La locomotora alemana, así suelen referirse en Europa a la pujante economía de su gran potencia. Pero el suyo es un tren que discurre por raíles distintos a los de otras grandes economías globales.

Una cifra lo dice todo. Mientras que la deuda pública de Estados Unidos lleva tiempo por encima del 105% del Producto Interior Bruto (PIB) anual, en Alemania apenas supera el 68%.

El dato refleja la clásica aversión alemana al endeudamiento descontrolado.

Al contrario que otros, los gobiernos alemanes gestionan la economía nacional como muchos hogares la doméstica. Se trata de evitar a toda costa un desequilibrio excesivo entre ingresos y gastos.

Esto diferencia el modelo de crecimiento alemán del de otros colosos, como el estadounidense o el chino.

¿Por qué esta diferencia? La causa es una ideología muy poco conocida fuera de Alemania: el ordoliberalismo.

Para entenderla hay que viajar a la ciudad de Friburgo de Brisgovia, en el estado de Baden-Wurtemberg.

Allí, en la década de 1930, un grupo de economistas liderados por Walter Eucken (1891-1950) trabajan en el ámbito universitario en busca de soluciones para los enormes daños causados por la Gran Depresión de 1929.

Mientras Adolf Hitler y los nazis se hacen con el poder y lanzan al país por el despeñadero que abocará a la Segunda Guerra Mundial, los estudiosos de la Escuela de Friburgo diseñan un modelo económico que se convertirá en el guión inquebrantable de la política económica de la Alemania Federal.

Junto con pensadores como Franz Böhm (1895-1977) y Hans Grossmann-Doerth (1894-1944), Eucken diseña un modelo en el que el Estado debe limitarse a fijar las reglas para que el mercado y la competencia funcionen, absteniéndose del estímulo activo por el que abogaba John Maynard Keynes, el gran teórico económico de la izquierda en el siglo XX.

"La cuestión era si el estado debía jugar un papel o solamente fijar unas reglas", dijo a la BBC Gerhard Schick, diputado por Los Verdes en el Parlamento alemán y experto en la teoría ordoliberal.

Contra la intervención del Estado

A esa disyuntiva, la escuela de Friburgo responderá subrayando la importancia de fijar claramente unas reglas que regulen la actuación de las fuerzas del mercado para asegurar la competencia, pero, como escribió Eucken, "no dirigir el proceso económico en sí mismo".

Las cuentas públicas debían, además, estar rigurosamente saneadas.

Nace así el ordoliberalismo, del alemán ordnung, orden en español, que marcará toda la política alemana posterior y un sistema que se bautizó como economía social de mercado.

Paradójicamente, en el periodo nazi, Eucken y sus seguidores apenas encontraron eco a sus tesis.

Como cuenta Schick, "la dictadura no permitió a los ordoliberales participar en el debate económico".

Pero tras la caída del nazismo, el ordoliberalismo se convirtió en una corriente hegemónica en Alemania, aunque muy poco conocida fuera de ella.

Peter Bofinger es uno de los miembros del Consejo Alemán de Expertos Económicos que asesora al Ejecutivo, explica que las raíces de esta visión tan específicamente alemana.

"La experiencia nazi dejó el papel del Estado muy desacreditado, mucho más que en ningún otro país europeo, por lo que arraigó una visión muy escéptica sobre el que podía ser su papel", afirma.

El legado de Erhard

Sería el canciller Ludwig Erhard quien, cuando llegó al poder en 1963, llevaría a la práctica las ideas de Eucken. A Erhard se lo considera el padre del llamado milagro económico alemán.

Desde entonces, sin apenas excepciones, todos los gobiernos se atuvieron a las tesis ordoliberales.

Este experto es de los pocos alemanes que cuestiona las premisas ordoliberales. "A menudo me siento como el último mohicano en las reuniones del Consejo de Expertos", llegó a decir.

Pese a que en su país suene a herejía, Bofinger cuestiona las conclusiones de la Escuela de Friburgo.

"Alemania con Hitler vivió unos años de pleno empleo porque se puso a todo el mundo a trabajar en las fábricas e infraestructuras. Eucken asoció erróneamente el pleno empleo a la economía planificada que llevó a la guerra y concluyó que el pleno empleo no debía ni siquiera intentarse".

Aquella fue también una época de alta inflación, incremento de los precios, la otra gran bestia negra de los economistas alemanes.

Mucho tiempo después, durante los años de la crisis del euro y los rescates a Grecia y otros países con esa moneda, arreciaron las críticas a la negativa alemana a incrementar el gasto para reactivar la economía.

Nacido en Friburgo, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, encarnó la resistencia a flexibilizar el rigor presupuestario, pese a los llamamientos de figuras tan destacadas como el presidente estadounidense Barack Obama

Yanis Varoufakis, el ministro griego que negociaba con él en las reuniones en Bruselas, criticó que para Schäuble "las reglas tienen un carácter divino".

La teoría económica clásica recomienda adoptar medidas de estímulo cuando, como ocurrió entonces, cae la demanda de bienes y servicios.

En Alemania lo vieron de otra manera.

En un país dominado por la cultura del ahorro antes que la del crédito, "se hizo popular la equivocada idea de que los vagos del sur de Europa no deberían malgastar el dinero tan duramente ganado por los alemanes", dice Schick.

A contracorriente

Para frustración de quienes reclamaban que el Banco Central Europeo imprimiera más dinero para hacer frente a la recesión, como estaba haciendo la Reserva Federal de EE.UU., la canciller Angela Merkel insistió en que la política monetaria siguiera el que Eucken definió como su "objetivo sagrado: la estabilidad".

Pese a las muchas presiones del exterior, la opinión predominante en la gran potencia europea no ha cambiado. Bofinger lo atribuye a que "el proceso político alemán no se deja influir mucho por lo que sucede fuera, es bastante insular".

La convicción de la bondad de las tesis ordoliberales incluye al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, por sus siglas en alemán), uno de los pocos de la izquierda europea que las defiende.

Así se explica que durante los últimos años el SPD haya sido el socio del centro-derecha de la CDU de Merkel, una coalición difícil de imaginar en cualquier otro lugar.

Sin embargo, el país celebra elecciones este domingo y muchos analistas sostienen que las bajas expectativas del candidato del SPD, Martin Schulz, obedecen a su para plantear alternativas a las de su rival de la CDU.

Diferenciarse en lo esencial hubiera requerido cuestionar el ordoliberalismo.

Y, aunque muchos fuera no lo conozcan, en Alemania fue y es inamovible.

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