Las esperanzas de encontrar supervivientes se apagan en la ciudad libia de Derna seis días después de las inundaciones que provocaron miles de muertos, mientras grupos humanitarios advierten del peligro de enfermedades y de los problemas para suministrar ayuda.
La tromba de agua caída el fin de semana pasado en la ciudad portuaria reventó dos represas y provocó una riada fulgurante que arrasó con todo a su paso: edificios, vehículos y personas.
La crecida, comparable a un tsunami de varios metros, dejó un paisaje de desolación, con gran parte de la ciudad arrasada como si se hubiera producido un fuerte sismo, dijo un fotógrafo de la AFP.
Edificios enteros fueron arrastrados por el agua. Otros están medio destruidos, con vehículos encastrados en sus paredes.
Antes de la catástrofe, la ciudad contaba con 100.000 habitantes. "Al menos 10.000" están desaparecidos, según la ONU, aunque el balance exacto de víctimas todavía se desconoce.
Responsables de la autoridad que controla la zona oriental de Libia, que no es el gobierno reconocido por la ONU, hablan de cifras contradictorias. El ministerio del Interior de este sector informó de al menos 3.800 fallecidos.
En el terreno, la situación es "caótica", lo que obstaculiza el recuento y la identificación de las víctimas, explicó Manoelle Carton, coordinadora médica de un equipo de Médicos Sin Fronteras.
"Numerosos voluntarios de toda Libia y del extranjero están en el lugar. La coordinación de la ayuda es urgente", insistió esta cooperante, preocupada por la proliferación de "enfermedades vinculadas al agua".
En el mismo sentido se expresó la ONG Islamic Relief, que advirtió de una "segunda crisis humanitaria" por el "creciente riesgo de enfermedades transmitidas por el agua y de escasez de comida, refugio y medicinas".
"En condiciones como estas, las enfermedades pueden extenderse rápidamente porque los sistemas de agua están contaminados", alertó su director adjunto Salah Aboulgasem.
"La ciudad huele a muerto. Casi todo el mundo ha perdido a algún conocido", dijo.
Libia: Un país dividido
Los socorristas de la Media Luna Roja de Libia todavía "continúan buscando a posibles supervivientes y sacando cadáveres de debajo de los escombros en los barrios más afectados", explicó su portavoz Taufik Chokri.
Otros equipos intentan entregar la ayuda a las familias de la parte este de la ciudad, la más castigada, pero también inaccesible por carretera, precisó.
Las tareas de búsqueda y rescate se ven obstaculizadas por el caos político que prevalece en este país norafricano desde la muerte del dictador Muamar Gadafi en 2011.
Actualmente existen dos gobiernos enfrentados: uno en Trípoli, reconocido por la ONU y dirigido por el primer ministro Abdelhamid Dbeibah, y otro en el este, controlado por el influyente mariscal Jalifa Haftar.
Stéphanie Williams, diplomática estadounidense y exrepresentante de la ONU en Libia, pidió una intervención internacional urgente y propuso crear "un mecanismo conjunto nacional/internacional para supervisar los fondos" de ayuda.
En un mensaje en X (antes Twitter), Williams arremetió contra los dirigentes libios por "usar el pretexto de la soberanía" para dirigir las operaciones de ayuda "según sus intereses".
El portavoz del mariscal Haftar, Ahmad al Mesmari, reconoció "necesidades enormes para la reconstrucción" durante una rueda de prensa el viernes en Bengasi, la gran ciudad del este de Libia y cuna del levantamiento contra Gadafi.
En el campo rival, el primer ministro Dbeibah estimó esta semana que la ausencia de planes de desarrollo adecuados en el este y "la usura" contribuyeron a la catástrofe.
"Es una de las consecuencias de las querellas, las guerras y el despilfarro de fondos", afirmó.
La ONU lanzó un pedido urgente para recaudar 71 millones de dólares y su responsable de asuntos humanitarios, Martin Griffiths, pidió la coordinación de ambos gobiernos rivales para mitigar la catástrofe.