En un cuarto soleado de un centro para la tercera edad de la localidad sudafricana de Hartbeesfontein, Douw Chamberlain acaba de recibir la primera dosis de Pfizer. Una preocupación menos para este hombre de 62 años que cuida de sus padres, vacunados contra el coronavirus el mismo día que él.
Se sienten aliviados, pero no están fuera de peligro. Sudáfrica ha empezado a vacunar esta semana a las personas mayores de 60 años pese a haberse visto muy afectado por la pandemia, con más de 1,6 millones de infecciones y 55.340 muertes.
Por el momento solo ha vacunado al 1% de la población durante una primera fase dirigida al personal sanitario, y que se suspendió varias veces.
Ahora que aparecen las primeras señales de una tercera ola inminente, el país prevé vacunar a 16,6 millones de personas en los próximos seis meses, incluidos cinco millones mayores de 60 años antes de finales de junio.
En Hartbeesfontein, una pequeña ciudad a 200 km al suroeste de Johannesburgo, Cristo y sus discípulos -reproducción de La última cena de Leonardo da Vinci en forma de tapiz colgado en la pared- velan por las enfermeras que preparan las inyecciones.
Entre maizales y minas, el establecimiento se ha transformado en un pequeño vacunódromo de un día. Las autoridades sanitarias prefieren desplazarse en vez de que viajen las personas prioritarias para vacunarse para así reducir el riesgo de contagio.
El gobierno va a la zaga en la carrera mundial de la compra de vacunas. Dice haber comprado dosis suficientes para al menos 45 de los 59 millones de sudafricanos. Es decir lo suficiente para lograr la inmunidad colectiva.
Entre la última semana de abril y la primera de mayo, los contagios aumentaron un 46%, aunque su número sigue siendo bajo, con alrededor de 2.000 nuevos casos por día. La mortalidad también ha subido más del 18%, según el ministerio de Salud.