Días antes que se firmara el Acuerdo por Chile -que habilita un nuevo proceso constituyente tras el triunfo del Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre pasado-, el analista político Francisco Covarrubias firmó una columna publicada en el diario El Mercurio donde advertía que Chile Vamos debía “superar el miedo” para avanzar en el diálogo que en ese momento llevaba a cabo con las coaliciones oficialistas y otros sectores políticos.

Días después de suscrito el acuerdo, el decano de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez profundiza, en entrevista con T13.cl, en los temores que acompañaron el proceso y aborda el escenario que debe enfrentar una derecha que ya asoma dividida entre la postura de Chile Vamos y la de Republicanos.

“El acuerdo se demoró tres meses en firmarse porque nadie quería ir a elecciones, esa es la verdad. Por eso, esto fue con brazos caídos: la UDI le tenía miedo a los Republicanos, RN al Partido de la Gente, la DC a los amarillos y el oficialismo le tenía miedo a la baja popularidad de Gabriel Boric. En esa columna que escribimos con Álvaro Fischer fue para decir que, lo que convenía, ir a las elecciones y no fijar expertos, no tratar de imponer expertos. Este era un momento propicio para hacer una nueva Constitución por dos motivos: Uno, porque hay una cierta sensatez después del trauma que significó la experiencia anterior. Dos: estrategia electoral, porque a la derecha nunca le ha convenido más un momento para las elecciones que éste; hay un gobierno con bajo apoyo, la izquierda se la jugó por un proyecto refundacional”, sentencia el también columnista de Tele13 Radio.

“Este es el momento, pero claro, había una presión muy grande de una parte de la derecha para meter esto debajo de la alfombra, que decían que ya esto había sido una mala experiencia, que ya se había acabado el proceso constitucional. Eso es de una gran miopía, esa tesis la levanta Republicanos, pero al interior de la UDI y RN había mucha gente que estaba en esa. Por tanto, lo que escribimos fue para respaldar lo que se estaba haciendo”, asegura Covarrubias.

—¿Esa presión viene de la bases, de altos dirigentes que ya no están en primera línea, de dónde?

—Yo hoy no sé finalmente quiénes son las bases, yo creo que hoy las bases de los partidos se acabaron. O sea, las bases están hoy entre Twitter, los financistas, en distintas partes. La pulsión natural de la derecha es tratar de olvidarse de esto, que el proceso fue un mal sueño y que ya despertamos de él y olvidémonos de eso. Si la derecha hubiese profundizado en las reformas de Lagos a lo mejor no hubiésemos llegado hasta acá, pero una vez que llegamos a lo que llegamos, el proceso hay que cerrarlo. En ese sentido, me parece importante que la centroderecha se desmarque de la derecha dura que va a torpedear el proceso como una forma de posicionarse frente al electorado. Chile Vamos debe construir una muralla china con el Partido Republicano y por ningún motivo construir juntos, porque en política hay sumas que restan. Pensar que Republicanos te suma... no, te resta. 

—Los liderazgos de Chile Vamos destacaban que lo crucial fue que cumplieron su palabra y que finalmente fue un acuerdo sensato. ¿Es un buen acuerdo para la centroderecha?

—Es un buen acuerdo para la centroderecha por dos motivos. Primero: una de las banderas levantadas por la centroizquierda, que estaba muy incómoda con el proyecto constitucional, es decir que la centroderecha no es confiable. En la campaña nadie pensaba ganar con el 62%, porque el 62% lo que hizo fue profundizar la tesis que creían que no había que hacer nada más. Ahora la derecha aparece cumpliendo su palabra y queda para la historia como un hecho que la legitima. Segundo motivo: si uno lee los 12 puntos (de las bases constitucionales) uno ve que son razonables y que espantan mucho de los miedos de la derecha. ¿Uno puede decir que la derecha ganó? La verdad es que esos doce puntos, lo que hacen, es rescatar lo que fue la elección del 4-S. Parte de la izquierda hoy día está aproblemada por este acuerdo... que se diga que los derechos sociales deberán ser progresivos, fiscalmente responsables, que podrán ser provistos por privados, es todo lo contrario a lo que fueron las banderas refundacionales de la izquierda. ¿Uno puede decir que la izquierda claudicó? No, lo que pasó es que esas banderas fueron derrotadas estrepitosamente el 4-S. Estos 12 puntos entonces no los impone la derecha sino que lo fueron de alguna forma impuestos el 4-S con el 'Rechazazo'.

