Imposible no verlos en las calles de Santiago desde 2007, poco después de que comenzara a funcionar el Transantiago en la región Metropolitana.
La dificultad con que giraban en las esquinas estrechas, o más de alguna máquina que quedó atrapada en un paso bajo nivel de la capital, eras situaciones que dejaban boquiabiertos a los santiaguinos.
Hablamos del Volvo B9 SALF, el denominado bus oruga del Transantiago, que el miércoles puso fin a una era. Con el retiro de la máquina de la línea 271 de Subus Chile, que realizó un último recorrido entre Mapocho y San Bernardo, desaparecen de las calles estos icónicos buses largos.
La mayor parte ya había sido retirada. Fueron casi mil, y este último apagó su motor a las 23:02 horas del pasado miércoles, para no volver a moverse.
Se va quizás un paisaje de la ciudad. También serán recordados aquellos que se partieron en dos, los vandalizados con grafitis o incluso los que se inundaban cuando llovía en la capital.
Su gran ventaja era, entre otras, la capacidad para transportar a una gran cantidad de pasajeros.
“Fue muy disruptivo verlos al principio, porque era un verdadero tren por superficie”, comentó a Las Últimas Noticias el ingeniero Alejandro Torres, académico de la Universidad Central (Ucen). “Tiene varias características, algunas muy buenas, como que en una sola unidad vehicular se transporta a mucha gente”, agregó.
El especialista considera, además, que “hubo problemas de operación”, en el sentido de que la manera óptima en que estos buses deberían haber circulado era por una vía exclusiva y en línea recta, lo que no ocurrió. Por el contrario, muchas veces transitaban por calles estrechas y con escaso ángulo para girar.
De esta manera se jubilan estos dinosaurios del ex Transantiago, siendo reemplazados hoy por buses que cuentan con puertos USB, cámaras de TV con circuito cerrado, asientos plegables, aire acondicionado y que, además, emiten menos ruido y contaminantes.