Entre Michael Flynn, Jeff Sessions y Jared Kushner tienen en común algo más que Donald Trump. También los reúne la oronda figura de Sergey Kislyak, el embajador ruso con quien los tres se han reunido en algún momento del último año.
El último en ingresar a la lista es Kushner, el yerno y asesor del Presidente de Estados Unidos. La cita ocurrió en la Torre Trump, en Nueva York, en diciembre -después de la elección- y duró 20 minutos. En ella también se encontraba Flynn y, oficialmente, tuvo como objetivo “establecer líneas de comunicación”.
Hasta ahora, quien aparece vinculado al diplomático de prominente papada no resulta ileso. Sobre todo, si su primera reacción al respecto es negarlo.
Michael Flynn debió renunciar a su cargo de consejero de Seguridad Nacional una vez que se hicieron públicas sus reuniones con Kislyak, mientras que el fiscal general Sessiones tuvo que inhabilitarse de las investigaciones relacionadas a la campaña de Trump, tras conocerse sus dos encuentros con el emisario ruso.
De 66 años y ya casi con una década de misión en Washington, el embajador es un hombre criado bajo las formas de la Unión Soviética en plena Guerra Fría.
Posee amplios conocimientos de la política estadounidense, debido a que su presencia en el país puede rastrearse hasta en los 80, cuando cumplió labores en la sede diplomática y también en la ONU. De ahí que tenga un fluido inglés.
Amigo de la buena comida y de dar grandes festines, pero enemigo de las luces, prefiere moverse detrás de las cámaras. De hecho, se le cuentan muy pocas apariciones en los medios.
A este ingeniero de sonrisa fácil, aunque inflexible y cínico, se le ha acusado de ser un reclutador de espías y también se ha dicho que él mismo es uno. Moscú lo ha negado sistemáticamente.
Su principal objetivo hoy es intentar recuperar el nivel de relaciones entre Estados Unidos y Rusia que existía con la administración de Barack Obama hasta la invasión a Ucrania en 2014, donde comenzaron un fuerte declive cuyo clímax fue el escándalo del hackeo a los correos electrónicos de la candidata demócrata Hillary Clinton, y del Comité Nacional Demócrata, por lo cual el ex mandatario expulsó a 35 agentes de inteligencia rusos.
A partir del ciberataque, el Departamento de Justicia, el FBI y el Congreso investigan si Rusia tuvo injerencia sobre las elecciones en Estados Unidos divulgando falsas noticias y si el entorno de Trump tiene alguna vinculación con ello.
Las reuniones negadas y luego admitidas de Kislyak con Flynn y Sessions no ayudan a despejar dudas que quedan al respecto, más bien, todo lo contrario.
Un reportaje del New York Times asegura que el embajador ha reconocido que le queda poco tiempo en el cargo: su futuro estaría en la ONU.
El texto también señala que cada vez percibe con más fuerza las suspicacias que despierta en Washington, que los que antes se le acercaban ahora prefieren mantenerse alejados, casi como si nadie quisiera verse perjudicado por la radiactividad que lo irradia en estos días.