El FMI elevó este jueves de 0,2% a 0,3% su previsión de crecimiento del PIB de Brasil para este año pero rebajó la de 2018 y alertó que la crisis política "arroja una sombra" sobre la economía.
"El crecimiento es proyectado en 0,3% en 2017 y 1,3% en 2018", señaló el FMI tras una misión del organismo que revisó la economía brasileña. En abril la entidad había estimado que el gigante sudamericano crecería 0,2% este año y 1,7% en 2018.
"La profunda recesión de Brasil parece estar cerca del fin" dice el informe del comité ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI). "Indicadores recientes sugieren que la economía de Brasil se aproxima a un punto de giro", añadió.
Sin embargo, alertó que "el crecimiento reciente de las incertezas políticas arroja una sombra sobre las previsiones".
En la visión del FMI, "la inestabilidad política y el contagio de las investigaciones sobre corrupción son las mayores fuentes de riesgo que pueden amenazar la agenda de reformas y la recuperación" de la economía brasileña.
Brasil experimentó un fuerte retroceso de 3,8% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2015 y en 2016 la caída fue de 3,6%, en una secuencia de dos años de recesión que constituyen los peores resultados de la serie histórica iniciada en 1948.
A mediados de mayo, el economista jefe del FMI para América Latina, Alejandro Werner, había apuntado que en ese momento era aún "prematuro" para evaluar el impacto de la crisis política.
En la última asamblea semestral del Banco Mundial y el FMI, realizada en abril en Washington, la directora gerente de la entidad, Christine Lagarde, había expresado su confianza de que la economía brasileña estaba ensayando una recuperación.
"Gracias a medidas que fueron anunciadas, y algunas de ellas ya aplicadas, parece que la economía de Brasil ha hecho la curva, y mejorará en 2017 y en 2018", había dicho Lagarde en la capital estadounidense.
En los últimos 14 meses el gigante sudamericano se sumergió en una espiral de crisis política de la que parece no hallar salida.
En ese período la presidente Dilma Rousseff fue depuesta por el Congreso y su substituto, Michel Temer, es arrollado por denuncias de corrupción. En tanto, el miércoles el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue condenado en primera instancia a más de nueve años de cárcel.
En un nuevo paso de la interminable crisis, este jueves una comisión de la Cámara de Diputados sorprendió a recomendar que se archiven las denuncias contra Temer, aunque la situación aún está lejos de su último capítulo.
Lula, de su lado, ya adelantó que apelará la condena divulgada el miércoles y reafirmó que sigue en carrera para las elecciones presidenciales de 2918, a las que los sondeos lo perfilan como en franco favorito.
Este escenario de literal caos político, agravado por la existencia de un atomizado Congreso donde hay una treintena de partidos representados, es el foco de las preocupaciones del FMI, que considera apropiadas las propuestas del gobierno de Temer de una reforma de los sistemas laboral y de seguridad social.
El martes, el Senado aprobó una controvertida reforma de la legislación laboral que, entre otras cosas, prevé la posibilidad de dividir las vacaciones hasta en tres periodos y autoriza la "jornada intermitente", con el pago de salarios sobre una base horaria o por jornada, y no mensual.
De acuerdo con sondeos, alrededor del 58% de los brasileños rechaza esas medidas.
Con esta reforma, el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, espera "generar empleos".