Por Paulina Abramovich (France Presse)

Kennedy, un haitiano de 27 años, busca trabajo en el centro de Santiago. Hace tres meses viajó "al final del mundo", en busca de una vida mejor, como lo han hecho miles de extranjeros en los últimos años a Chile, un destino cada vez más codiciado por los migrantes.

Kennedy vendió la casa que tenía en Puerto Príncipe para venirse en agosto pasado a Chile. En pleno invierno austral, arribó a Santiago con la esperanza de tener una mejor vida.

Pero su inserción laboral ha resultado difícil. Desde hace tres meses busca trabajo "en lo que sea", dice a France Presse. Su perfecto español –aprendido cuando estudiaba medicina en Cuba- no le ha servido de mucho y con el paso de los días crece la desesperación.

Un inmigrante haitiano trabaja en el centro de Santiago. 

La desaceleración económica está golpeando su sueño de construir aquí una mejor vida. Su padre y un hermano murieron en el terremoto que azotó Haití en 2010 y él quedó como único sustento familiar.

"Todos me decían: 'ándate a Chile'. Ahí hay trabajo, es todo ordenado. Y sí, es un país muy bonito, la gente muy respetuosa, pero ahora no hay trabajo. Quizás debí quedarme en Haití. Con la venta de la casa pude haber hecho algún negocito", se lamenta.

Como Kennedy, miles de migrantes han llegado a Chile en la última década. Según datos del Departamento de Extranjería, 477.500 extranjeros viven hoy en Chile con residencia permanente (2,7% de la población total), mientras que unos 100.000 tienen visa temporaria.

Tienda de productos peruanos en Santiago. 

"Desde la década de los 90 que Chile se ha convertido en un país de destino de migrantes. Al comienzo fueron peruanos, y en los últimos 10 años, está creciendo rápidamente la migración de países vecinos, como Ecuador, Bolivia, Colombia, Argentina y hay un creciente flujo de personas que vienen de Haití y República Dominicana", explica Miguel Jaksic, director del Servicio Jesuita a Migrantes de Chile.

Asimismo, la comunidad venezolana, que huye de la inseguridad y de las crecientes dificultades económicas en su país, crece en Chile, país que cuenta con uno de los PIB per cápita mayores del continente (20.000 dólares) y uno de los salarios mínimos también más altos (350 dólares).

En los últimos meses, además, "las fronteras del norte se están cerrando cada vez más (...) por lo que muchos de quienes migran tenían sus expectativas de hacerlo a Francia, España, Estados Unidos o Canadá y no a Chile, pero como eso no ha resultado están yendo hacia el sur", dice Jaksic.

Niños en la Escuela de México en 2014 al momento de la firma de un convenio para regularizar la situación de hijos de inmigrantes en los colegios en Chile. 

Un país más cosmopolita

Desde 2005, se han fortalecido comunidades como la boliviana (que pasó de representar 4,6% a un 21,2% del total de migrantes), la colombiana (de un 3,4% a un 16,2%) y la española (de un 1,9% a un 4,5%).

Además, países que prácticamente no tenían ciudadanos en Chile, hoy se han transformado en fuentes principales de migración, como la comunidad dominicana, que aumenta de un 0,2% a un 3,0%, y la haitiana, con un incremento de un 0% a un 2,1% en el mismo período.

Esta nueva oleada migratoria le está cambiando el rostro a muchas ciudades del país.

Los peruanos, que constituyen hoy la mayor colonia de inmigrantes (177.178), se hacen evidentes por las mañana, cuando inundan casi todas las esquinas del centro de la capital, ofreciendo jugo de naranja recién exprimido. Colombianos, haitianos y dominicanos de color, en tanto, sobresalen en un país en el que hasta hace unos años no se veían personas de raza negra en las calles.

Inmigrantes a la salida de una oficina del registro civil en Santiago. 

En general, los inmigrantes destacan la acogida de los chilenos. "Nunca he sentido que me han discriminado. Me miran porque soy negro, pero nadie nunca me ha dicho nada", dice Kennedy. Sin embargo, algunos se quejan de la imagen que ofrecen los medios de comunicación.

"Estamos muy tristes, porque en los medios se da una imagen muy fuerte. Nos generalizan. A casi todas las mujeres las presentan como prostitutas y a los hombres de estafadores", se queja Inés Ospina, una contadora colombiana que vive como refugiada política hace ocho años en Chile.

Dos niños de origen haitiano junto a su madre en Recoleta. 

"La realidad es muy distinta. Todas las nacionalidades convivimos muy bien en este país", dice a France Presse. A este ritmo, según las proyecciones oficiales, en los próximos ocho años se duplicará la cifra de migrantes.

Para hacer frente a este fenómeno, el gobierno se comprometió a enviar antes del 31 de enero del próximo año una nueva ley de migraciones, que modifique la que rige, adoptada en 1975 en plena dictadura de Augusto Pinochet, y que "ve a la migración como una amenaza", dice Jaksic.

Un centro de llamados orientado a los inmigrantes en el centro de Santiago.

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