—¿Cuánto le pesa a Chile Vamos la postura del Partido Republicano? Esa colectividad va a apostar evidentemente a los desencantados de la UDI y RN por este acuerdo...

—El electorado de derecha en Chile y en el mundo y a lo largo de la historia se mueve principalmente por miedo. ¿Miedo a qué? A la izquierda, al desorden. La pregunta es... para ese electorado de derecha, tradicional, que en Chile es cerca del 40%, ¿qué le ahuyenta más el miedo: un acuerdo razonable, enmarcado, que marca bases para una Constitución razonable, o el torpedeo total de pegarle a la izquierda, del team patriota, el megáfono, la pelea frontal? Me parece que, para el electorado de derecha, la vía del acuerdo le despeja mucho más los temores. Chile Vamos debe racionalizar eso: este camino a usted le va a generar más certidumbre, le va a generar menos temores, por tanto, Chile Vamos debe aislar al Partido Republicano, como lo hizo, de cierta forma, el Partido Popular con VOX; luego llegaron a acuerdos puntuales, pero no pueden ser lo mismo, no pueden formar parte de lo mismo porque tienen visiones que son muy distintas. 

—¿Y en los cálculos electorales no les jugará en contra en una elección de consejeros ir separados, sobre todo si la izquierda logra unidad?

—En la elección de convencionales anterior, la derecha cargó con una gran mochila que fue haber estado con el Rechazo de entrada. Eso lo más importante, más allá de si fueron o no juntos o cómo estaba en ese momento Piñera... porque se presentaba gente como convencional después de torpedear el proceso constitucional. Eso, en el efecto inverso es muy posible que se dé ahora. Es decir: la izquierda va a salir con la mochila de haber estado por aprobar una Constitución loca, refundacional, un mamarracho, porque cada vez más nos vamos a ir dando cuenta de la demencia que era eso. La izquierda y la centroizquierda ahora llegan con esa mochila, además de otras cargas como la baja popularidad del Presidente Boric... Si uno hace el cálculo matemático entre Chile Vamos y Republicanos, puede ser, pero como ya dije: hay sumas que en la política restan. El Partido Republicano le impide a Chile Vamos la opción de construir un discurso mucho más moderno, alejado de todos los fantasmas anteriores.

—¿Qué tan relevante es el rol que jueguen los exconvencionales de la derecha? Por nombrarle algunos, Marcela Cubillos, Eduardo Cretton han dicho estar disconformes o dicen incluso que aún hay riesgos de que se instale la plurinacionalidad...

—La derecha tiene presiones muy duras incluso de personas con pocas convicciones democráticas y pienso que eso se ha ido eso juntando en los Republicanos... Y más allá del rol de los exconvencionales, veo el rol de Javier Macaya como clave, creo que él es el gran ganador, fue capaz de ir en contra de una posición casi mayoritaria al interior de su partido, de su sector, de decir 'sabe qué, acá ganamos tan rotundamente, murieron los otros', no, siguió adelante. Ese factor de liderazgo debe continuar en esta nueva etapa, levantar una bandera y decir 'este camino genera más certidumbre', 'este camino genera menos temores en vez de ir al choque frontal'. Porque ese choque frontal fue la política que la derecha utilizó durante treinta años y después terminó en estallido social.

