Por Phillip Durán

25 de mayo, Día de la Patria en Argentina, pero el tweet fijado en la cuenta del embajador de Chile en Buenos Aires, Nicolás Monckeberg, no es un ningún saludo: es el hilo en que anunció que debía "rectificar error en información publicada por @CasaRosada en reciente punto de prensa. La tasa de fallecidos en Chile es de 3,5 x100 mil habitantes y no de 98,5 como señala el siguiente gráfico que mostraron”.

El impasse por las cifras de contagios en varios países -por el que el Ministerio de Salud transandino terminó pidiendo “disculpas” el pasado domingo- mostró lo que algunos diplomáticos chilenos explican como un ajuste en el diseño inicial de Santiago ante Buenos Aires: en principio, la decisión apuntó a -pese a las marcadas diferencias ideológicas entre los gobiernos de Sebastián Piñera y Alberto Fernández- evitar tensiones públicas, apostando por impulsar una agenda de cooperación con un vecino clave.

Ahora, sin embargo, el embajador exigió públicamente una “aclaración”, motivado por lo grueso del error argentino – “si fuese correcta esa tasa de mortalidad, de 98 fallecidos por 100 mil habitantes, tendría que llevar a un resultado total de fallecimientos de cerca de 17 mil. Y la verdad es que son 670″, dijo Monckeberg en radio Mitre el domingo-, pero también como una muestra de que “la paciencia no es infinita”, como dicen en Santiago.

Chile mantiene su objetivo de trabajar en una agenda de largo plazo, marcada por la cooperación, insisten en la Cancillería, y prueba de eso es que no se envió una nota diplomática de protesta en paralelo al reclamo de Monckeberg. Sin embargo, admiten una creciente decepción ante la seguidilla de “tropiezos”: al error en las cifras este fin de semana se suman el freno hace un par de semanas -sin dar explicaciones- de la llegada del embajador Rafael Bielsa a Santiago, la polémica arenga de Fernández a la oposición chilena para recuperar el poder “en favor de los chilenos” y, el más reciente, la designación como directora de prensa de la Casa Rosada de Paula Chahín, esposa del ex frentista Galvarino Apablaza, requerido en extradición desde Chile por el asesinato de Jaime Guzmán.

“No ayuda en nada”, dicen en Santiago. En la UDI, las malas caras son varias. “En materia de terrorismo internacional, hay distintas posturas de los países. Algunos han colaborado a la acción de la justicia, otros se han negado sistemáticamente. No cabe duda que Argentina es uno de esos casos… Hay una lógica de impunidad lamentable”, indicó el senador Juan Antonio Coloma. Su par Iván Moreira sostuvo que “aquí hay un hostigamiento contra Chile, no veo la capacidad del gobierno argentino de fortalecer nuestras relaciones, quieren una relación a distancia… rechazamos el espíritu del Presidente argentino contra nuestros país”.

“La solicitud de extradición de Galvarino Apablaza sigue muy vigente y no bajaremos los brazos. Tenemos una causa activa en los tribuales argentinos y otro en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No tenemos miedo a las influencias que puede estar ejerciendo el círculo cercano del señor Apablaza. Claramente tienen buenos contactos en el Gobierno de Alberto Fernández, ya que la designación de la señora Chahín es claramente una señal de mucha confianza”, indicó a su turno el diputado gremialista Issa Kort, integrante de la Comisión de RR.EE. Y agrega que “confiamos en la separación de poderes y el avance de la vía administrativa con el fin de poder concretar el dictamen de la Corte Suprema argentina para que el requerido se presente ante los tribunales chilenos".

Otros diplomáticos reparan en un elemento adicional: el embajador Monckeberg aún no presenta sus cartas credenciales. A fines de febrero, el ex ministro presentó copias de las cartas credenciales ante el canciller Felipe Solá, pero la ceremonia tradicional ante el mandatario transandino no se produjo antes del inicio de la pandemia.

Este rito diplomático no es menor, pues es una suerte de inicio de la misión, de que el embajador puede actuar como tal y desplegarse. En Santiago agregan, en todo caso, que Monckeberg está activo desde que llegó a Buenos Aires.

La ausencia de la ceremonia se atribuye a la pandemia y sus restricciones. Por lo mismo, comentan algunos, “no hay para cuando en el calendario…”.

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