"Mi nombre es Nicolás Rojas Inostroza, soy periodista, tengo 30 años y según la embajada soy el único chileno atrapado en Azerbaiyán por gentileza del coronavirus".

Nicolás Rojas se encuentra próximo a cumplir seis semanas varado en Şəki (Sheki), una ciudad ubicada a los pies del Cáucaso, cuyo casco histórico ha sido reconocido como patrimonio mundial de la Unesco por su importancia en la ruta de la seda, por donde transitaban las caravanas con mercancías desde China hacia Europa.

¿Cómo llega un chileno a quedar atrapado en este lugar, a 14 mil kilómetros de distancia nuestro país? Cuando el reloj marca las 11 de la noche en estas latitudes (8 horas de diferencia con Santiago) Nicolás cuenta a T13.cl de su insólita experiencia, de la que prepara un libro. 

Nicolás llegó a Azerbaiyán como parte de un viaje por más de 36 países que viene realizando desde enero de 2019, cuando se mudó a España para cursar un máster en patrimonio mundial y proyectos culturales en la Universidad de Barcelona. La idea era transformar el recorrido -que incluyó destinos tan diferentes como Francia, Egipto, Turquía, Serbia, Albania- en un libro de crónicas y fotografías de viaje. 

Fue así que a inicios de enero tomó un tren desde Tbilisi, capital de Georgia, con destino a Bakú, la capital azerbaiyana. 

"Estando en Bakú, en un viaje que iba a planteando semana a semana, pregunté a las personas que conocí allá cual otra ciudad me recomendaban conocer, y me dijeron que Şəki era una muy buena opción, porque mezclaba lo patrimonial, lo histórico, la gente era muy amable. Con esa información decidí venir acá por una semana; estaba trabajando en otros proyectos y aproveché de hacer un pequeño relajo y poder trabajar un lugar más fijo...y se volvió un lugar super fijo, porque llevo seis semanas aquí", cuenta sobre su paso por el ex país soviético. 

El plan original de Nicolás, era estar siete días y regresar a Georgia para luego ir a Armenia y Rusia. Sin embargo, la pandemia quiso otra cosa.

Edición video: Tomás Pardo

En cuarentena a los pies del Cáucaso

"Tener mucho tiempo es un lujo que tenemos ahora", dice Nicolás. En su caso, el tiempo es aún mayor porque en Azerbaiyán la cuarentena es total. ¿Ir de paseo? Ya no es opción. 

"La cuarentena total es efectivamente total. Fue progresiva y partió con el cierre de algunos restaurantes a las 9 de la noche, luego a las 3 de la tarde, luego se cerraron los cafés y locales de té, donde se juntan mucho los hombres en este pueblo, sobre todo a compartir con sus amigos. Luego se cerró todo y quedaron solo los supermercados y farmacias, hasta el punto de que para salir a la calle tenemos que pedir autorización con un mensaje de texto, y eso nos permite salir dos horas  a hacer esas compras básicas, que tratamos de hacer lo menos posible y se va a extender al menos hasta el 4 de mayo", relata.

Y es que las sanciones son severas: las multas equivalen a un sueldo mínimo de Azerbaiyán, y los controles son rigurosos. "Una cosa que me llamó la atención fue que sacaron las bancas de las plazas, como una forma que busca desincentivar el uso de los espacios públicos en tiempos de cuarentena", cuenta.

Durante este periodo, Nicolás ha mantenido contacto con la embajada de Chile en Azerbaiyán, pero -por ahora- no es posible regresar. 

"Ellos me han dicho que obviamente no es posible que venga un avión de la Fach a buscarme. Y con los vuelos totalmente cancelados durante este mes y el mes mayo, como ha anunciado la autoridad aquí, es bastante difícil salir. Por otro lado, las fronteras terrestres también están cerrada. Y el llamado de la embajada es a que tenga mucha calma, y bueno, me lo he tomado con calma, y afortunadamente es un pueblo donde la gente es muy amable y donde hasta ahora no hay contagios", detalla.

Es así como Nicolás se está alojando en la casa de una familia azerbaiyana, quienes -dice- se han convertido en una suerte de familia en una zona donde no conoce el idioma, pocos hablan inglés, y las señas se han vuelto el mecanismo de diálogo por excelencia.

Es por ello que ha aprovechado de invertir su tiempo en un libro de viajes, donde contará las particularidades de vivir una cuarentena en una cultura tan diferente. 

"El libro se llamará 'all the borders are closed', algo así como todas las fronteras están cerradas, que fue la frase que más escuché durante un tiempo cuando me dijeron que me tenía que quedar aquí porque todas las fronteras estaban cerradas. Y es un diario de viaje de cómo he vivido este encierro acá", relata. 

Pero además, ha aprovechado de hacer cosas que nunca pensó que volvería a hacer, como por ejemplo dibujar con lápices scriptos, de esos que uno ocupaba cuando era niño. 

"Este viaje creo que me ha cambiado totalmente, creo que soy otra persona, por la posibilidad de conocer lugares tan distintos, gente tan interesante, gente amable que me ha ayudado en distintos lugares me ha permitido abrir mi visión de mundo. Y el tiempo de cuarentena me ha permitido valorar mucho la comunicación con quienes uno quiere y también la gran oportunidad de tener tiempo para ver documentales, escribir, pensar, tratar de soñar el futuro. Creo que a todos nos va a cambiar esto del coronavirus: nos vamos a lavar más las manos y vamos a ver las cosas desde otros puntos de vista", finaliza. 

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