Luego de derrocamiento de Zine al-Abidine Ben Ali durante la primavera árabe de 2011, Túnez pasó de ser un bastión del secularismo a tener cada vez más militantes islámicos.
Y el ataque perpetrado este viernes en un hotel de la ciudad de Susa, en el que han muerto al menos 28 personas -la mayoría de ellas turistas- ha sido el evento más letal desde la revolución.
Ha ocurrido apenas tres meses después de que 22 personas murieran en un ataque al Museo del Bardo, en la capital de Túnez.
Desde un primer momento, todos indicios apuntaron a que ese atentado fue obra de grupos musulmanes salafíes de línea dura vinculados con al-Qaeda o el autodenominado Estado Islámico (EI), organización que está combatiendo en Irak y Siria y tiene presencia en un país vecino, Libia.
El vínculo no produce sorpresa. De hecho, según las autoridades tunecinas, más de 3.000 de sus ciudadanos han salido del país para sumarse a la "guerra santa" o yihad del EI en países como Irak y Siria.
Y según varios investigadores esto convierte a Túnez en el país que más combatientes extranjeros le ha aportado a la organización.
Se cree además que algunos de esos militantes ya regresaron a Túnez, aumentando así las amenazas contra la seguridad interna.
Ataques como el de este viernes constituyen un duro golpe en contra el gobierno tunecino, que se comprometió a ser más duro con los militantes luego de derrotar al partido islamista moderado Ennahda en los comicios del año pasado.
Tras haber ganado las primeras elecciones después de la revolución, a Ennahda se le acusó de ser demasiado permisivo con los grupos yihadistas.
Y esta percepción se acentuó luego del asesinato de dos destacados políticos seculares –Chokri Bealid y Mohamed Brahmi– en 2013.
También al-Qaeda
Túnez también ha combatido a al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM) en su frontera con Argelia.
El grupo ha estado detrás de varios ataques en contra de las fuerzas de seguridad tunecinas en la montañosa región y al menos 14 soldados murieron luego de una incursión en dos puestos de control en julio de 2014, el mayor número de bajas para el ejército desde la independencia de Francia en 1956.
El ataque se produjo a pesar de la ofensiva militar por tierra y aire conducida desde 2012 para intentar eliminar la amenaza militante.
Pero el revés no causó sorpresa, pues Túnez tiene uno de los ejércitos más pequeños de la región, con poca experiencia en contraterrorismo, aunque sus soldados han estado recibiendo entrenamiento y equipos de Europa y Estados Unidos.
La amenaza local
Dentro del país el principal grupo islamista es Ansar al-Sharia. Designado como grupo terrorista fue acusado de estar detrás de un ataque en contra de la embajada de EE.UU. en septiembre de 2012.
Pero la organización sufrió un duro golpe cuando uno de sus líderes, Ahmed al-Rouissi, conocido también como Abu Ayadh al-Tunisi, quien fue declarado muerto la semana pasada en la ciudad libia de Sirte, donde había estado colaborado con EI.
Las autoridades tunecinas inicialmente sospechaban que el ataque en el museo podía haber sido en venganza por su muerte.
Al-Tunisi, había sido perdonado y liberado de prisión después del derrocamiento del presidente Ben Ali como parte de los esfuerzos por promover la reconciliación, pero terminó convirtiéndose en una figura clave para el crecimiento del islamismo militante en Túnez y Libia, lo que valió el apodo de "Caja negra del terrorismo".
Y, en Túnez, Ansar al-Sharia ha cosechado apoyo gracias a su trabajo humanitario, especialmente en los barrios con mayores niveles de pobreza y desempleo.
La base de apoyo del movimiento es relativamente pequeña pero, tal como señalan algunos analistas, con sus lazos con EI, Ansar al-Sharia se presenta como la mayor amenaza que enfrenta Túnez, el único Estado árabe que ha logrado una transición política exitosa luego de los levantamientos populares de la primavera de 2011.