Poco antes de llegar a Estación Baquedano, en la Línea 1, uno de los conductores alerta a los pasajeros sobre la presencia de restos de gases lacrimógenos.
Son las 14:40 de la tarde de este viernes y todavía es posible sentir leves molestias de los gases que fueron lanzados la noche del jueves, donde se realizó una concentración por la muerte de Camilo Catrillanca, joven de 24 años que falleció producto de un impacto de bala en la cabeza, el que recibió durante un operativo del denominado "Comando Jungla" en la comunidad de Temucuicui, en Ercilla.
Un caso que ha desatado una serie de manifestaciones, en la que se cuestiona el actuar de las Fuerzas Especiales en La Araucanía y el rol del gobierno tras la muerte del comunero, quien -en un primer momento- fue vinculado a una banda acusada de robar tres vehículos a un grupo de profesores de la zona.
En medio de las protestas del jueves -que estuvieron marcadas por diversas barricadas, para las que se utilizaron puestos de reciclaje y, en forma inédita, bicicletas del servicio Mobike- el gas lacrimógeno era perceptible desde diversos puntos del centro de Santiago, provocando molestia en los transeúntes, quienes experimentaron problemas para respirar, ardor en los ojos, entre otros síntomas.
¿Qué es un gas lacrimógeno y quiénes pueden usarlo?
Aunque nunca se puede saber exactamente qué compone el gas que se utiliza en una manifestación específica, sí existen elementos comunes que permiten aproximarse a su composición.
En 2016, el académico de la Universidad Austral, Fernando Muñoz, realizó un estudio sobre el uso de estos gases en Chile, analizando la normativa nacional e internacional vigente sobre estos elementos, cuyo uso comenzó en la segunda década del siglo XX.
"Gas lacrimógeno es una 'denominación común para referirse a una familia de compuestos químicos' integrada por unos 'quince químicos usados mundialmente como agentes lacrimógenos', y caracterizada por la facultad de estos compuestos de 'causar discapacidad temporal'" es la definición que entrega el paper. Dolor físico y privación sensorial son solo algunos de sus efectos, señala.
En cuanto a su uso, explica Muñoz, el derecho internacional hace distinciones. Mientras que en situaciones de guerra está prohibido, se autoriza su uso en situaciones de disturbios internos dentro de un país.
En Chile su uso está regulado en la ley de Control de Armas. Dicha normativa -explica el académico- prohíbe la posesión y tenencia de "artefactos fabricados sobre la base de gases asfixiantes, paralizantes o venenosos, de sustancias corrosivas o de metales que por la expansión de los gases producen esquirlas, ni los implementos destinados a su lanzamiento o activación". Sin embargo, la misma norma contempla una excepción: las Fuerzas Armadas y de Orden, las que podrán utilizar "disuasivos químicos" en cantidades que autorice el Ministerio de Defensa.
¿Qué compone un gas lacrimógeno?
Un artículo de BBC Mundo, publicado en 2017, explica que la mayoría de estas bombas están compuestas por clorobenzilideno malononitrilo (también conocido como CS).
Una exposición aguda a este compuesto, señala este medio, provoca "una irritación instantánea de los ojos, la nariz, la boca la piel y las vías respiratorias".
La BBC cita un estudio publicado en la revista Annals of the New York Academy of Sciences, el que detalla que en una evaluación epidemiológica del gas, se confirmó que sus efectos sobre la piel constan de, entre otras cosas, picor, ardor, enrojecimiento e incluso dermatitis. En caso de que el gas sea inhalado, puede provocar sensación de ahogo, salivación y opresión en el pecho.
Normalmente, dice el artículo, los síntomas se alivian luego de 10 minutos de que la persona deje el ambiente contaminado. Eso en exposiciones menores.
En caso de mayores concentraciones los efectos pueden aumentar. BBC recuerda el caso de las protestas en Egipto, en 2011, ocasión en que agentes de seguridad lanzaron gases en varias oportunidades a una calle cercana a la plaza Tahrir.
En estos efectos, dice el medio, las personas pueden padecer vómitos, diarreas e incluso quemaduras en la piel o graves daños oculares.
Sobre los efectos a largo plazo que provocaría la exposición a estos gases, no existe suficiente evidencia científica.
En 2011, en medio de las protestas estudiantiles que remecieron Chile, se instaló una polémica respecto de los eventuales efectos abortivos de estos gases. En ese entonces, el académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Andrei Tchernitchin, aseguró al diario La Tercera que las bombas que contienen clorobenzilideno malononitrilo, “pueden producir un aborto en 30 minutos”.
Una controversia que llevó al entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, a ordenar la suspensión de su uso, a la espera de estudios, los que -según el Ejecutivo- descartaron efectos en la salud.
En ese entonces, El Dinamo realizó una solicitud por Transparencia para conocer la cantidad de bombas utilizadas por Carabineros y el costo en que había incurrido la institución para adquirirlas. La respuesta tardó cerca de dos meses, y en ella se rechaza entregar los detalles apuntando a la "seguridad de la nación".