Por Christian Rendic

“La religión existe por la necesidad del hombre de sacralizar la violencia, que a su vez es el principal instrumento del poder político”. Esta fue una de las frases que el periodista estadounidense Jon Lee Anderson emitió durante su participación, este fin de semana, en la sexta versión de Puerto de Ideas en Valparaíso.

Fue la reflexión con que Anderson cerró su exposición “Dioses asesinos: el lazo histórico entre violencia y religión”. Ante más de 300 personas que repletaron la antigua iglesia de la Congregación de los Sagrados Corazones -en una puesta en escena con la construcción de fines de 1830 que hoy pertenece a la Universidad de Playa Ancha como telón de fondo-, el destacado cronista de The New Yorker habló sobre la relación entre religión y violencia, recordando vivencias como cuando estuvo a punto de morir lapidado en Gaza por “infiel” o de cómo un musulmán al que consideraba su amigo le confesó que eventualmente podría terminar asesinándolo.

Jon Lee Anderson -autor entre otras de La caída de Bagdad y de Che Guevara: una vida revolucionaria-, es una de las plumas destacadas de un medio que se opuso con firmeza a la candidatura de Donald Trump, al punto que editorializó el triunfo del magnate como “una tragedia americana”.

Desde esa posición crítica, y en una breve conversación con T13.cl en Valparaíso, Anderson habla del mea culpa que a su juicio debe hacer la prensa tras el triunfo de un líder que, según el periodista, conlleva razones reales para que ciertos sectores de su país deban vivir con miedo.

“Creo que sí vale la pena una autocrítica", sostiene el periodista, pues a su juicio "la televisión norteamericana, los dos grandes canales como Fox y CNN, le hicieron el juego a Trump, le dieron oxígeno y tuvo propaganda gratis. Él hizo la campaña a través de sus canales, y creo que es válido que haya una especie de autocrítica mayor ahí”.

“La prensa quedó corta”

Para Anderson, Trump supo explotar su perfil mediático. Sumado a la necesidad de rating y de generación de ingresos por parte de la industria, el hoy Presidente electo logró una cobertura masiva, sostiene el periodista. Además, considera que los usuarios de las redes sociales se exponen finalmente a opiniones que refuerzan las propias, más que buscar posturas disonantes que alimenten el debate.

-Las que usted menciona no fueron las únicas cadenas ni los únicos medios que dieron amplia cobertura a Donald Trump.

-Hasta cierto punto todos los medios lo hicieron. Sea como sea, el hombre sabía manipular los medios y todo era cuestión de ratings. La mayoría de los medios, como están extenuados, dependen de la popularidad, de que la gente mire a sus canales o compre sus periódicos y vea sus anuncios, y eso significa que son vulnerables a figuras como Trump. Este tránsito de los medios al mundo digital, hecho a mano por clicks de gustos o likes, ha significado que "pillos" como Trump hayan sabido manipular al público de una forma inusitadamente mayor que antes. Y eso significa que tenemos que hacer no sólo autocrítica, sino reflexiones profundas en torno a lo que somos y adónde vamos como medios. Si estamos tan vulnerables y podemos ser manipulados y utilizados de esta forma, ¿qué dice de nosotros y de nuestro papel en la sociedad y hacia dónde vamos ahora?

Si (los medios) estamos tan vulnerables y podemos ser manipulados y utilizados de esta forma, ¿qué dice de nosotros y de nuestro papel en la sociedad y hacia dónde vamos ahora?
Jon Lee Anderson

-Hubo muchos medios que fijaron una posición clara de rechazo a la candidatura de Trump; medios que marcaron con fuerza sus contradicciones o derechamente mentiras, y que hablaron del riesgo de elegir a un candidato que incluso tildaron de misógino, xenófobo y racista...

-Entre ellos mi medio, el New Yorker, y el New York Times también...

-Pero así y todo Trump ganó. ¿Hay una desconexión de los medios con el público o él efectivamente supo recoger el sentimiento de una parte importante de la sociedad estadounidense?

