Después de más de 30 años de incansable expansión mediante compras, alianzas o agresivas ofertas para ganar cuota de mercado, Telefónica decidió esta semana darle un giro de 180 grados a su estrategia.

Sobre todo la que tiene que ver con sus mercados en Latinoamérica y su marca Movistar.

La multinacional española se quedará con los negocios de Brasil, Reino Unido, Alemania y España, sus principales mercados hasta la fecha y donde los directivos ven mayor potencial de crecimiento.

No en vano, estos cuatro mercados generan el 80% de sus ingresos.

El resto, incluidos Argentina, Colombia, Chile o México, pasarán a formar parte de una nueva filial independiente con la que Telefónica tiene intención de hacer caja mediante una de estas tres opciones: vender, sacar a bolsa o buscar socios.

Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela también entrarán en este esquema.

A principios de año, Telefónica había vendido a su rival América Móvil-propietaria de las marcas Claro y Telcel y cuyo accionista mayoritario es el multimillonario mexicano Carlos Slim- sus filiales en Guatemala y El Salvador.

También salió de Costa Rica, Nicaragua y Panamá.

Este plan de desinversiones llevará unos meses y no significa que la marca vaya a desaparecer. Si los planes de la operadora española salen bien, solo cambiará de propietarios, pero sus sus clientes no quedarán sin servicio.

"La forma tradicional de crecer ya no sirve. Tenemos que buscar otras opciones", dijo el presidente de la compañía, José María Álvarez-Pallete, en una carta que explica las razones de la compañía para desplegar esta nueva estrategia.

El directivo cita las incertidumbres geopolíticas, macroeconómicas y regulatorias, y la elevada competencia en la región, pero también la volatilidad de las divisas locales que daña los beneficios a la hora de repatriarlos a su matriz.

Polémico desembarco

En la década de los 90, Telefónica participó activamente en los procesos de privatización de las operadoras de telecomunicaciones estatales, operaciones con las que la empresa desembarcó en América Latina y que sentarían las bases para su expansión por toda la región.

Chile fue el primer país de América Latina en el que Telefónica inició su actividad, en 1989. Le siguieron Argentina y Perú.

El intenso plan de inversiones desplegado permitió desarrollar las redes, ganar clientes y expandirse, llevando a Telefónica a participar en calidad de primer o segundo operador en varios países de Latinoamérica.

En la oleada de privatizaciones, el caso más polémico se vivió en Argentina, dónde se acusó al gobierno de Carlos Menem de varias irregularidades, como vender la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel) por un precio inferior al de mercado, subir las tarifas antes de cerrar la operación y hacer drásticos ajustes de la plantilla de trabajadores.

Entonces, Telefónica ganó la puja por los negocios en el sur del país, que hasta entonces había operado ENTel.

Pero lo cierto es que la relación entre las empresas españolas y los países de Latinoamérica fue siempre tirante y se mantiene la percepción de que en su entrada en sectores estratégicos obtuvieron muchos privilegios e incumplieron reiteradamente los compromisos de inversión.

Así lo reflejan en su libro "El proceso de privatización en la Argentina" los economistas Eduardo Basualdo y Daniel Azpiazu.

Las privatizaciones trajeron "incumplimientos en materia de calidad y compromisos de inversión, en la protección de los intereses de los usuarios y la preocupación por la universalización de los servicios, así como por la seguridad en la prestación de los servicios".

Sin embargo, para el profesor de economía del Instituto de Empresa Juan Carlos Martínez Lázaro, "en los 30 años de presencia, las empresas españolas han contribuido mucho a la modernización del tejido productivo y a la generación de empleo".

Difícil entorno de mercado

Telefónica opera en un sector que se encuentra bajo presión.

El mismo presidente de la compañía reconocía que el modelo de negocio que ha permitido "llegar hasta aquí con éxito se está agotando".

Pallete se refiere a las llamadas de voz que durante años reportaron cuantiosos beneficios al sector de las telecomunicaciones.

La interconexión, la inmediatez y el uso masivo de internet han cambiado por completo las preferencias de sus clientes.

"Todo el entorno de la industria en la que opera Telefónica ha cambiado mucho en los últimos años. Es normal que se centre en las áreas en las que mantiene ventajas competitivas y que se deshaga de las líneas de negocio menos rentables", explica a BBC Arturo Frei, gerente de Renta 4 en la oficina de Santiago de Chile.

Abultada deuda

La deuda ha jugado también un papel importante en esta reestructuración. La compañía acumula casi US$42.000 millones, una cifra abultada que podría haber desencadenado peticiones de sus accionistas para que la reduzca vendiendo activos.

Al igual que otras firmas de telecomunicaciones, Telefónica está teniendo problemas para lograr un sólido crecimiento de sus ganancias, recordó Reuters.

Pero es que además, la operadora se enfrenta también a los turbulentos momentos que atraviesan muchas economías de la región.

Frei cree que hay miedo a las instituciones latinoamericanas "sobre todo tratándose de un servicio tan sensible para la sociedad".

"Es probable que los directivos hayan tomado esta decisión porque creen que la seguridad jurídica podría empezar a disminuir y querrán anticiparse a una jugada de este tipo", estima el analista.

Para Javier Molina, portavoz de eToro en España, era necesario que Telefónica saneara su estructura para poder hacer frente a los desafíos del futuro.

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