He pasado buena parte de la última década asistiendo a conferencias para ayudar a las mujeres a combatir un problema muy extendido: la desigualdad salarial.
A medida que los cursos de defensa personal comenzaron a ganar popularidad a principios de la década de 1980, buscamos la solución para abordarlo en esos talleres, enseñando a las mujeres a negociar y a comprender cuánto valen.
Pero al hacerlo cometimos un grave error. Pusimos el peso de la carga de la desigualdad salarial sobre las víctimas de discriminación y culpamos de la brecha salarial a sus decisiones profesionales.
Una investigación que hice recientemente me reveló que la diferencia salarial empieza mucho antes de que hagamos esas elecciones de carrera y negociaciones: a niñas adolescentes de tan solo 14 y 15 años se les paga menos que a los chicos de su edad.
Usé datos representativos a escala nacional del National Longitudinal Study of Youth (Estudio Longitudinal Nacional de Jóvenes de EE.UU.) para observar las tendencias y también entrevisté a 35 mujeres jóvenes que trabajaron como niñeras y a otras 25 que trabajaron en los sectores de comercio y servicios en Estados Unidos.
Probé qué pasa cuando las mujeres jóvenes y niñas negocian su salario. Descubrí que, para las niñeras más jóvenes, las negociaciones no son una solución sencilla a la desigualdad: cuando negocian, son vistas como menos atractivas y más manipulativas y, por tanto, es más difícil que sus empleadores les paguen más.
Además, hablar de dinero se ve como lo opuesto a preocuparse, especialmente en trabajos que requieren mucho esfuerzo. Así que, por ejemplo, pedir dinero hace que parezca que a las mujeres jóvenes no les importa el trabajo y que no son buenas para el equipo.
Hay maneras de combatir esto pero, lo más importante, en mi opinión, es que dejemos de culpar a las mujeres, que son víctimas de la discriminación.
Necesitamos tratar la desigualdad salarial como una falla sistemática de las instituciones, no como problemas individuales de negociación.
Vacío de información
Uno de los mayores retos es la falta de información.
Muchas chicas jóvenes con las que hablé dijeron que no conocen el salario mínimo de ciertos trabajos. En la era de la información, la falta de transparencia sobre salarios resulta chocante.
Necesitamos poner información al servicio del público y hacerla accesible a las mujeres.
La falta de información prevalece sobre todo en trabajos autónomos, como el cuidado de niños. No hay muchos sitios web que den estos datos o se basan en información propia y no reflejan cómo es la industria realmente.
Es un aspecto muy importante en la entrevista de trabajo. No importa cuánto negocies: si entras en la discusión partiendo de un salario de base sustancialmente menor a lo que deberían pagarte, ya estás en desventaja.
Aprendiendo a hablar sobre dinero
Otra barrera es que a las niñas se les enseña que no hay que hablar sobre dinero.
Muchas mujeres jóvenes con las que hablé dijeron que no comparaban datos con amigas sobre trabajo. Podríamos crear una cultura abierta y transparente para enseñar a las niñas a hablar sobre dinero.
En cambio, los hombres con los que hablé que trabajan como niñeros, aunque no son muchos, sí comparten información entre ellos, pero no con las mujeres que tienen el mismo puesto. ¿Significa eso que las redes son más útiles para los hombres?
En el caso de las mujeres, muchas veces no se da pie a que haya una conversación sobre dinero. Una joven niñera me dijo que como estaba cuidando a la hija de su madrina no tenía que pedirle dinero.
Pero la brecha salarial no tiene que ver solo con el dinero, sino también con las descripciones laborales.
Otra solución reside en asegurarnos que ponemos las mismas descripciones para hombres y mujeres. Cuando les pides a los padres que describan el rol del cuidador de niños, varía según el género del postulante.
A ellas les piden que hagan algunas tareas del hogar, como cocinar para la familia o ayudar a los niños con los deberes; a ellos, a penas les piden ese tipo de cosas.
Es importante hacer esas descripciones claras. No solo el trabajo en sí, sino también la duración de la jornada, pues ellos suelen terminar antes su turno.
Las mujeres que trabajan como niñeras tienden a quedarse más tiempo sin cobrar horas de más y eso implica que para ellas el tiempo no es tan importante que para los hombres.
Las entrevistas
Las entrevistas de trabajo también son diferentes según el género. Los empleadores suelen preguntarles a los hombres más a menudo cuánto esperan ganar. Son más abiertos con ellos que con las mujeres a la hora de hablar de dinero.
De la misma manera, a la hora de negociar suelen compartir con ellos cosas como los gastos de transporte, que no explican tanto con las mujeres.
Todo esto no quiere decir que las mujeres no deberían negociar cuánto ganan, sino que deben analizar más detenidamente lo que ocurre si negocian.
En lugar de proporcionar talleres individuales, tal vez es hora de que los empleadores se hagan responsables de sus propias actitudes.
* Yasemin Besen Cassino es profesora de sociología en la Montclair State University, Estados Unidos, y autora del libro "Cost of Being a Girl: Working Teens and the Origins of the Gender Wage Gap" (El coste de ser una chica: adolescentes que trabajan y los orígenes de la brecha salarial de género).