-Pasa una cosa, y es que los lectores del New Yorker o del New York Times votaron por Clinton... Al menos la mayoría. Pero el que vive en Indiana, por ejemplo, no lee el New Yorker ni el Times. Además mucha gente ya está transitando a teléfonos móviles, donde lee lo que les gusta leer. O sea, tú en Twitter sigues a quien te gusta seguir, no necesariamente al que interesa. Somos los periodistas los que hacemos seguimiento a figuras que nos interesan, pero que no son santos de nuestra devoción. El ciudadano común no sigue a alguien que no le gusta, sino que lee el periódico que confirma y reconfirma su punto de vista. O mira a Fox, que es de la derecha, o mira a CNN, que no es ‘ni chicha ni limonada’ (…) No estamos suministrados de la misma manera que lo estuvimos antes, del amplio criterio de opiniones que se manifiesta en una sociedad. Y creo que por eso la prensa quedó corta en entender que realmente había sectores de la población que tenían un punto de vista totalmente distinto, y que iba en serio. 

-¿Por qué?

-La razón de esa disonancia cognitiva tiene que ver con esto (muestra su Smartphone), con que estamos todos puestos frente a nuestros espejitos mágicos y no estamos viendo realmente lo que piensa el otro. Estamos opinando, estamos leyendo, estamos haciendo clicks, pero no compartimos los mismos espacios; andamos juntos y entre en un colectivo de 20 personas, 18 podrían estar bien pensando en una cosa totalmente contraria y distinta a uno, sin que uno lo sepa. Ese es el riesgo y la realidad en que vivimos ahora.

En momentos de mayor reflexión -que creo que son pocos- Trump es astuto en cuanto a la supervivencia: si piensa que debe bajar o subir el pulso de alguna actitud de compostura, lo hace
Jon Lee Anderson

-¿Cuál es el verdadero Trump, el vociferante de la campaña o el que dio un discurso de triunfo más conciliador y fue cordial en su visita a la Casa Blanca?

-Él es las dos cosas, obvio. Es esa figura pública fanfarrona, bélica, muy competitiva, capaz de cualquier cosa para ganar cualquier competencia que sea, y por otro lado es un hombre que posiblemente sea patológica o clínicamente narcisista, que es posible que sea clínicamente sicópata, en el sentido de que no creo que tenga empatía. Estamos con un tipo que se dice que habita mucho entre los CEO de las grandes corporaciones, a los que les falta empatía, y esto parece que muchas veces es asociado con los que buscan el poder, una especie de poder absoluto. Es un tipo que ha sido rico toda la vida, y la mayoría de la gente que lo rodea está a su servicio y siempre lo han estado. Nunca ha sido pobre ni ha conocido la pobreza en la vida, tiene un desdén hacia los demás, porque piensa que todo el mundo es comprable y eso se ha reafirmado una y otra vez en su vida: mujeres, mayordomos, choferes, guardaespaldas... Es cosa de ver cómo los políticos se han doblegado ante él, los mismos que repudió en su propia cara. Es obvio que tiene un desprecio hacia las demás personas, un narcisismo muy profundo y creo que eso es un reflejo de quién es Trump.

-Pero mostró cierto grado de moderación tras ser electo…

-Trump es un tipo que en momentos de mayor reflexión -que creo que son pocos- es astuto en cuanto a la supervivencia: si él piensa que debe bajar o subir el pulso de alguna actitud de compostura o comportamiento, lo hace. Pero en el fondo, todo lo que gira a su alrededor es el impulso de salir al tope, siempre. Él tiene que ser el número uno siempre, y ese es su fin y esa es la razón de su existencia.

-¿Tienen razones, realmente, los latinos, las mujeres, los musulmanes en Estados Unidos hoy para sentir temor?

-¡Claro! Mira los ataques que ha habido desde el triunfo de Trump. Ha habido un súbito índice de ataques virtuales, pero también físicos, contra gente de otro color, inmigrantes, y creo que corren riesgos. Si el hombre "número uno" utiliza terminología así, un lenguaje así, la gente abajo tiende a replicarlo, La gente se siente libre... Antiguamente habría sido un mal comportamiento, pero ahora se sienten que están avalados por el “número uno”.

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