Por Axel Callís, analista político
La presentación del Gabinete en un régimen presidencial es el único momento que tiene un presidente/a para plasmar en un diseño (¿una foto conceptual?), el cómo y con quiénes quiere gobernar. Es el momento de más libertad y menos presión para proyectar una visión de lo que se quiere hacer, éste es el gran dibujo que observará la ciudadanía. Y, tal vez, sea el instante más feliz de un presidente/a, pues a partir de ese minuto, la historia ya no depende enteramente de él, sino de cómo se dispongan las piezas en la compleja misión de gobernar.
Nunca olvidaremos el primer Gabinete de Sebastián Piñera en 2010, plagado de mensajes y símbolos. El presidente iba colocando a cada ministro un pendrive como si fueran medallas olímpicas, junto con entregar carpetas y archivadores. Era una especie de premiación a lo que el consideraba “los mejores”. Muchos independientes, empresarios y profesionales exitosos, más otros militantes de partidos, conformaban un grupo que intentaría, como gran mensaje, hacer en el Estado lo que siempre ha resultado en el mercado: gestionar eficientemente la política como si fueran decisiones comerciales y todo 24/7.
En esa oportunidad fue Jaime Ravinet quien se robó la película al venir desde la DC, una sorpresa llamativa entre una mayoría de titulados de la UC y ambiente de éxito. No obstante, lo anterior, el primer cambio de Gabinete se produjo 11 meses después, y fue el primero de tres ocurridos ese año 2011, partía la novedad del primer diseño: Jaime Ravinet, entre otros.
Y así, antes de completar la mitad del periodo de cuatro años, Piñera extrae a un puñado de políticos con experiencia desde el Congreso, con Andrés Chadwick a la cabeza, siendo el fin de los ejecutivos y ejecutivas “exitosas” del mundo privado, rotulando ese momento como fracaso. Se imponía ahora la política de siempre por sobre la tecnocracia.
Años después, antes de terminar enero de 2014, Michelle Bachelet en su segundo mandato anunciaba su gabinete. Con el aprendizaje de su primer Gobierno y de la administración que terminaba Piñera, decidió convocar a tres parlamentarios en ejercicio, Ximena Rincón (SEGPRES), José Antonio Gómez (Justicia) y Jorge Burgos (Defensa), además, de nominar a sus voceros del comando entre los nuevos ministros/as.
Un Gabinete en extremo político, concentraba en su diseño, un triunvirato partidario y cien por ciento emanado desde el corazón de la antigua Concertación, con Ximena Rincón por la DC, el PS con Álvaro Elizalde y Rodrigo Peñailillo del PPD. Se aplicaba el manual y se dejaba al “jefe” de todos en el comando en la cartera más relevante: interior.
De esta forma, Rodrigo Peñailillo, quien fue su Jefe de Gabinete del primer gobierno de Bachelet y que formó y lideró la campaña de 2013, asumía la responsabilidad máxima. El mensaje era claro, la G90 son los herederos y Peñailillo el elegido.
Antes de terminar ese año 2014, se produce un cambio menor en Salud (Helia Molina), pero el verano de 2015 explotan hacia el gobierno los casos SQM sobre el financiamiento ilegal a la política y CAVAL, lo cual quiebra el diseño inicial ministerial.
En mayo de 2015, es decir, a quince meses de haber iniciado el segundo mandato, Bachelet anunciaba en un programa de TV de Don Francisco que haría un cambio profundo de Gabinete. Días después caían los pilares de su primer diseño: Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas, entre otros, este segundo nombre se transformaba en primer ministro de Hacienda en ser sacado de su cartera por evaluación negativa desde el régimen de Pinochet. En total nueve cambios, y el fin del comité político inicial. Llegaba Jorge Burgos a Interior y con ello el freno al plan de reformas profundas.
Un par de meses después del cambio, se iniciaba el periodo caracterizado por el “realismo sin renuncia”, doctrina que asumía el estancamiento transitorio económico del país como incompatible con la agenda de cambios que se habían prometido en la campaña de 2013 y 2014. Una nueva versión de “en la medida de los posible”.
Tres años más tarde, finalizando enero de 2018, Sebastian Piñera, en una ceremonia mucho menos ambiciosa y tecnocrática que la realizada durante su primer Gobierno, anunció su diseño ministerial, el cual tenía como sello, desinstalar sin complejos cualquier rastro de los cambios profundos que había propuesto Bachelet. Su gran triunfo electoral le daba esa espalda política.
Rescatando seis ministros de su primera administración, y dotando de mucha experiencia al Gabinete, se pretendía a través de la gran promesa del crecimiento económico, plasmada en el eslogan “Tiempos Mejores”, mejorar sustantivamente los indicadores macroeconómicos dejados por Bachelet. Todo parecía calzar.
Sólo pasaron cinco meses antes que se quebrara el primer diseño ministerial. Con el cambio del polémico ministro de educación Gerardo Varella y una designación en Cultura en extremo turbulenta, como fue la Mauricio Rojas, el cual duró tres días en el cargo, se realizó el primer ajuste ministerial del segundo gobierno de Piñera. Marcela Cubillos saltó desde Medio Ambiente a calmar las aguas en Educación y era el rostro político que la situación demandaba según el presidente.
El último cambio relevante antes del estallido social se produjo en junio de 2019, sin tocar el comité político, y el contexto de un bajo crecimiento económico, caída en las encuestas de aprobación del Gobierno y presidente, más la polémica por llevar a sus hijos al viaje oficial de China y Corea del Sur, donde participaron en reuniones con inversionistas chinos, conjugaron un clima adverso, pero dentro de parámetros normales de la coyunta política. Días antes tambien el presidente Piñera había tenido una opaca cuenta pública, y de esta forma, el cambio ministerial evolucionó de ajuste inicial, a algo más profundo que tocaba el corazón económico y de OOPP.
La historia luego del 18 de octubre de 2019 es conocida, bastantes cambios y ajustes ministeriales, también renuncias y todo tipo de enroques. Caídas de comités políticos y acusaciones constitucionales. Un panorama que confirma siempre lo impredecible que es la política y sus azares.
Este viernes 21 de enero de 2022 Gabriel Boric, al igual que sus predecesores, mostrara sus cartas, su diseño y sus sueños. Habrá seguramente una impronta y un concepto ministerial representado por hombres y mujeres que intentarán plasmar la visión del presidente electo para los próximos años.
Así como ocurre en todo gobierno, habrá ajustes y cambios en los próximos meses, la pregunta es cuándo y dónde específicamente, puessiempre lo relevante de la direccionalidad recae en la duración y poder del Comité Político, que es donde está el corazón de las confianzas, y por qué no decirlo, la llave de los éxitos o fracasos de un gobierno.
Este viernes 21 se producirá la primera impresión de la ciudadanía del gobierno de Boric, será la carta de presentación y, como siempre, no existe una segunda oportunidad para esta primera impresión. Ya no habrá vuelta atrás.