"No tengo que pedir perdón, yo no maté a nadie".

Así se expresa sin titubeos Boudewijn Kok, militar que formó parte del grupo de cascos azules holandeses encargados de proteger el enclave bosnio de Srebrenica, donde hace 20 años se produjo la peor masacre en territorio europeo después de la Segunda Guerra Mundial.

El 11 de julio de 1995, el ejército serbobosnio liderado por el general Ratko Mladic tomó el enclave, que era una de las 9 áreas seguras que Naciones Unidas estableció en la zona durante la guerra de Bosnia Herzegovina (1992-1995).

En los días posteriores ocurrió el horror. Y los cascos azules holandeses no fueron capaces de evitarlo.

En total, unos 8.000 hombres y jóvenes fueron ejecutados. 6.241 de las víctimas fueron identificadas y sus restos están enterrados en Potocari, a 6 kilómetros de Srebrenica.

"Necesitábamos más hombres, más armas, más fuerzas. El mandato no era correcto. Fue una misión suicida", añade Kok, que participa en uno de los múltiples documentales que se han preparado para conmemorar la fecha.

Y es que cada mes de julio, Srebrenica recobra presencia mediática -especialmente este año que se cumplen dos décadas de la masacre- pero para algunos, es una memoria constante independiente del calendario.

En el caso de todo un país, Holanda, Srebrenica es un triste recordatorio de cómo puede fracasar una misión de paz y de sus terribles consecuencias.

"Estados Unidos tiene Saigón, los franceses la batalla de Dien Bien Phu, los belgas su Congo y Holanda tendrá Srebrenica", le dice a BBC Mundo el escritor holandés Frank Westerman, que fue corresponsal del diario De Volkskrantdurante la guerra de los Balcanes y es autor de varios libros sobre Srebrenica.

Regreso a las montañas de Srebrenica

Westerman regresó a Srebrenica hace unas semanas.

"Fue bastante impactante", le cuenta el escritor a BBC Mundo.

"Había una familia de la cercana Tuzla rezando en el cementerio de Potocari y me preguntaron de dónde soy. 'Vengo de Holanda, soy holandés'. De alguna manera te revuelve. Justo allí está la que fuera la base del batallón holandés (Dutchbat). Si viera lo cerca que está, justo arriba en esa misma carretera.

"Las sepulturas de más de 6.000 personas mirando casi de forma acusadora hacia las instalaciones holandesas. Como si las sepulturas preguntaran '¿no podían habernos salvado a algunos de nosotros?'".

Holandeses en misión de protección

Los cascos azules del Dutchbat III, bajo mandato de Naciones Unidas y liderados por el teniente coronel Thom Karremans, tenían la misión de proteger a la población musulmana que vivía en el enclave de Srebrenica, en Bosnia occidental.

Allí habitaban unos 30.000 refugiados, en condiciones poco humanitarias.

Frank Westerman fue testigo directo de esta realidad y narra que antes de que Srebrenica fuera calificada 'área segura' por Naciones Unidas, era un gueto.

Los musulmanes eran perseguidos y durante los inviernos, morían de hambre, hasta el punto que la coalición internacional tuvo que lanzar ropa y medicinas desde el aire para ayudarlos. Organizaciones humanitarias denunciaron que había un proceso de limpieza étnica en marcha.

La situación desesperada se suavizó con la llegada del grupo holandés.

Aun así, la relación de los cascos azules con los musulmanes del enclave no era la mejor.

"Es bastante sorprendente lo que sucedió", evoca Westerman.

"Digamos que entre los soldados había cierta aversión hacia la gente que tenían que proteger. ¿Por qué? ¡No los defiendo, intento describir los hechos! Eran más de 30.000 personas desesperadas, malnutridas, enfermas.

"No tenían nada que hacer, ningún sitio donde ir, siempre había una muchedumbre a las afueras de la base holandesa pidiendo dulces, dinero. Esto generó una actitud en los enviados de paz de no querer dar lo mejor por la población del enclave. Aunque no es algo decisivo para explicar la caída de Srebrenica", subraya el escritor.

