El martes 6 de junio la Presidenta Michelle Bachelet salía distendida de una reunión con empresarios canadienses en Toronto. A sólo cinco días de su última cuenta pública en el Congreso, -de la que recibió elogios del oficialismo y críticas de la oposición-, la Mandataria se trasladó a ese país en visita de Estado.
Bachelet siempre ha privilegiado un estilo hermético y de absoluta distancia con la prensa que la sigue en sus viajes internacionales. Pero esta vez, en el hall del Hotel Omni King Edward, se dejó ver bromista y conversadora. “Ningún empresario canadiense nos criticó problemas de gestión. Todos quieren invertir en Chile”, aseguró, aludiendo a los cuestionamientos que ha recibido durante su administración por la situación económica del país.
Siempre protegida por los dos escuderos que la acompañan en sus viajes desde el inicio del gobierno, Haydee Rojas -jefa de prensa- y Patricio Aguayo -escolta-, Bachelet bromeó además por el éxito del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, con las mujeres y sorprendió en general a la comitiva por su buen estado de ánimo.
“Está muy relajada, como el primer año”, fue el comentario entre quienes viajaron en el avión presidencial.
Pese a que el rechazo ciudadano ha marcado estos más de tres años de gestión -la última encuesta del CEP arrojó un 18% de aprobación y un 57% de desaprobación, es decir, por cada persona que apoya su gestión hay tres que la reprueban-, en el entorno de Bachelet aseguran que de cara a la recta final de su mandato ella está más tranquila.
¿La razón? Consciente de que a ocho meses de dejar La Moneda y tras episodios que la impactaron política y personalmente, siente que en su última cuenta pública logró transmitir el legado reformista de su gobierno. Y que esto -la implementación de al menos parte de los cambios que prometió en campaña-, es lo que ocupa un lugar de privilegio en la agenda de despedida de la Presidenta y sus asesores, por sobre incluso la continuidad de la coalición en el poder a partir de 2018.
Bacheletismo acérrimo
En su entorno aseguran que la Presidenta ya quiere cerrar el período y para eso es necesario concentrarse en pocos aspectos: aprobar cuanto antes los proyectos pendientes en educación, despenalización del aborto y elección de gobernadores regionales. Eso, junto con presentar las reformas a la ley de pensiones y las bases para una nueva Constitución.
Según comentan en el oficialismo, la Presidenta y sus ministros están en la misma sintonía: han insistido en que el gobierno en la práctica ya terminó (quedan apenas ocho meses, cruzados por elecciones) y es necesario acelerar los proyectos emblemáticos.
La Mandataria nunca cultivó una relación cercana con el mundo parlamentario, pero al día de hoy, el nexo es prácticamente nulo. Ya no tiene un diálogo fluido con senadores como Carlos Montes (PS), Felipe Harboe (PPD) o Andrés Zaldívar (DC), con quienes en algún minuto estableció nexos. Todo lo transmite a través de su comité político compuesto por Mario Fernández (Interior), Rodrigo Valdés (Hacienda), Nicolás Eyzaguirre (Segpres) y Paula Narváez (Segegob).
Su comité político actual -bacheletista, ante todo- es hoy su "zona de confort". Con estos ministros se siente como no se sentía hace mucho. Su principal orejero es Eyzaguirre, a quien mantuvo en la Segpres pese a la presión de los partidos; Narváez es su amiga personal, y si bien a Fernández se le apunta como alguien sin ascendente en la Nueva Mayoría, se le reconoce una sólida lealtad con la Presidenta.
Según describen en el Ejecutivo, tras la salida de Marcelo Díaz en el cargo que hoy ocupa Narváez, esta última ha ido ganando cada vez más espacios e influencia en la Presidenta, incluso por sobre Ana Lya Uriarte, quien en 2014 reemplazó a la actual vocera en el rol de jefa de gabinete, cuando Narváez se fue de postnatal.
Junto con el ascenso de la vocera en el círculo de influencia bacheletista, ha recuperado espacios la ex directora de la Secretaría de Comunicaciones (Secom), Paula Walker, quien salió en 2015 del cargo luego de fuertes conflictos con Peñailillo y se quedó como asesora del segundo piso.
Narváez viaja seguido al Congreso, tiene más grados de empatía con el mundo parlamentario que el propio Eyzaguirre y ha demostrado preocupación por el futuro de la coalición. Una prueba de ello fueron las intensas gestiones que realizó -sin éxito- junto al senador Montes para evitar que el PS proclamara al senador Alejandro Guillier como candidato, en desmedro del ex presidente Ricardo Lagos.
