Este domingo en “De tú a tú”, Martín visitó a Álvaro Rudolphy, no en su casa, sino en su espacio de trabajo. “Este lugar es parte de mi cabeza. Hay una parte de mi cerebro que está escondida y está acá”, dijo el actor sobre el lugar, en lo que fue la primera vez que mostró su intimidad en televisión.
Ahí, el protagonista de telenovelas como “Marrón glacé”, “Estúpido cupido”, “Dónde está Elisa?”, “Conde Vrolok” y “Pituca sin lucas” le mostró a Martín algunos de los tesoros que guarda, entre ellos sus múltiples premios a Mejor Actor, muchos afiches de teatro y su colección de 360 sopletes de gasfitería que fue comprando de a poco en viajes y colecciona desde hace más de 20 años. Sin embargo, dice que ahora los tiene a la venta.
“Dejé las teleseries y empecé a entrar en una etapa de despojarme. Hay que alivianar la mochila para el viaje. Siento que terminé una etapa en mi vida, un estilo de vida que se cerró o se está cerrando. Empiezas a tener que decidir por qué preocuparte, qué es lo realmente importante, y eso es la familia, la mujer, los hijos, y lo material empieza a estorbarte”, reflexionó.
Nacido en Santiago, Álvaro vivió en Concepción hasta la separación de sus padres con sus dos hermanos mayores. Según explicó, el matrimonio de sus padres se deterioró por sus visiones políticas diametralmente opuestas en plena Unidad Popular, y pronto se mudó con su madre a Viña del Mar, donde pasó toda su infancia y adolescencia.
Tras el Golpe de Estado su madre quedó cesante, y pasaron penurias económicas, así que junto a sus hermanos tuvo que empezar a trabajar. “Yo tenía 12 años y nos poníamos los fines de semana en la Avenida Argentina en Valparaíso con un papel y vendíamos queso, nuestra ropa u otras cosas para ayudar en la casa”, contó.
Con sólo 10 años, Álvaro sufrió el momento más complejo de su vida cuando fue atropellado por una micro en la Ciudad Jardín. “Me sacó la pierna, me quebró el fémur, me salió el hueso, esta parte se desencajó. La rueda me agarró la pata y me arrastró, entonces me sacó toda la piel y la carne. Quedé debajo de la micro, consciente”, relató el actor, añadiendo que años después se enteró de que estuvo a punto de ser amputado.
“Me iban a cortar la pata. Me atendieron unos alumnos en práctica que hicieron un torniquete y querían cortarla. Pero llega un doctor que estaba de turno, el doctor Soto, y dice ‘Momento, tratemos de salvarle la pierna’. Y me la salvó”, reveló.
Según indicó, la reconstrucción de su pierna se la hizo un tío abuelo doctor, mediante dolorosos injertos.
“Estuve tres meses de espalda, tenía un fierro como una herradura en un encatrado (...) Recuerdo que llegaban y una enfermera me agarraba un brazo, la otra me agarraba el otro, me ponían un pañuelo en la boca y me empezaban a raspar la carne viva. Imagínate el dolor. Tres veces a la semana todo ese tiempo”, confesó.
Cuando finalmente volvió al colegio, sus compañeros le pusieron el apodo “pata de cumbia”.
Por la cicatriz con la que quedó, Álvaro adquirió una severa inseguridad con su cuerpo.
“Yo siempre fui tímido desde niño. No me atrevía a sacarme la ropa para las clases de gimnasia, me daban vergüenza mis brazos, después me dieron vergüenza mis piernas. A la playa en Viña yo siempre iba con mis amigos de pantalón, decía que se me quedaba el traje de baño. Después en la escuela de Teatro lo superé todo”, relató.