Marcos Kaplún llegó por azar a Donald Trump. Un domingo de invierno del año 2007, mientras almorzaba en el estadio israelita entabló conversación con un empresario norteamericano que estaba de visita en Chile para esquiar. Este le contó que había hecho fortuna fabricando camisas y corbatas con la marca Trump. Las mismas que se comercializan en la Trump Tower de la Quinta Avenida en Nueva York, junto a varios otros productos del merchandising típico en torno al empresario, como otras ropas y chocolates.

Le contó también que conocía muy de cerca al empresario y sus tres hijos mayores —Donald Jr, Ivanka y Erick—, y que sabía que hace poco habían logrado materializar negocios inmobiliarios en Panamá, pero que teniendo interés de ir más hacia el sur aún no habían dado con alguien que los asesorara.

Kaplún le comentó que esa era justamente la especialidad de Kayco International, el negocio inmobiliario del que era director en Chile. “Luego me preguntó si iría pronto a Nueva York y le comenté que en noviembre de ese año acompañaría a mi hijo a la maratón. Me dijo que si me parecía bien que me recibieran los hijos de Trump para conversar sobre la idea y fue así como luego pactamos una reunión en el piso 20 de la Trump Tower”, describe.

 

Ivanka Trump (a la derecha) junto a la esposa de su padre, Melania.

-¿Fue solo con los hijos o también conoció al padre?

-Cuando ya estábamos todos reunidos, entró Donald Trump y me dijo tres palabras que me dejaron marcado. En el sector inmobiliario siempre se habla de que las tres palabras más importantes son ubicación, ubicación y ubicación, y sin embargo, él me dijo que las suyas eran paciencia, paciencia y paciencia. La verdad es que en el negocio inmobiliario uno a veces no tiene mucha paciencia, quiere que el negocio salga al tiro, pero suele demorarse. Por eso creo que son muy buenas sus tres palabras.

 

-¿Cómo fue ese primer encuentro con la familia?

-Me contaron que habían entrado en Panamá hacía poco y que no habían podido encontrar una forma para llegar a Sudamérica, porque ellos cobraban entre US$ 6 y US$ 8 millones sólo por usar el nombre en algún proyecto. Ahí les dije que si pretendían cobrar eso en Sudamérica no iban a entrar nunca, porque aquí no se manejaban esos valores. Me preguntaron cómo podrían lograrlo, pensando además en que de ingresar a algún lugar tenía que ser donde hubiese mucho glamour. Me pidieron que los asesora en todo este tema, les respondí que sí y empezamos un contrato que dentro de dos meses ya tuvo un informe con sugerencias.

 

-¿Eran muy distintas a las que se imaginaban?

-Les dijimos que la manera de entrar en Sudamérica era cobrando US$ 1 millón por el uso del nombre. Les propusimos que si acostumbraban cobrar US$ 3.000 por el metro cuadrado construido del edificio que fuera, por llamarse Trump podría cobrar unos US$ 500 adicionales, y de ese monto reservarse la mitad y el resto para el agente inmobiliario. Si construía un edificio de 10 mil metros, por ejemplo, fácilmente le ingresarían otros US$ 2,5 millones, lo que hace más interesante el negocio. Esta propuesta les encantó.

 

-¿Y dónde hay glamour en Sudamérica?

-Les propusimos tres lugares: Punta del Este, Puerto madero e Isidora Goyenechea. Empezamos a ver lugares y finalmente entablaron un negocio en Punta del Este, un edificio de 150 departamentos, pero con un estilo distinto al que les habíamos propuesto. Tomaron la idea del lugar, nosotros no participamos, sino que se juntaron con unos argentinos, pero se volvieron locos. En vez de cobrar US$ 3.000 por metro cuadrado pidieron el doble, por lo que les costó mucho vender el 30% de preventa que necesitaban para construir, recién al cuarto año lo lograron, pero bajando el precio a US$ 3.900.

 

-¿Cuándo decidió romper relaciones con la familia Trump?

-El año pasado decidí no seguir asesorándolos, por todo lo que él habló en la campaña relacionado con los mexicanos y los latinos. Es muy complicado el tema y algunos de mis clientes mexicanos me preguntaron mucho por estas palabras y todo lo que generaban.

 

-¿Seguía asesorándolos?

-Ya había cumplido con lo que me habían encargado. Sé que ahora también están haciendo algo en Brasil, en Río de Janeiro. La gente tiene la idea de que él pone mucha plata en inversiones, pero en verdad no pone nada. En Uruguay decían que Trump va a poner tanta plata en hoteles, pero no es así. Su negocio básicamente es cobrar por poner su nombre.

 

-¿Se volvió a juntar directamente con él alguna otra vez?

-No, solamente esa vez.

 

-¿En la oportunidad en que lo vio y habló con él ¿Cómo lo percibió?

-Él estuvo presente unos 10 minutos en la reunión. Se le notaba muy hiperquinético.

 

Los hijos y la campaña

-¿Cómo ve a sus hijos?

-Conocí a los tres mayores, de su primer matrimonio. De ellos, Ivanka es la más inteligente, además que me tocó estar junto a ella en el proceso en que se convirtió al judaísmo. Para casarse con el dueño del New York Observer tuvo que convertirse al judaísmo de manera ortodoxa y en ese marco tuvimos una estrecha relación, ya que yo además soy presidente de todos los clubes judíos de América Latina.

 

-¿Sigue relacionado con ella?

-En el último tiempo no la he visto, pero hemos hablado por mail.

 

-¿De resultar electo Donald Trump, Ivanka podría tener un rol relevante en las decisiones del padre?

-Sí, claro. Ella sería la primera dama en las sombras. Si se fija, en la última convención del partido Republicano, fue Ivanka quien lo presentó. Esas son señales importantes. Los otros hijos son muy buena gente, pero es ella quien lleva la batuta.

 

-Mirando desde Chile ¿Cómo ha visto a Trump en campaña?

-Personalmente me da la impresión que han llevado las campañas a un lugar por sobre las ideas, están desprestigiando a las personas y no se discute de proyectos.

 

-¿Cree que en la campaña la imagen de Trump ha quedado realmente plasmada o se ha ensuciado un poco?

-Creo que si gana va a tener que moderarse mucho en lo que dice.

 

-¿Tiene opciones para ganar?

-Como están las encuestas ahora, cualquier cosa puede ser.

 

-¿Volvería a tener una relación de negocios con él?

-Me enseñaron que nunca hay que decir nunca.

Publicidad