—La UDI esta semana ha enfatizado en que Jadue y Kast son lo mismo, alejándose de esta derecha dura. Macaya de hecho dijo que no se sentía heredero de Jaime Guzmán...

—En buena hora que diga eso, Jaime Guzmán era una persona inteligente, pero con convicciones democráticas bien cuestionables...

—Entonces es bueno tomar ese nivel de distancia con la derecha de Kast...

—Había un político español que se llamaba Manuel Fraga que decía una frase que parece que no era de él, y que decía: en la política y en el sexo hay extraños compañeros de cama. Y acá hay extraños compañeros de cama: en la misma cama está Pamela Jiles, con José Antonio Kast, Gonzalo de la Carrera, con Daniel Jadue que está con una pata adentro y otra afuera y Parisi... ¿entonces? No es que sean lo mismo, pero creo el clivaje subterránea de esta elección va a ser democracia liberal y populismo. Quienes consideran la democracia en su sentido más propio de que la política es negociación, la búsqueda de acuerdos, conceder puntos pero también ganar otros, versus el populismo, los que son rimbombantes, los que quieren prender fuegos artificiales. El problema es que el populismo suele ser más sexy que la democracia liberal entonces ahí hay un gran desafío para el proceso que viene. Si el proceso funciona bien, por ejemplo, el llamado quizás ya no sería a resolver el mamarracho constitucional, sino que aquí podría ser el llamado a rechazar a los políticos y ahí entramos en un espiral súper complicado y ahí de nuevo pueden estar juntos los extremos.

—¿Cómo se evita o se sale?

—Hay que tratar de convencer al país de que el acuerdo no es lo que te deja 100% satisfecho, pero que es un proyecto razonable y si el proyecto es razonable entonces deja, como quien dice, una certidumbre hacia delante. 

—Y que deja a cualquier gobierno la posibilidad de llevar adelante su programa de gobierno...

—Exacto... ese era el gran pecado que tenía el proyecto constitucional anterior, que era un programa de gobierno, pero que era la contratapa de la Constitución del 80, como decía Jaime Guzmán, a propósito: que gobierno con nuestras ideas incluso nuestros adversarios... eso era exactamente la propuesta constitucional rechazada. 

—¿Y cuánto le va a pesar en esto el PDG a Chile Vamos?

—En política ocurre lo mismo que en la moda: lo que rápido crece, rápido decrece y eso es lo que ha ocurrido con el PDG, el Partido de la Gente ya pasó. Subió y bajó rápidamente; el problema es que representa un espíritu que puede estar encarnado en otro partido. La lista del Pueblo, con una lógica distinta, también subió rápido y murió rápido. Es posible que puedan surgir entonces partidos callampas como éstos, en el sentido de la palabra de que 'crecen rápido'....

—¿Cree que al Partido Republicano le puede salir caro que en la franja no hayan defendido por ejemplo la idea del Rechazo a secas? Al final se entendía que adscribían a esa misma campaña...

—Eso me parece bien diluido, no lo veo grave o como una falta de compromiso, lo que sí me parece grave es el intento de torpedear esto con la ilusión de acá vamos a volver a un pasado que ya existió o con esta idea como decía Musolini 'al enemigo no hay convencerlo, hay que aplastarlo'. La derecha que votó por Kast, ese 44% en gran parte es un voto contra Boric entonces el núcleo duro que representa José Antonio Kast no es el 44%...

—¿Y el 29% de la primera vuelta?

—Ese 29% tampoco creo que sea su porcentaje porque ese 29% fue en contraste a un candidato que se desfondó, que era Sebastián Sichel. La derecha siempre vota contra la izquierda antes que por su propio candidato; se enamoró de Sichel como una posibilidad de que eso podía derrocar a la izquierda, cuando vio que ya no era factible, lo abandonó rápidamente y se fue con Kast. La votación de Kast entonces me parece que es mucho menos que el 29%. Ahora, ¿qué entendemos por ultraderecha o extremaderecha? Yo suelo habla de José Antonio Kast como derecha ultraconservadora, pero no de extrema derecha.

