El pasado 6 de agosto, J.M. confesó haber sido el autor de la muerte de su hermano en el desierto de Antofagasta tras concretar un plan ideado junto a su madre. El hecho se remonta a febrero de 2008, pero ahora, se sabe toda la verdad sobre el fatal desenlace de “Robertito”.

Según las versiones de ambos, el hombre fallecido –cercano a cumplir los 50 años- desde su nacimiento sufría un daño cerebral severo que lo hacía depender totalmente de la ayuda de su madre, quien lo debía bañar, alimentar, cambiar de pañales, entre otras cosas.

De acuerdo con el relato detallado que entregó J.M en la fiscalía local de Las Condes, todo se desencadenó el 8 de enero de 2008, cuando él recibe un llamado de una autoridad del gobierno de Venezuela para “ayudar a un nuevo programa de gobierno” y que debía estar en dicho país en menos de un mes, consignó El Mercurio.

Luego de recibir esta noticia, el imputado cuenta que su madre E.S., “se vino a sentar a mi lado y me dice ‘tenemos que resolver la situación de Roberto’. Le dije a mi madre que entendía y que me dejara pensar qué hacía”.

Estaba implícito en ese momento que ambos queríamos o coincidíamos en que había que poner término a la vida de Roberto. En un momento ella me dice ‘contrato a alguien’. Mi respuesta fue ‘no mamá, yo me encargo’”, agregó el hermano del fallecido.

El hecho se comenzó a concretar a partir del jueves 31 de enero de dicho año, cuando los tres involucrados se dirigieron hacia Antofagasta, a un “valle donde ella y yo habíamos acampado tiempo atrás”, aseguró J.M., quien es médico de profesión.

Gracias a sus conocimientos en la materia, el imputado confesó que antes de concretar el crimen le suministró benzociadepina y/o clorfenamina a la víctima para que se quedara dormido.

“La idea era que se durmiera para que no sintiera nada”, agregó.

Luego de esto, cavó una fosa de 120 centímetros de profundidad y 60 centímetros de diámetro, lugar donde dejó a su hermano durmiendo en posición fetal para proceder a realizar el disparo con un revólver de propiedad de su madre.

“Desnudé a mi hermano mientras seguía durmiendo. Parte de la ropa la coloqué alrededor del foso para que no se rasmillara”, relató su hermano, y agregó que luego “lo rellené con arena hasta la cintura para que no se moviera, y luego tomé la pistola”.

Me vino una crisis de angustia, pero una vez que pasó, pude disparar el arma a la cabeza de mi hermano, justo en la unión de los parietales con la occipital, fue un disparo hacia la base del cerebro”, sentenció.

Por su parte, la madre de Roberto, quien ahora es una mujer de la tercera edad, confesó el crimen el 22 de mayo de 2018. En dicha instancia contó que cuando se encontraban al medio del desierto para llevar a cabo el plan, “no quería soltarlo, lo apretaba contra mí y le hacía cariño”, indicó el diario.

Según se puede inferir, la mujer no fue testigo de la muerte de su hijo, ya que relató que “al tiempo después (J.M.) volvió y llegó con la ropa de Roberto (…) y me llevó al lugar donde lo enterró. En la tierra húmeda y me puse a llorar a gritos”.

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