Fue un mes intenso, de debate, de arenga política. Casi nadie se mantuvo al margen.

La disputa política llegó a la intimidad de los hogares.

Todos los días, a las 10:45 de la noche, los chilenos prendían el televisor para ver los comerciales de 15 minutos del sí y del no.

El 5 de octubre de 1988, hace 30 años, se celebró una consulta pautada por la Constitución aprobaba en 1980 por el régimen militar de Augusto Pinochet, quien llegó al poder por un golpe militar en 1973.

Esa Constitución establecía que 90 días antes del término del mandato de ocho años de Pinochet se debía proponer un candidato para ocupar el cargo de presidente de la República, sujeto a la ratificación de la ciudadanía.

Si en el plebiscito ganaba el Sí, el candidato propuesto asumiría su mandato de 8 años en marzo de 1989. Si ganaba el No, se prorrogaría un año el mandato de Pinochet y se convocaría a elecciones generales a presidente y parlamentarios 90 días antes del fin de esta prórroga.

La campaña se tomó la vida cotidiana de un país.

Se creía imposible que un gobierno dispuesto a desaparecer disidentes, catalogado por organizaciones de derechos humanos de todo el mundo como una "dictadura", fuera a aceptar una derrota electoral.

Se creía que participar en la consulta lo único que haría sería legitimar simbólicamente al régimen, que si ganaba iba a alardear de atributos democráticos.

Pero, contra todo pronóstico, el No a la candidatura de Pinochet ganó por 10 puntos porcentuales.

Cuando los resultados mostraron esa diferencia apabullante, con la presencia de miles de corresponsales extranjeros en el país, con el ojo del mundo entero puesto en Chile, Pinochet reconoció la derrota y arrancó un complejo proceso de transición.

Nada de esto habría ocurrido si no hubiera sido por la novedosa campaña electoral.

Ivo Skarmeta era por ese entonces uno de los tantos jóvenes que estaban presenciando, impresionados, cómo la política se tomaba la conversación cotidiana.

Con una preocupación más estética que política, el joven artista empezó a recoger estos panfletos en la calle durante los meses previos al plebiscito.

"Era una cuestión muy íntima relacionada con el coleccionismo", dice el hoy realizador audiovisual, quien guarda estos y otros panfletos -así como vinilos- en el archivo de Metadata, su productora.

"Con estos panfletos yo de alguna manera pude encontrar un lenguaje, por eso iba más allá del mensaje político. Por eso fue que busqué panfletos de ambos lados. Porque para mí era un lenguaje de la calle, del pueblo, que tanto me interesa en los murales", añade en conversación con BBC Mundo.

La campaña del no y su lema de "la alegría ya viene" son conocidos por todos los chilenos, pero el mundo se enteró masivamente con la película (2012) de Pablo Larraín y protagonizada por Gael García Bernal que fue nominada al Oscar.

La campaña del No cambió el discurso que venía creando la oposición a Pinochet antes del plebiscito, dominado por la denuncia contra las violaciones a los derechos humanos y democráticos.

Gestionada por un equipo de publicistas de marcas comerciales, la campaña dio un mensaje fresco, novedoso, juvenil que prometía un futuro distinto, próspero y alegre.

El oficialismo respondió con una moneda similar, aludiendo al humor, la burla y la cizaña.

Por eso el ir y venir de los comerciales, que se sintonizaban todos los días en la noche y de alguna manera se ven reflejados en estos panfletos, se tomó la agenda noticiosa del país.

Hoy esa campaña es estudiada en las clases de estudios políticos en el mundo entero como un ejemplo de innovación en el discurso para generar interés en una batalla política que siempre es compleja, técnica y muchas veces parece perdida.

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