Los alemanes no terminan de ahuyentar el fantasma del pasado que aún está presente en la memoria y en el presente de muchos. El histórico dique de contención a la ultraderecha, instalado a partir de una experiencia dramática, cedió ante la presión del descontento de quienes buscan un cambio radical en Alemania y dar un voto “de castigo” a las elites gobernantes.
En efecto, tras las elecciones generales del 24 de septiembre, la Alternativa por Alemania (AfD), se convirtió en el primer partido de extrema derecha que entra en el Bundestag (la Cámara Baja), desde 1945.
Además, pasó a ser la tercera fuerza política de un país en que más de dos millones de electores castigaron la gestión de Angela Merkel, y se estima que gran parte de estos votos los recogió la plataforma ultraderechista AfD.
Así, la Alternativa para Alemania se presenta como el “gran ganador” de los comicios del domingo. No solo superó el umbral legal del 5% necesario para llegar al Parlamento, sino que obtuvo más de un 13% del electorado y, a lo menos, 94 escaños (diputados) en el hemiciclo.
“Recuperaremos nuestro país y nuestro pueblo. Cambiaremos este país”, dijo el co-líder del grupo y candidato a canciller, Alexander Gauland, al conocer los resultados.
Una voz que alertó y revivió todos los miedos de Alemania. Muchos líderes políticos temían el avance de la AfD. Llegarán al parlamento “verdaderos nazis”, advirtió el ministro alemán de Exteriores, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, luego que el mismo Gauland dijera en un mitin político que había que sentirse “orgullosos” de los soldados nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Con un discurso duro e intolerante, centrado en la lucha contra la inmigración, la AfD consiguió el respaldo de los desencantados de la creciente desigualdad de la Alemania de las “dos velocidades".
“¿Cómo es posible que se vaya a repartir más dinero a los refugiados cuando nosotros estamos peor?”, es la protesta de los descontentos alemanes del AfD, explica a T13 Semanal Miguel Otero Iglesias, investigador principal del Real Instituto Elcano de España.
Quién es el votante de la AfD
La base de apoyo de la AfD está principalmente en el Este de Alemania, que sufre elevadas tasas de desempleo y menores oportunidades. Para quienes –dice el investigador– “la inmigración es un concepto nuevo”. “La gente que tiene menos experiencia en el día a día con inmigrantes es la que más vota a ese partido de extrema derecha. Es más bien por el miedo a lo que pueda pasar en el futuro”, agrega Otero Iglesias.
Günther Maihold, subdirector del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y Seguridad (SWP), especifica que el votante de la AfD es, en su mayoría, un hombre sobre 30 años, de Alemania Oriental y del Sur del país, con una situación económica precaria y un “historial personal de sentirse marginados”.
Asimismo, de acuerdo con Maihold, “se caracterizan por su tradicional orientación conservadora y su experiencia (a veces traumática en lo personal) de la unificación alemana con pérdida de empleo, masiva emigración de jóvenes y la pérdida de condiciones de vida ante la creciente ausencia de servicios básicos y de infraestructura social”.
A su juicio, esto explicaría que el discurso de la AfD, “más dinero para los alemanes en vez de subsidios para migrantes”, haya calado “profundo” en este electorado que efectuó “un voto de castigo por sentirse marginado por la política de gobierno”.
Así, Merkel queda en el centro del debate. “Ha dejado totalmente abierto el flanco de la derecha” al ser considerada demasiado centrista y cosmopolita", opina Otero Iglesias.
Maihold agrega que “la AfD logró canalizar el cansancio con la manera tradicional de llevar la política al estilo Merkel. Lo hizo sin mucha perspectiva hacia adelante y centrado en lo que está en el escritorio, como los anhelos nacionalistas, de defensa de la patria y el miedo por una sobrecarga de migrantes y refugiados que estarán cambiando la convivencia tradicional de los alemanes”.
La hoja de ruta para ganar poder
La AfD nació en 2013 como un partido euroescéptico. Fue impulsado por profesores universitarios que rechazaban las transferencias dentro de la unión monetaria y que Alemania acudiera al rescate del sur de Europa o salvara a Grecia.
Tras varios debates, el centro del discurso viró hacia una actitud antiimigración y anti Islam. “El Islam es una amenaza real para la paz”. “Exigimos la expatriación de los inmigrantes delincuentes”, insisten sus líderes.
