La historia del bebé británico Charlie Gard dio un nuevo e inesperado giro.

El hospital infantil Great Ormond Street (GOSH), de Londres, solicitó una nueva audiencia argumentando la aparición de "nueva evidencia relacionada con el potencial tratamiento" de la condición de Charlie.

De esta forma, se pospuso la orden que debía cumplirse este viernes de desconectar al bebé británico de 11 meses del soporte que lo mantenía con vida.

Charlie padece una enfermedad llamada síndrome de depleción del ADN mitocondrial, una condición muy poco frecuente que agrupa a distintas variedades de fallos genéticos.

El bebé sufre la variante más severa y rara de esta condición, que afecta a todos sus tejidos y del cual sólo hay 17 casos registrados.

Como consecuencia, Charlie tiene un daño cerebral considerado irreversible. Además, no puede ver ni oír y no es capaz de moverse, respirar o tragar por su cuenta.

"Nuevas evidencias"

Este viernes, un portavoz de GOSH informó que "en las últimas 24 horas" recibieron una carta firmada por investigadores internacionales informando que en un hospital de Nueva York existen "nuevas pruebas que respaldan el tratamiento experimental" para Charlie.

Los datos, que no han sido publicados en revistas científicas, indican que incluso podrían ayudar a curar el daño cerebral.

La terapia experimental se llama Nucleoside bypass therapy, que podríamos traducir como una terapia de bypass con nucleósidos.

Todavía no ha sido aprobada para uso clínico, ni por la FDA - la agencia estadounidense que regula la alimentación y los medicamentos- ni por las autoridades sanitarias europeas.

El hospital de Nueva York que ofreció el tratamiento para Charlie está buscando una aprobación de emergencia de la FDA para que les permita usar el tratamiento experimental en el bebé.

La última esperanza

Los nucleósidos son los componentes moleculares básicos del ADN, como si fueran los "ladrillos" que forman el ADN.

Las células de los pacientes que sufren esta enfermedad tienen problemas para crear ciertos ladrillos específicos y, con esta terapia, los especialistas creen que se los pueden proporcionar artificialmente.

Según le dijo a BBC Mundo Anu Suomalainen Wartiovaara, principal investigadora del grupo que estudia las enfermedades mitocondriales en la Universidad de Helsinki, Finlandia, esta estrategia de tratamiento se conoce desde hace ya algún tiempo pero solo ha sido propiamente probada en ratones.

De hecho, los investigadores que firmaron la carta afirman que ni siquiera se probó en ratones para la variante particular de síndrome de depleción del ADN mitocondrial que padece Charlie.

Según explican en la carta, si bien estos ensayos previos serían lo "ideal", en el caso de Charlie no hay tiempo para tales pruebas.

Desde hace meses que GOSH está en el centro de una tormenta legal, ética y médica que acapara la atención internacional.

Luego de una extensa batalla legal, donde intervinieron tribunales de Reino Unido y la Unión Europea, la justicia decidió que lo mejor para Charlie era morir: los tratamientos existentes no tenían perspectivas de resultados positivos y, por ende, sólo prolongarían el sufrimiento del bebé.

Sus padres, Connie Yates y Chris Gard, nunca estuvieron de acuerdo con la decisión y han dado pelea para que su hijo participe en alguno de los ensayos clínicos experimentales que existen en países como Estados Unidos y el Vaticano, aunque las probabilidades de éxito sean bajas.

Anteriormente, el Tribunal Supremo de Reino Unido había sentenciado que era improbable que este mismo equipo médico estadounidense consiguiera curarlo.

Incluso prohibió a GOSH a trasladar al niño para recibir dicho tratamiento experimental en cualquier lugar.

No obstante, en la carta los investigadores proponen enviar el tratamiento desde EE.UU. a Inglaterra.

"En concordancia con los padres de Charlie, creemos que es correcto explorar esta evidencia", dijo el vocero. "Great Ormond Street Hospital está dando a la Corte Suprema la oportunidad de evaluar objetivamente las nuevas pruebas alegadas".

Entre las siete personas que firman la carta se encuentra un neurólogo e investigador del Hospital Infantil de Roma, un científico de la Unidad de Biología Mitocondrial de la Universidad de Cambridge y dos investigadores del Vall d'Hebron Institut de Recerca en Barcelona.

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