tarde de febrero, en 1869, cuando el experto trabajaba arduamente en su proyecto y se quedó dormido en su escritorio, exhausto.
"Vi en un sueño una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar. Al despertar, inmediatamente anoté todo en una hoja de papel", reveló el químico en su diario.
En su libro "Principios de la química", publicado ese mismo año, explicó la teoría detrás de su famosa invención.
Su creación fue la primera tabla periódica ampliamente reconocida. Dispone los elementos químicos según su número atómico (o número de protones), y los agrupa de tal forma que los elementos con comportamientos similares comparten la misma columna.
La tabla de Mendeléyev incluso tenía espacios vacíos para los elementos que, según el pronóstico del químico, serían descubiertos en el futuro. La mayoría de sus predicciones resultaron correctas.
Los elementos en la lista de Mendeléyev eran 60. Desde entonces su tabla ha sido ampliada y modificada y hoy incluye a 118 elementos (cuatro de ellos introducidos en 2016).
2. Los neurotransmisores
En 1936, el fisiólogo alemán Otto Loewi (1873-1961) recibió el Premio Nobel de Medicina por sus contribuciones al conocimiento de la transmisión química de los impulsos nerviosos.
Pero quizás nunca hubiera recibido esa distinción ni sería conocido como el "padre de la neurociencia" si no fuera por sus sueños.
Ya a comienzos del siglo XX Loewi había desarrollado la teoría de que las señales nerviosas posiblemente se transmitieran usando instrucciones químicas. Pero no encontraba cómo probar su idea.
La solución le llegó como por arte de magia dos décadas más tarde, en 1920.
Tuvo un sueño en el que encontraba la manera de probar su teoría. El médico contó que se despertó en medio de la noche y anotó lo que había soñado.
Sin embargo la mañana siguiente encontró, para su gran desilusión, que ¡no recordaba lo que había soñado ni tampoco entendía lo que había escrito!
Por suerte para él -y para el mundo de la ciencia- volvió a tener el mismo sueño la noche siguiente y esta vez sí logró recordarlo.
El experimento de Loewi consistió en unir dos corazones mediante una cánula. Luego estimuló con pulsos eléctricos uno de los corazones para observar el efecto en el otro.
Fue así que el fisiólogo descubrió que las células nerviosas liberan sustancias químicas (neurotransmisores) en los sitios en los que se unen con otras neuronas o músculos, lo que revolucionó la neurociencia.
3. El pez fosilizado (o a la tercera va la vencida)
Los sueños no solo contribuyeron a lograr importantes avances en la medicina y la química. También los campos de la paleontología y la zoología se vieron beneficiados por la magia reveladora del mundo onírico.
El suizo Louis Agassiz (1807-1873) era considerado la mayor eminencia del mundo en el estudio de los peces, tanto vivos como extintos.
Un día, en 1840, mientras compilaba su voluminosa obra "Poissons Fossiles" -un listado de todos los peces fosilizados que fueron hallados- Agassiz encontró un espécimen en el interior de una piedra.
Trató en vano de entender la estructura del pez pero no tuvo éxito y no se animó a extraer al animal de la piedra, sin entender bien su forma, por temor a destruirlo.
Después de dos semanas de analizarlo infructuosamente, una noche tuvo un sueño en el que se le reveló la forma exacta del pez fosilizado.
Su esposa contó lo que pasó: "Se despertó una noche convencido de que mientras dormía, había visto su pez con todas las características perdidas perfectamente restauradas", reveló Cecile Braun.
"Pero cuando trató de retener la imagen y dibujarla, se le escapó".
Al igual que Loewi, Agassiz tuvo suerte y repitió el mismo sueño la noche siguiente.
Eso tampoco funcionó.
"A la noche siguiente volvió a ver el pez, pero sin un resultado más satisfactorio. Cuando despertó desapareció de su memoria como antes", contó su mujer.
Pero la historia tuvo final feliz porque el inconsciente del experto mantuvo su obsesión y ,esta vez, el suizo estaba preparado.
"En la tercera noche colocó un lápiz y papel al lado de su cama antes de irse a dormir. Hacia la mañana, el pez reapareció en su sueño, confuso al principio, pero al fin con tal claridad que ya no dudó de sus características zoológicas", contó Madame Agassiz.
Con ayuda de este mapa onírico, el paleontólogo pudo recortar la piedra en los lugares exactos para revelar al esquivo pez, que así pudo ingresar a su famoso libro y ser parte de la historia de la ciencia.