"Tendríamos que estar preparando la navidad y en vez de eso vamos a estar organizando funerales. Nos causa una gran tristeza todo lo que ha pasado".
Así describe el sacerdote Juan Carlos Méndez el ambiente sombrío que reina en la ciudad californiana de San Bernardino tras el tiroteo ocurrido este miércoles que dejó 14 muertos y una veintena de heridos.
Para mostrar su apoyo a la comunidad, Méndez se ha desplazado desde su parroquia a la confluencia de la avenida Waterman y la carretera Orange Show, a apenas un kilómetro del lugar donde ocurrió la matanza.
Son pocos los vecinos que en la mañana de este jueves se han acercado a este lugar, en el que sigue habiendo una fuerte presencia policial y de medios llegados de todo el mundo.
El área que rodea las oficinas del Inland Regional Center –el escenario del ataque atribuido a Syed Farook y su pareja, Tafsheen Malik– sigue acordonada y sólo se permite el paso de vehículos oficiales.
"Algunos vecinos tienen miedo. Otros, preocupación y ansiedad. A cada uno le ha afectado de manera diferente", explica el padre Méndez sobre el efecto que ha tenido en San Bernardino la que ha sido la peor matanza en EE.UU. de los últimos tres años.
"Uno piensa que cosas como esta pasan en ciudades como Los Ángeles o Nueva York, pero no aquí", dice el religioso.
Una ciudad golpeada
Méndez no encuentra explicación a un suceso que ha causado una fuerte impresión en los habitantes de una ciudad que desde hace años atraviesa una profunda crisis económica y social, con unas elevadas tasas de delincuencia y drogadicción.
Hubo una época en la que San Bernardino –ciudad situada a unos 100 kilómetros al este de Los Ángeles, en la que en 1940 abrió sus puertas el primer restaurante McDonald's del mundo– contaba con una robusta clase media sustentada por una vibrante tejido industrial.
Todo eso es ya un espejismo y esta localidad de poco más de 200.000 habitantes, en la que más de 60% de la población es de origen hispano, no consigue levantar el vuelo desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007.
Las estadísticas indican que San Bernardino es la ciudad de tamaño grande más pobre de California y la segunda de EE.UU., por lo que no sorprende la gran cantidad de viviendas abandonadas que uno encuentra en el camino.
En 2012 San Bernardino protagonizó la mayor bancarrota municipal del país, siendo superada un año más tarde por Detroit.
"Nada igual"
Tras el tiroteo de este miércoles, son muchas las personas que han preferido quedarse en sus casas, pese a que las autoridades han descartado que hubiera un tercer implicado en el tiroteo, como se había especulado en un principio.
Y la mañana de este jueves el centro de la ciudad ofrecía un aspecto desolador: a los numerosos negocios cerrados permanentemente por la crisis había que sumar que la mayoría de oficinas municipales han suspendido sus actividades a causa del tiroteo.
Carthel Franklin lleva más de 25 viviendo frente al centro comunitario Rudy C. Hernández de San Bernardino, donde las autoridades reunieron a los familiares de las víctimas de la matanza, la mayoría de las cuales prefirieron no hacer declaraciones a la prensa.
"Al principio no lo podía creer. Es una locura que una cosa así pueda pasar tan cerca de casa", le dice Franklin a BBC Mundo.
"En esta zona no nos metemos en los asuntos de los demás. Nos saludamos y ya está. Pero obviamente cuando pasa algo así la comunidad se une".
Las víctimas
Las autoridades publicaron este jueves los nombres de las víctimas fatales del tiroteo. Todas identificadas como residentes de San Bernardino.
Son Shannon Johnson (45 años), Bennetta Bet-Badal (46), Aurora Godoy (26), Isaac Amanios (60), Larry Kaufman (42), Harry Bowman (46), Yvette Velasco (27), Sierra Clayborn (27), Robert Adams (40), Nicholas Thalasinos (52), Tin Nguyen (31), Juan Espinoza (50), Damian Meins (58) y Michael Wetzel (37).
Franklin dice que "los últimos años en la ciudad han sido duros económicamente y se han multiplicado las casas y negocios abandonados".
"En los últimos meses las cosas han mejorado un poco y espero que este tiroteo no afecte a la recuperación".
Beatriz (prefiere no dar su apellido), quien lleva 20 años viviendo en una modesta casa situada a apenas 2 kilómetros de donde ocurrió el tiroteo, asegura que "nunca había visto nada igual".
"Nos quedamos muy preocupados. La gente tenía miedo y más cuando empezaron a hablar de que había explosivos", le explica a BBC Mundo.
"La policía nos dijo que nos encerráramos en casa. Yo solo salí para ir buscar a mi hija a la escuela y ya está".
Violencia, pero callejera
Según cuenta, "de vez en cuando hay tiroteos entre pandillas y esas cosas, pero nunca nada como esto".
Y es que si bien la masacre de este miércoles es un hecho excepcional en San Bernardino, no pasa lo mismo con la violencia callejera.
Según estadísticas de 2011 del FBI citadas por medios locales, el condado en el que está situada la ciudad cuenta con el tercer mayor número de pandillas de todo EE.UU.
En uno de los extremos del área acordonada por las autoridades, se encuentra una gasolinera que en las últimas horas sido un constante ir y venir de policías y periodistas.
"A los pocos minutos del tiroteo empezaron a oírse las sirenas de las ambulancias. Hoy está todo más tranquilo, pero no tenemos tantos clientes como otros días", le explica a BBC Mundo Isamar Contreras, una de las empleadas de la gasolinera.
"Mis padres viven cerca del lugar en el que mataron a los sospechosos. Empezaron a escuchar una balacera y los helicópteros de la policía enseguida les dijeron a todos los vecinos a través de megáfonos que se metieran en sus casas. A mi madre le dio un ataque de nervios", explica la mujer.
Según contreras, "la gente sigue asustada y algunos no quieren salir de sus casas, aunque ya dicen que no queda ningún sospechoso suelto".
A medida que se van conociendo más detalles de lo ocurrido en la mañana de este miércoles en las oficinas del Inland Regional Center, San Bernardino poco a poco va recuperando el pulso.
Ha sido un duro golpe para la moral y la imagen de una ciudad que lleva años acostumbrada a aparecer en la prensa por sus graves problemas económicos y sociales.
El padre Juan Carlos Méndez asegura que "este es el momento de apoyar a la comunidad, particularmente a aquellos que han perdido a algún familiar en estas fechas tan señaladas".