En su eje programático, este grupo reclama el control de las fronteras y “un crecimiento negativo” en el flujo migratorio. Además de la prohibición del velo en espacios públicos, la eliminación de las cátedras de Teología Islámica en universidades alemanas y de las clases de religión musulmana en las escuelas del Estado.
“Es preocupante el ascenso de la ultraderecha en Alemania... es un partido que esté diciendo cosas que durante muchos años eran tabú en ese país y que ha conseguido el 13% del electorado”, plantea Otero Iglesias.
Sin embargo, las encuestas señalan que mucha gente voto a la Alternativa para Alemania como un “acto de castigo” y no porque comulgue con su programa.
Así, AfD se ha convertido en el “partido protesta” de una parte de la población alemana que “está descontenta de como va el país, descontenta con la política de Merkel de abrirle las puerta a los refugiados en el 2015".
En cualquier caso, lo seguro es que la llegada de este partido al hemiciclo amplíe o fortalezca el debate antiimigración e islamofóbico erradicado de allí desde hace más de tres generaciones.
Con la llegada de la AfD a las instituciones de poder, habrá “más ruido” en el Bundestag, el partido recibirá dinero y tendrá más presencia en la opinión pública y a nivel de discusión, agrega Otero Iglesias.
Además, este partido “puede tratar de alterar y cambiar el estilo de debate parlamentario en una forma negativa para la democracia”, agrega Detlef Nolte, politólogo alemán y presidente del Instituto GIGA.
Los líderes de una UE, golpeada por el Brexit, la crisis de los refugiados, institucional y financiera, también están inquietos. Como fuerza parlamentaria, AfD podrá reclamar la devolución de competencias a los Estados miembros, un referéndum sobre el euro y revisar la unión bancaria.
Los electores del Afd se caracterizan por su tradicional orientación conservadora y su experiencia (a veces traumática en lo personal) de la unificación alemana con pérdida de empleo
Se trata de una tendencia cada vez más generalizada que contrapone dos pulsos: a una sociedad abierta, globalizada, cosmopolita frente al aislacionismo, las barreras y el proteccionismo. “Ellos representan esta segunda opción”, explica Otero.
En la misma línea, está el anhelo creciente por el autoritarismo, por el hombre y el estado fuerte. “Hay mucha gente, que piensa que se están diluyendo los valores tradicionales, conservadores, por la mercantilización”, puntualiza.
Los primeros quiebres internos
En marzo, El diario el País tituló: “Lágrimas, amenazas y guerras internas desgarran a los ultras alemanes” dando cuenta de las distancias al interior del partido. A pocas horas del éxito electoral, la derecha extrema sufre su primera fractura decisiva. Frauke Petry, copresidenta y líder de la formación, anunció que asumirá el Parlamento alemán como independiente, por las diferencias de la actual dirección.
Luego abandonó el partido su marido, Marcus Pretzell, entre otros responsables del AfD, argumentando el giro extremo de AfD hacia la derecha.
El representante del ala más dura de la AfD es Alexander Gauland, quien ha calificado la existencia del monumento del Holocausto de Berlín como “una vergüenza”. La otra líder, la economista Alice Weidel, de 38 años -quien ha dicho públicamente que es homosexual y que los musulmanes no la miran bien por ello-, se muestra moderada en estos tintes.
Sin embargo, ambos coinciden en impulsar una visión tradicional, conservadora, antiislam y fuertemente nacionalista. “Alemania se ha convertido en refugio seguro para criminales y terroristas de todo el mundo”, ha dicho Weidel.
Sobre este punto, Maihold rechaza que “haya un nazismo fiel en el votante”, sino “mucho resentimiento que se expresa en actitudes xenofóbicas con el lema ‘recuperar al propio país y a la patria’, y que son "acompañados con discursos antisemitas y de negación del holocausto por ciertos líderes políticos de la AfD”, puntualiza.
De esta manera, tras la frágil victoria de Angela Merkel que la obliga a pactar con otros partidos, a la canciller alemana la realidad le demanda no solo esforzarse en formar una coalición, sino gobernar a un país que está polarizado y a la sombra de la ultraderecha alemana que llegó al Parlamento con la intención de quedarse.