—¿Por qué?

—Porque me parece que José Antonio Kast, a quien conozco, fue profesor mío, es una persona que sí tiene convicciones democráticas. En el mundo, los sectores de extremaderecha están en contra de la democracia liberal. Sin embargo, dentro del grupo que apoya a José Antonio Kast, o la gente que pulula a su alrededor me parece que sí hay gente de extremaderecha. En ese sentido, me parece muy importante que Chile Vamos pueda zafarse de eso. Ahora, los extremos en el mundo están brillando mucho más que los partidos moderados, que son 'aburridos', y que, por lo tanto, generan poca excitación... ahí hay un desafío. 

—Con este "torpedeo", ¿el Partido Republicano aprovechará este momento para reforzar su identidad?

—Sí, totalmente, esa postura es para reforzar su identidad. El libro de Vargas Llosa, la guerra del fin del mundo, se puede aplicar en esto; un búsqueda de identidad... 'todos son nuestros enemigos, acá estamos nosotros, somos los llamados a salvar', es un poco eso, una cosa media religiosa lo que está detrás de eso. El problema ahora es que el Partido Republicano, en la elección de consejeros, va a salir a hacer campaña por algo de lo que han sido contrarios y que fue el problema que ya tuvieron en la elección de convencionales anterior... Y tienen un segundo problema: la centroderecha y la derecha va a tener que optar por el camino que más les despeja temores, ¿el choque frontal o la búsqueda de los acuerdos? A mí me da la impresión de que una gran mayoría de la centroderecha se va a ir por el camino de 'genera más certidumbre la búsqueda de acuerdos'. Porque además el trauma del estallido social está muy presente. Ese trauma va a durar todavía algunos años y ese trauma necesariamente va a marcar a toda una generación.

—Tanto Javier Macaya como José Antonio Kast tienen riesgos. El primero, si el proceso nuevo sale mal y el segundo, si el proceso es exitoso. A JAK le pueden decir, por ejemplo, que no está capacitado para gobernar porque no es capaz de ver la política en el largo plazo....

—El primer fantasma de este proceso es que no se logren acuerdos. Segundo: que acá están los políticos de siempre que nos han 'robado, abandonado, que son los causantes de todos nuestros problemas', que entonces esa es la cocina o la elite y 'acá está el pueblo que rechaza'. Si bien yo hoy le veo una baja probabilidad a eso, no es imposible. Como eso no está asegurado, acá hay dos posibilidades: si José Antonio Kast y compañía se la juegan por el fracaso de esto, bueno, tienen dos opciones, si fracasa, ganan; si gana, pierden... Y si ganan, ganan mucho y si pierden, pierden mucho. Acá se están jugando una carta del todo o nada. Me parece una irresponsabilidad política lo que está haciendo el Partido Republicano, porque hay que pensar que hasta el Partido Comunista se sumó a este acuerdo. Está bien, pueden estar forzados porque son oficialistas, porque o sino les implicaba salir del acuerdo... pero sigue siendo irresponsable.

—Este segundo fantasma se ve acrecentado con esta sensación que hay de que meterán a 'jubilados' políticos a competir en esta elección... se ha hablado incluso de expresidentes. ¿Tiene que existir renovación o al menos una buena mixtura?

