Paula Yermén Dinamarca Carrasco.
Este es el nombre que quedó estampado en los documentos legales de Paula, quien se convirtió este viernes en una de las primeras personas en acceder a la Ley de Identidad de Género, normativa que entrega reconocimiento a las personas trans y les permite modificar su nombre y sexo registral.
Paula -quien es trabajadora comunitaria del Movilh- llegó a la sede del Registro Civil en Huérfanos acompañada de dos amigos, quienes, dice "han conocido todo mi proceso y han visto mi antes y mi después".
Su nombre no es casualidad. Paula lo eligió porque viene del latín y significa pequeña. Yermén, en tanto, viene de la lengua gitana y se traduce como la que nació dos veces.
"Es un nombre que me hace sentido, porque he vivido muchas vidas en una", señala.
Este es su relato en primera persona, realizado horas entes de que se concretara una lucha que las organizaciones de la diversidad sexual y la identidad de género dieron durante décadas, y que luego de 11 años de tramitación en el Congreso se transformó en una ley que debutó formalmente este viernes.
"Yo toda la vida supe que era trans, pero cuando chica no conceptualizaba lo que significaba lo trans, decía que me creía niñita"
"A los 17 años entré al seminario, donde estuve un año. Iba a ser sacerdote católico, y literalmente me arranqué, porque tenía todo un tema...después de la crisis de fe tuve todo un tema con la sexualidad".
"Entré al seminario por vocación, porque yo nací en una pobla, eran los tiempos de la dictadura. Yo sentí la vocación por un tema generacional, y porque estaba muy consciente de mi clase desde cabra chica. Yo dije, ya pos, hago un trueque con dios, donde le ofrezco todo lo que está pasando conmigo, con mi identidad, y voy a entregarlo en sus manos, va a ser una ofrenda. Y cuando me di cuenta que no pasaba eso en la praxis, dije: no, me voy, asumo ser trans, constituye mi identidad"
"El seminario para mí no fue como un clóset: yo sentí a Cristo, yo conocí el misterio. Pero la moral cristiana es represora, está hecha para los heterosexuales, es patriarcal y machista, no así Cristo".
"Y eso de asumir mi transexualidad no te voy a negar que me trajo costos: no sé nada de mi familia desde hace nueve años, desde que falleció mi mamá. Ellos me odian porque piensan que lo que me pasa es un castigo, pero para mí ellos ya no son tema".
"Ahora mi familia son mi círculo de amigos, todos los que creen en lo que hago y que no me ven como si tuviera dos caras".
"Yo no pensaba que lo que vivía era algo pecaminoso, pero cachaba que era algo que no estaba normado. Entonces por eso mismo empecé a juntarme con gente del círculo hasta que llegué al Movilh, en el año 95. Y de ahí que no me he ido más".
"La ley de identidad es un antes y un después"
Luego de 11 años el Congreso aprobó en septiembre de 2018 la Ley de Identidad de Género. Fue una tramitación compleja, donde la posibilidad de incorporar a menores de edad concentró el debate parlamentario. Finalmente, la norma quedó con los mayores de 14 y menores de 18, pero a través de un procedimiento diferente, que se realiza a través de los tribunales de familia (Ingresa a este enlace para saber cómo acceder al cambio de nombre y sexo registral)
Para Paula, "esto no se acaba", pues, dice, se debe modificar la ley para incorporar a los menores de 14. "Tenemos que seguir luchando", agrega.
"La ley de Identidad de Género lo veo como un antes y un después en la historia del país, como un antes y un después en mi historia, en poder darme cuenta que desde mi capital humano le pudimos entregar al resto de las generaciones una herramienta para ser libres, porque no nos estamos reivindicando de nada: uno se reivindica cuando se manda una cagá. Y nosotros no hemos cometido ningún error por haber nacido asi".
"Las minorías sexuales cambiaron radicalmente todo lo que está pasando y eso para mí es otra lucha para ganar, y vamos por más. Es una lucha ganada en el más absoluto anonimato, no busco ganarme ningún premio, nada"
"Esta es una anécdota de la semana pasada: Se me acercó una pareja de dos niñas trans, una tenía 17 y la otra 19, y me empezaron a preguntar qué pasaba en la época cuando yo era más joven. Yo les comenté todas las aberraciones que tuvimos que aguantar, y una de ellas se puso a sollozar, me abrazó y me dijo: todo lo que ustedes hicieron nos ha permitido ser libres. Qué mejor que eso, que en el mismo anonimato recibir el agradecimiento de alguien. Que con este pequeño aporte ellos y ellas sean más libres".
"El rechazo de la inclusión de los menores de 14 yo lo veo como uno de los tantos artilugios del fascismo, de la derecha recalcitrante, de parte de los sectores conservadores. Pero no nos movamos con la política del todo y el nada. Ya promulgada (la ley) le podemos hacer modificaciones. Algunos dirán que es otra ley amarilla, pero mala pata, la conseguimos, y ahora podemos seguir pensando y articulando. Ha sido una lucha de 11 años, de portazos, de patologización. Y lo que estamos haciendo es una lucha de todos los días".