Por Francisca Casanova, desde Tel Aviv

Es viernes por la mañana en el centro de Tel Aviv y se ve una imagen poco común. En la céntrica Plaza Rabin -a metros del lugar donde el primer ministro Isaac Rabin fue asesinado por el extremista hebreo Yigal Amir en 1995- cientos de palestinos bajan de buses tras haber recorrido los 62 kilómetros desde Cisjordania.

Aterrizan en pleno centro en masa y con seguridad. Los más jóvenes llevan la bandera de colores negro, rojo, blanco y verde, las mujeres musulmanas visten el hiyab y otro grupo con carteles en inglés exigen la liberación de Palestina.

Sin embargo, no sólo se trata de un grupo de turistas. Más bien, es el resultado de una iniciativa de una ONG israelí llamada “Minds of Peace” que busca juntar a ciudadanos israelíes y palestinos en un solo lugar para abordar un conflicto que lleva décadas sin solución.

Para la ocasión se instalaron 40 mesas, todas rodeadas por 10 sillas en donde se busca juntar a igual cantidad de palestinos como israelíes, además de un moderador de cada lado. La actividad busca que el grupo logre formar un acuerdo que sea redactado entre todos, para luego hacerlo llegar a las distintas embajadas del mundo para demostrar que sí hay voluntad de un acuerdo desde la ciudadanía.

“Como un israelí que vive en el centro no puedo conocer a un palestino nunca. Lo hice algunas veces cuando salí del centro, pero básicamente esta es la primera vez que conozco a tantos”
Geffen, ciudadano israelí

En la previa al evento, la organización “Minds of Peace” se dedica a inscribir a más de 1.000 palestinos en la ciudad de Ramala, en Cisjordania. Para eso, todos los interesados tuvieron que solicitar al Ejercito de Israel un permiso especial para salir de Cisjordania y entrar en el territorio israelí.

De hecho, para muchos de ellos se trata de la primera vez en Tel Aviv, pese a vivir a sólo unos kilómetros. Por eso, apenas pisan el suelo israelí, hay varios que se alejan de la plaza y se van a recorrer una ciudad que hasta ahora sólo habían visto en fotos.  Pero la gran mayoría se queda y busca un lugar en algunas de la mesas.

"Vine a este evento, pero al llegar me sorprendí con lo que vi. Me dijeron que esto sería diferente. Cuando llegué me di cuenta de que no es lo que esperaba. Me dijeron que era un viaje de turismo, pero cuando llegué me di cuenta que era sobre la paz, o algo así”, cuenta a toda voz Alí, un palestino de 25 años de la ciudad de Naplusa en Cisjordania.

Alí es periodista y tiene un blog en árabe. Sin embargo, como muchos otros, jamás había visitado Tel Aviv. “Tuve que traer todos estos documentos para entrar”, señala mostrando una serie de cuatro documentos, entre los que se encuentra un permiso del Ejército israelí que especifica exactamente desde qué día hasta qué día Alí puede pisar el territorio de Israel. Además de eso trae su pasaporte, su cédula de identidad y un papel que certifica que no ha estado involucrado en hechos conflictivos.

Pero ese es sólo una de las trabas que impide la discusión básica entre palestinos e israelíes. Allí en la plaza, fuera de las mesas de discusión, muchos palestinos e israelíes se encuentra sólo para darse cuenta de que es imposible comunicarse al no tener un idioma en común.

“El idioma es uno de los principales problemas. Cómo vamos a ponernos de acuerdo en algo tan complejo si ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en algo tan básico como un idioma en común”, comenta Geffen, un israelí voluntario que forma parte de la coordinación del evento.

Pese a todo, admite que una vez que terminen las conversaciones no se va a lograr mucho. “Pero creo que todas las personas que están sentada en una de las mesas y están teniendo una conversación con el otro lado, y escuchando al otro lado, va a tener una verdadera experiencia en una conversación que es mucho más humana de lo que escuchamos en las noticias y de nuestros políticos”, precisa.

“Como un israelí que vive en el centro no puedo conocer a un palestino nunca. Lo hice algunas veces cuando salí del centro, pero básicamente esta es la primera vez que conozco a tantos”, agrega con una sonrisa en el rostro.

Abib es palestino, es de Cisjordania y habla perfecto inglés. Por eso pudo ayudar a los palestinos e israelíes a entenderse entre ellos. Pero al ser consultado sobre una posible solución al conflicto se ríe entre dientes.

“Alguien preguntó esto en una mesa. Creo que la solución es vivir juntos. No podemos hacer que los israelíes se vayan, es muy difícil, muy difícil. Pero podemos vivir juntos. Al menos solo que nos entreguen nuestra casa para vivir juntos”, señala. 

“Yo sólo quiero volver a casa. Eso es”, finaliza.

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