—Esta fórmula tiene problemas: nombrar expertos, por más difícil de definir qué es un experto, no va a ser tan difícil. Me imagino que va a estar Patricio Zapata, Ignacio Briones, personas de las que la gente va a decir 'tiene expertise'. Yo creo que poner a los expresidentes sería un tremendo error. La pregunta es cómo lograr candidatos a la convención... eso me parece mucho más complejo, porque hoy tiene poco glamour, porque van a estar mucho más horquillados, y porque los candidatos requieren tener vocación de ir a la feria y entregar folletos, eso, me parece, no va a ser fácil para los partidos. ¿En quiénes vamos a caer? En los mismos políticos de siempre, en los que perdieron la última elección senatorial, los que perdieron en la elección de convencionales, entonces, vamos a tener a políticos jubilados y derrotados, porque yo no veo a los grandes juristas de candidatos a la Convención, por eso yo creía que era mejor la fórmula de las listas nacionales, donde los partidos hubiesen podido poner gente que ellos consideraban razonable y que la gente hubiese votado por el partido. Ojalá que en la elección de expertos los partidos pongan el máximo cuidado para encontrar gente que realmente uno no pueda cuestionar.

—¿Cuánto puede influir esta lucha por el tono opositor en el Congreso entre Chile Vamos y el Partido Republicano en el nuevo proceso constitucional?

—Eso va a ser un tema y al final es la permanente dicotomía que tienen las oposiciones en todo ámbito: cuán duro ser, cuán dialogante ser y eso, en general, las oposiciones tienen que leer el electorado y tiene que leer un poco la ciudadanía. Entonces, cuando la sociedad está muy polarizada, en general, las oposiciones se polarizan; cuando la sociedad está menos polarizada, se valoran los acuerdos. Hoy estamos en una ventana, que no creo que dure mucho tiempo, de moderación. Esa ventana se ha abierto porque el gobierno se ha moderado... si tuviéramos a un gobierno polarizado, como el que se inició, entonces, probablemente la oposición estaría más dura.

—¿Este acuerdo muestra una capitalización del Rechazo, o la centroderecha aún no capitaliza?

—El Rechazo va a ser difícil de capitalizar, pero el Apruebo va a ser una mochila que va a durar mucho tiempo para la izquierda. Cada vez se va a hacer más patente el delirio que significó la Convención anterior. Si vamos a tener una Convención donde la gente va a ir a dialogar, que no van a ir disfrazadas, que va haber gente razonable, el contraste con el capítulo anterior va a ser tan grande que el costo de haber aprobado esa Constitución va a ser cada vez peor...

—O sea no es que la derecha tenga que hacer mucho...

—No. Guardando las proporciones: para la derecha, haber votado que Sí en el plebiscito de Pinochet fue un lastre que le duró 20 años. Esto es distinto, no hay un dictador de por medio, ni nada, pero tiene un grado de comparación: a la izquierda, haber votado Apruebo por esa propuesta de Constitución refundacional, le va a costar mucho y por mucho tiempo. 

—¿Y para la izquierda qué ha significado este acuerdo?

—Este acuerdo a la izquierda más dura, como el PC y otros, le va a significar una pugna interna muy grande, de la cual no sé cómo van a poder salir. Claramente los doce puntos son el antónimo de lo que levantan hace un año, entonces, supongo que quienes suscribieron al acuerdo se dan cuenta de que la ciudadanía en el fondo defiende esos 12 puntos, pero al mismo tiempo esa izquierda siempre ha sido identitaria y ahí hay una pérdida de identidad muy grande que yo creo que va a significar una pugna ideológica, de 'quiénes somos' muy profunda. Algunos ya quieren modificar lo que se firmó, eso es súper impresentable y da cuenta de que hay una cierta incomodidad en la izquierda por aquello que firmaron y eso vamos a ver cómo se dilucida y eso le va a generar un gran desafío al Presidente y al gobierno de poder liderar a su coalición, porque aquí se corre el riesgo de que en esa pulsión identitaria de la izquierda se pueda terminar quebrando todo. 

—Chile Vamos apuesta a eso justamente, a que Boric pueda alinear a los suyos.

—Claro, pero lo que hace el acuerdo, finalmente, es reivindicar los 30 años y eso es muy duro para quienes se han levantado en la política en contra de ellos. 

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