En el mundo académico consideran que el estallido social les permitió estar mejor preparados para enfrentar la actual emergencia del Coronavirus. En ese sentido, dicen, están más adelantados que la mayor parte de los otros países. Porque desde  octubre pasado se redujeron las clases presenciales y desde entonces incluso realizan las evaluaciones online. Se están realizando desde exámenes orales vía Skype y hasta por teléfono, y se han incentivado las pruebas con respuestas de alternativas, que se envían aleatoriamente a los alumnos para evitar que todo el mundo copie a diestra y siniestra. 

Las universidades migraron al uso de plataformas: Google Meet -para reuniones más pequeñas- Cisco Webex y Zoom (pese a las acusaciones de hackeos que enfrenta esta última) sigue utilizándose en varias facultades de la Universidad de Chile. 

Este nuevo escenario está generando grandes desafíos. Primero, porque supone que en las casas de los estudiantes hay una banda ancha suficientemente potente como para tener eventualmente varios computadores conectados a la red. También supone que todos los alumnos están en la ciudad, pero hay un grupo importante que viene de zonas rurales y que han tenido importantes problemas para poder seguir los contenidos, producto de la mala conectividad. 

Es para las universidades un gran desafío, para lo cual algunas han comprado tablets y hasta chip con Internet, para facilitar el aprendizaje entre su alumnado.   

En esa misma línea, los directivos de los planteles académicos saben que no todos los profesores tienen computadores adecuados para enseñar online, y que si bien algunas universidades han comprado licencias de plataformas, algunos académicos critican que en ocasiones son ellos los que han tenido que comprar ciertas aplicaciones. 

Descubrimientos y complejidades

Entre las dificultades que experimentan las casas de estudio se encuentran las mallas que cada una ofrece a sus estudiantes. Muchas asignaturas, como medicina, biología y física requieren presencia. También hay carreras con cargas deportivas que hoy tampoco pueden impartirse, lo que ha significado reinventar cursos, eliminar asignaturas o reinventarlas. 

Hay varios planteles estudiantiles que han creado plataformas de administración educacional para verificar distintos asuntos. Como verificar si los profesores están realmente haciendo las clases o si los alumnos están participando. Porque hay sistemas que permiten identificar dónde están los alumnos, si han descargados los power point, si han mandado correos, si han participado en las clases virtuales, y en los foros, que es algo que preocupa a las autoridades, porque de esa manera pueden descubrir si los alumnos no lo han hecho por falta de interés o por falta de conectividad. Ahora, hay facultades que están haciendo esas pesquisas, ya que hacerlo a tiempo es muy relevante. 

Algunos descubrimientos: se ha visto un aumento de personas que usualmente no participan en clases, que ahora están interactuando. Y en segundo lugar, profesores de más de 85 años, impartiendo clases online, algo que había sido absolutamente resistido hasta ahora. 

Ahora hay aprensión y discrepancias sobre cuando volver a lo que algunos llaman “la normalidad de la docencia”. El debate se centra en si es apropiado pensar en una vuelta a clases presenciales en el corto plazo, sobre todo con el aumento de matrícula que han concretado varios planteles académicos en el último tiempo. Hay disenso entre varias autoridades del ministerio y las propias universidades, porque de volver “podrían convertirse en epicentros de contagios”, dice un académico. Algunas apuestan a que sea un regreso gradual, y que al comienzo sea mínimo lo presencial. 

 

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