Cuando los españoles conquistaron la capital del imperio azteca en 1521, comenzaron a reconstruir Ciudad de México sin advertir un gran riesgo: las grandes inundaciones.
Las condiciones del terreno, la geografía y el clima del lugar en el que se asienta la ancestral urbe de México la hacen propensa a grandes acumulaciones de agua, lo que quedó muy en evidencia en 1604.
En ese año se registró una gran inundación que anegó la capital novohispana, como explica el arqueólogo Raúl García, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien participó en un hallazgo surgido de esta antigua historia.
"Los españoles no sabían de estas lluvias torrenciales, que en términos geológicos es normal que vengan cada 30 o 40 años", señala.
Pero los aztecas (o mexicas) sí sabían de estos fenómenos devastadores y desde mediados del siglo XV ya había construido diques y calzadas que protegían a Tenochtitlan, la vieja Ciudad de México.
Pero los españoles destruyeron uno en particular, en el este de la ciudad, para llevar sus embarcaciones de guerra a través del lago de Texcoco y conquistar la capital de aquel imperio.
Tuvieron que reconstruir uno en 1605, llamado entonces Calzada de San Cristóbal y, en la actualidad, Albarradón de Ecatepec.
Más de 400 años después, arqueólogos del INAH realizaron un inesperado descubrimiento en ese dique: 11 imágenes prehispánicas en un túnel pluvial.
¿Qué encontraron?
El Albarradón de San Cristóbal ha sido objeto de estudio de los arqueólogos e historiadores desde 2004, como parte de un proyecto del INAH para el rescate de la estructura.
Sin embargo, la actual construcción del sistema de autobuses Mexibús llevó a los especialistas del INAH a tomar medidas de protección y restauración del dique novohispano que dieron con el hallazgo.
En la parte bajo tierra del dique había un túnel-compuerta de 8,40 m. de largo en el que se encontraron 11 imágenes prehispánicas, entre petroglifos (glifos tallados en piedra) y relieves estucados.
Los especialistas han identificado el tallado de un chimalli o escudo de guerra, la cabeza de un ave de rapiña y una punta de pedernal.
También se destaca la piedra clave del arco del túnel, compuesta por dos partes: un teocalli (templo) acompañado de "tres lóbulos" asociados con figuras que asemejan gotas de lluvia.
"Es un rasgo iconográfico que indica que la talla y el templo que representa, tienen un vínculo con Tláloc", el dios azteca de la lluvia, explica el INAH en un comunicado.
El túnel formaba parte de un sistema pluvial que permitía el desfogue de agua a través de ese dique que controlaba los lagos de Zumpango y Xaltocan en tiempos de lluvias e inundaciones.
Funcionó durante unos 20 años, hasta que la "tromba de San Mateo" de 1629 generó una nueva llegada masiva de agua a Ciudad de México que "dejó a la ciudad inundada durante cinco años", indica el INAH.
¿Por qué hay imágenes prehispánicas?
La construcción del dique en 1605 se dio ocho décadas después de la conquista de Ciudad de México, lo cual ha generado preguntas como por qué hay elementos artísticos prehispánicos en una construcción novohispana.
Se sabe que 3.000 indígenas participaron en la construcción del dique de 4 km de longitud, pero hay evidencias de técnicas de construcción europeas, como los arcos de los túneles de desfogue.
"(La edificación) no posee métodos prehispánicos, sino arcos de medio punto y dovelas de andesita, argamasas de cal y arena, y un piso en la parte superior, con líneas maestras de piedra y sillares. Todo es influencia romana y española", señala el arqueólogo Raúl García.
El experto explica que no era inusual que se reutilizaran materiales de construcción de edificaciones indígenas en las novohispanas, pero considera "inédito" que haya piedras con imágenes labradas en los arcos.
Una posible explicación es "que los glifos y los estucados de las arquerías provengan de los pueblos prehispánicos de Ecatepec y Chiconautla, cuyos habitantes, se sabe, participaron codo a codo con indígenas de la región para erigir el dique en ocho meses".
Mientras los investigadores realizan más estudios, el histórico Albarradón de Ecatepec está siendo remozado para integrarse a un nuevo parque que permita a habitantes y visitantes apreciar la estructura.
"Siempre ha sido esencial que este tipo de elementos queden en las mejores condiciones y lo mejor resguardado posible", dice el arqueólogo del INAH Juan Manuel Toxtle, que ha estado involucrado en los trabajos.
"Yo creo que es importante que los mexicanos se den cuenta que esto es patrimonio de todos y que tenemos que cuidarlo".