El agua gotea del techo húmedo y se escucha el sonido de las gotas cuando golpean las oxidadas vías férreas que se utilizaban hace décadas para transportar piedras -algunas de éstas cargadas con mineral de uranio- hacia las colinas donde esperaban los vagones del tren soviético.

"Recuerdo que hiciera frío o calor afuera, aquí adentro siempre había la misma temperatura, siempre caliente", dice Zdenek Mandrholec, apoyado con ayuda de un bastón en la entrada de la mina en la ciudad de Jachymov, en la frontera de la República Checa con Alemania.

"Ellos (los soviéticos) podían hacernos cualquier cosa que quisieran".

El hombre de 87 años quizás ahora está muy frágil para entrar a la mina, pero está muy consciente de lo que fue estar allí adentro. Pasó siete años como prisionero político soviético y fue forzado a excavar uranio para abastecer la carrera armamentista nuclear de la Guerra Fría.

Las colinas que rodean Jachymov están llenas de uranio. El mineral que contiene uraninita.

La uraninita fue descubierta en Jachymov por Marie Curie a fines del siglo XIX, pero fue hasta que los comunistas tomaron el control de Checoslovaquia, en la víspera de la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzó realmente la explotación de uranio, alimentada con la mano de obra de miles de prisioneros políticos como Mandrholec.

En su punto máximo en los 1950, 12 minas de uranio estaban operando en y alrededor del poblado, convirtiendo a las colinas en un peligroso laberinto nuclear subterráneo y a Jachymov en un enorme campo de concentración soviético.

Accidentes

Décadas después, cerca de la entrada del poblado una torre de ladrillo rojo continúa erigida.

Es la "Torre de la Muerte", declara Mandrholec, un lugar donde el mineral de uranio era convertido en polvo y donde los prisioneros eran forzados a trabajar sin ninguna protección en absoluto.

Dentro de las minas eran comunes los accidentes, debido a que los canales toscamente cavados frecuentemente se colapsaban con los hombres en el interior.

"Recuerdo una vez que el techo se derrumbó sobre un hombre y lo arrastró hacia uno de los orificios verticales de la mina. Durante días recogimos trozos del hombre", dice Mandrholec, aclarándose la garganta y frotándose los ojos.

Aunque esas mismas minas en las que Mandrholec trabajó durante años fueron clausuradas hace décadas, una cantera de uranio curiosamente siguió abierta en el pueblo.

Pero el uranio ya no se explota. Se explota el agua radioactiva.

Palacio de Radio

Innumerables edificios permanecen abandonados, dilapidados y haciéndose pedazos en Jachymov. Pero un enorme complejo blanco e inmaculado, un balneario llamado Palacio de Radio, domina la entrada del poblado.

Dentro del edificio, que fue inaugurado en 1912, pacientes con sus batas blancas caminan sobre alfombras rojas colocadas a lo largo de corredores.

Algunos están aquí para un tratamiento muy alternativo: un baño en agua radiactiva con radón, un derivado del uranio.

Durante años han fluido por estas minas manantiales que derraman esta agua.

Aunque sumergir tu cuerpo en agua de una mina de uranio quizás es algo que nunca harías, y mucho menos con agua radiactiva, los médicos del Palacio de Radio opinan lo contrario.

"Hay dos beneficios clínicos del agua de radón. Primero tiene efectos antiinflamatorios. El segundo es que tiene un efecto algético, puede funcionar como analgésico con un efecto similar al de la morfina, pero que puede durar mucho más tiempo", le dijo a BBC Future Jindrich Masik, el principal médico del Palacio de Radio, en su inmaculada sala de consulta.

"Tenemos límites diferentes de radiación. Usamos lo más apropiado en términos de riesgos-beneficios. Lo que esto quiere decir es que no queremos causar ningún daño, queremos ayudar obviamente. Utilizamos dosis muy pequeñas".

Los visitantes llegan buscando alivio para una serie de aflicciones, desde trastornos neurológicos hasta artritis y gota.

Vaclav Pucelik, quien padece un trastorno crónico inflamatorio que afecta las articulaciones axiales y quien es uno de los pacientes de Masik, afirma que los beneficios superan por mucho los riesgos.

Pucelik ha estado visitando el spa durante los últimos 30 años, específicamente para el tratamiento de agua de radón.

"Nada funcionaba con mi dolor y alguien me recomendó los baños de radón. Ahora vengo aquí y me sumerjo en los baños durante 20 minutos al día. Pero sólo puedo venir y obtener el tratamiento una vez al año porque es radioactivo", dice Pucelik.

Spa y hotel

Con cada tratamiento la estancia en el spa es de 24 horas.

Pucelik es un rostro bien conocido entre el personal del lujoso hotel, y lo saludan afectuosamente cuando pasa de una sección a otra.

En el enorme restaurante están sentados acaudalados visitantes árabes, mientras que los rusos y los checos parecen preferir el bar de la terraza exterior desde donde se observa al cuidado césped del balneario.

En la recepción está colocada una estatua con el torso desnudo al lado de las escaleras que conducen hacia las lujosas habitaciones del hotel.

El material radiactivo, sin embargo, se encuentra en el sótano.

Pucelik, que actúa como guía de visitantes, empuja puertas de madera y cristal ornamentadas con etiquetas de advertencia con el infame símbolo de radioactividad.

Al otro lado se ven enfermeras caminando con sus uniformes blancos y hay varias habitaciones divididas con cortinas de hospital, cada una con una enorme bañera similar a un jacuzzi en el centro, donde los pacientes se sumergen en sus baños de radón.

"Desperdicio"

A pesar de la tragedia que vivió en el lugar, Mandrholec parece impresionado, incluso orgulloso, cuando entra a la recepción del Palacio de Radio.

"Fue un terrible desperdicio que el material no hubiera sido utilizado antes en el país. Si se hubiera usado, estaríamos como Suiza, podríamos haber tenido carreteras, colegios, ser más desarrollados", afirma.

"En lugar de eso se lo regalaron a la Unión Soviética y los esclavos checos tuvieron que hacerlo".

Después de sentarse en la enorme estancia del hotel, Mandrholec y Pucelik, el prisionero político y el paciente, se reúnen brevemente.

Cuando Mandrholec se presenta al rico patrocinador checo, Pucelik le extiende la mano en un breve reconocimiento del papel que ambos jugaron en la existencia pasada y presente de las minas de uranio de Jachymov.

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