Check legislativo
Para muchos en la Nueva Mayoría, Bachelet se rodea de un círculo más bien autocomplaciente que la protege y que prioriza más el legado y la concreción de las reformas, más que en entregar la banda presidencial a un presidente de la misma coalición.
Según comentan en Palacio, esta visión es compartida: creen que el triunfo del ex Presidente Sabastián Piñera es altamente probable. Y bajo esa premisa, la sucesión pasa a un segundo plano. La tarea, entonces, apunta a dejar un legado que perdure en el tiempo.
De hecho, en la Secom vienen hace varias semanas preparando ideas para la salida de la Mandataria. Pedro Güell, -jefe de contenidos de Bachelet y el principal artífice de su última cuenta pública-, es el principal ideólogo de un material que ya se está trabajando para realzar los logros del gobierno. Hasta ahora se evalúa el formato, puede ser en libro o en material audiovisual. Pero lo importante será destacar iniciativas sociales conocidas y otras no tanto de esta gestión.
Y en ese camino, lo que importa al Ejecutivo es solo acelerar las reformas en el Congreso, cosa que tiene frustrado a más de algún parlamentario oficialista que piensa que leyes como la elección de intendentes podrían quedar mal implementadas si se aprueban este año, como desean en la DC y como ha exigido Alejandro Guillier.
Un senador del bloque intentaba explicar su molestia con el “frenesí” de La Moneda, poniendo como ejemplo una discusión que el ministro Eyzaguirre enfrentó este martes 6 de junio en el almuerzo habitual con la Nueva Mayoría.
En la cita, el senador Pedro Araya (ind.- DC) advirtió que la ley de identidad de género tiene un vacío legal importante que viene desde su redacción: permite que las personas puedan cambiarse de género más de una vez, lo que conlleva el riesgo de fraudes. Todos los parlamentarios presentes solicitaron mejorar la redacción de la normativa antes de que pasara a la Cámara de Diputados. Pero Eyzaguirre habría optado subsanar el problema durante la tramitación. “Bachelet sólo quiere hacer un ‘check’ a sus leyes y eso podría convertirse en varios transantiagos”, advierte un legislador.
Legado sin escuderos
En julio 2009, el otrora candidato presidencial de la ex Concertación, Eduardo Frei, encabezaba la celebración del aniversario 52 de la DC con un discurso de continuidad del primer gobierno de Bachelet. Eran tiempos en que la Mandataria dejaba La Moneda con un 73% de aprobación, según la encuesta del CEP de ese semestre.
“Soy un continuista y a mucha honra. Me siento orgulloso de ser heredero de la gran obra de la Presidenta Bachelet, que voy a seguir en mi próximo mandato", decía Frei entre aplausos. En la cita estaba presente Bachelet, quien apoyó varias veces al ex legislador en público, y se mostró preocupada por la continuidad de su gestión.
Hoy, ninguna de esas señales se ha reeditado. Con una coalición fracturada y ante la fragilidad de la mayoría parlamentaria, Bachelet no ha hecho gestos explícitos por algún candidato, y tanto Alejandro Guillier como Carolina Goic, han marcado sus diferencias con la gestión de la Presidenta.
Además, en La Moneda son conscientes de que en esta pasada, el hecho de que Bachelet no haya generado lazos con el mundo político y legislativo en estos cuatro años, tendrá como consecuencia principal la falta de “escuderos” o defensores de su obra.
A eso se suma una preocupación que circula con cada vez más fuerza en el oficialismo. Luego de que Piñera tuviera que enfrentar a la justicia por el caso Exalmar, entre algunos ministros del gabinete se ha comentado el riesgo de que Bachelet termine declarando el próximo año por SQM y el financiamiento de su campaña en 2013.
Es decir, el principal temor es que si las causas contra Peñailillo y Giorgio Martelli -ex administrador de la campaña de Bachelet- no se cierran este año, la derecha terminará presionando para que la Mandataria enfrente un escenario similar al de Piñera en este período.
En el gabinete han concluido que una situación así incluso daría más holgura a Piñera para que -en caso de ganar las elecciones y en base a lo que ya ha manifestado como parte de sus promesas de campaña-, pueda hacer modificaciones profundas a las reformas impulsadas en este gobierno. Y con ello desdibujar el legado que pretende dejar Michelle Bachelet.