"Curiosamente", recuerda Westerman, "el general de más alto rango de las fuerzas terrestres holandesas fue a recibir a los soldados cuando salieron del enclave el 21 de julio de 1995 y me dijo –cito textualmente- que desde los rangos más bajos hasta los más altos, había una idea generalizada de que 'los serbios eran los buenos'".

¿Culpa, responsabilidad o indefensión?

Tras la caída del enclave en manos del ejército serbobosnio, hubo dos días de ejecuciones y desplazamientos. La sede del Dutchbat se llenó de miles de musulmanes desesperados por encontrar ayuda. Los soldados entraron en pánico. No fueron capaces de cumplir su misión.

La investigación oficial de 2002 a cargo del instituto holandés NIOD de estudios de la Guerra, el Holocausto y Genocidio concluyó que el batallón holandés no pudo haber evitado la caída del enclave, que los bombardeos solicitados no llegaron a tiempo y que algunas unidades pusieron una resistencia feroz.

El informe sin embargo, fue crítico sobre la actuación del teniente coronel Thom Karremans al no informar a sus superiores acerca de la tragedia humana que presenció el batallón y concluyó que el comando del ejército holandés había aplicado una política de silencio en un intento por limitar los daños.

El gabinete holandés dimitió cuando se conoció el informe. El entonces primer ministro, el socialdemócrata Wim Kok, declaró: "De ninguna manera asumimos la culpa de lo que pasó en Srebrenica pero sí nuestra responsabilidad".

Posteriormente, el estado holandés ha sido condenado en dos ocasiones por su responsabilidad civil en los hechos. En 2013 por la muerte de 3 hombres (un traductor y su hermano, y un electricista). y en julio de 2014 por la muerte de 239 hombres y chicos a los que negaron la asistencia en la base de Potocari.

Documentos recientes reflejan que los países aliados –EE.UU., Francia y Reino Unido- tenían conocimiento previo de que los serbobosnios iban a capturar los enclaves musulmanes ubicados en su territorio (Gorazde, Zopa y Srebrenica).

Pero no informaron a Holanda y tampoco aprobaron el lanzamiento de ataques aéreos contra las fuerzas del general Mladic.

¿Disminuye esto el peso de la responsabilidad holandesa? "No, no, no es eso", opina Frank Westerman.

Al operativo holandés no se le culpa de la caída de Srebrenica, eso fue una cuestión de Realpolitiek, considera el escritor. Los aliados tuvieron que sacrificar Srebrenica para lograr un acuerdo de paz posterior.

"La vergüenza y el reproche a los holandeses creo que empieza tras la caída del enclave, en el momento en que 25.000 refugiados buscan protección en los alrededores de la base", subraya Westerman.

La mayoría de los hombres entre 16 y 65 años decidieron huir por los bosques de la zona pero a mitad de camino fueron capturados y murieron a manos de los serbios.

Las mujeres, niños y ancianos se quedaron en el valle. Además, 239 hombres y jóvenes sí buscaron refugio en la base y los holandeses les dijeron que se tenían que ir. Fueron separados de las mujeres y niños y fueron deportados. Las mujeres y niños llegaron a su destino, los hombres desaparecieron.

Según Westerman, el otro punto que cabe reprocharles a los hombres del teniente coronel Karremans es que no dieran la voz de alarma ante lo que estaba sucediendo.

Durante los diez días entre el 11 y el 21 de julio, que es cuando se retiraron del enclave, no dijeron nada, no advirtieron a la comunidad internacional de que se estaba produciendo un crimen de guerra delante de ellos. Deberían haber mandado un mensaje de socorro.

Todo esto se traduce en una suerte de trauma nacional que hasta el día de hoy afecta a la sociedad holandesa. No es algo que se discuta diariamente. pero el calor de los debates de estos días y la cantidad de artículos de investigación y exhibiciones artísticas sobre el tema demuestra que está lejos de ser una cuestión superada y mucho menos olvidada.

Publicidad