Los titulares de un par de diarios de Ciudad de México al día siguiente de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, definen el ánimo en el país:
“A temblar”, publicaron en primera plana los periódicos Reforma y Excélsior.
Y es que después de la contienda hay un temor real por que el magnate cumpla las amenazas y promesas de campaña, sobre todo en la relación con México.
Pero además de la posibilidad de que eventualmente se deporte a 3 millones de personas, o cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como anunció el magnate, entre los mexicanos aparece un viejo elemento: muchos creen que los presidentes del Partido Republicano son, tradicionalmente, más severos con su país.
Una percepción que, según especialistas y varios episodios de la historia binacional, puede ser contradictoria.
Desde los primeros años del siglo pasado los gobiernos del Partido Demócrata han tomado decisiones que afectan a su vecino del sur.
En los dos períodos de Barack Obama, por ejemplo, unos 3 millones de personas fueron deportadas, la mayoría originarias de México.
Es la cifra más alta en la historia para ambos países.
Pero en cambio, durante una administración republicana se estableció la única regularización migratoria que ha habido en Estados Unidos.
El proceso, conocido como Ley de reforma y control de inmigración (IRCA, por sus siglas en inglés), lo firmó en 1986 el entonces mandatario Ronald Reagan.
Lecciones
El tema supera la percepción y llega incluso a la academia, como señala Silvia Núñez García, directora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Muchos colegas han hecho el análisis de que ha habido más coincidencias con gobiernos republicanos que con demócratas”, le dice a BBC Mundo.
Esto se nota “en temas de beneficio mutuo entre México y Estados Unidos”.
La diferencia ha sido más clara en algunos momentos, sobre todo en lo que se refiere la migración irregular.
Un caso ocurrió en los años 30 del siglo pasado, durante el período conocido como La Gran Depresión, cuando cerca de 1,5 millones de mexicanos fueron expulsados de Estados Unidos.
El proceso, conocido como Repatriación Mexicana, empezó en 1931 y se prolongó hasta 1944.
En esa época el presidente era Franklin Delano Roosevelt, del Partido Demócrata.
A muchos de los deportados se les detuvo durante redadas en lugares públicos, especialmente en California y Arizona.
De acuerdo con el investigador Francisco Balderrama, de la Universidad Estatal de California, miles no tuvieron la oportunidad de despedirse de sus familias, que quedaron separadas.
Un proceso muy similar a lo que ocurrió a partir de 2008, cuando Barack Obama asumió el poder y el Departamento de Seguridad Nacional empezó una estrategia de redadas en todo el país.
Las deportaciones masivas separaron a miles de familias, según organizaciones como Human Rights Watch.
Libre comercio
En la década de los 90 ocurrieron otros episodios contrastantes entre republicanos y demócratas hacia México.
Después de varios años de negociaciones, en 1992 se firmó el TLCAN, uno de los pilares de la economía de México, Canadá y Estados Unidos, con el apoyo del entonces presidente republicano George W. Bush.
En cambio su sucesor, el demócrata Bill Clinton, promovió una revisión del documento en los primeros días de su gobierno.
El resultado fueron los Acuerdos Paralelos que establecieron nuevas condiciones en medio ambiente y condiciones laborales de los trabajadores en los países firmantes.
También durante el gobierno de Clinton, a partir de 1993 se empezó a construir un muro en la frontera con México a través de las operaciones Guardián en California y Río Grande en Texas.
En contraste, un año después el ex senador republicano Jack Kemp –quien después fue candidato a la vicepresidencia- se opuso abiertamente a la Proposición 187 en California.
La enmienda prohíbe a los inmigrantes irregulares utilizar los servicios de salud y educación.
“Los inmigrantes son para Estados Unidos un beneficio económico neto”, escribió entonces Kemp en el diario The Wall Street Journal.
“Han hecho importantes contribuciones intelectuales a la nación”.
Iniciativa Mérida
En el tema de seguridad también hay diferencias. En 2008 el gobierno del expresidente George W. Bush impulsó la Iniciativa Mérida.
Se trata de un convenio diplomático con el cual Estados Unidos apoya con tecnología, entrenamiento y equipo artillado a su vecino para combatir a los carteles de la droga.
La cooperación se mantuvo en la administración Obama, aunque en 2010 la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, criticó la estrategia mexicana contra el narcotráfico.
Por los resultados hasta ese momento, dijo, México “se parece más a la Colombia de hace 20 años”.
Durante el gobierno de Obama también aumentó la privatización de sistemas carcelarios en Estados Unidos, subraya Jorge Bustamante, ex relator Especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes.
“El resultado fue un incremento en las violaciones a los derechos humanos de los mexicanos presos”, le dice a BBC Mundo.
Sin embargo, a pesar de esto los mexicanos mantienen su idea de que los presidentes demócratas son “amigos”.
Antes de las recientes elecciones en EE.UU., la empresa de opinión pública Gabinete de Comunicación Estratégica hizo una encuesta para saber por quién votarían los mexicanos, si pudieran hacerlo.
El 82% dijo que apoyaría a la demócrata Hillary Clinton.
“Hay que ponderar”
¿Pero realmente le va mejor a México con un presidente republicano en Estados Unidos?
“Depende a quién. ¿A los mexicanos o a la élite? Porque para ésta ha sido muy benéfica la relación con los republicanos, sobre todo con el TLCAN”, le dice a BBC Mundo Leticia Calderón Chelius, especialista en migración e investigadora del Instituto Mora.
Y es que resulta complicado definir la relación entre los dos países sólo a partir del partido en la Casa Blanca, añade.
Por ejemplo, la construcción del muro fronterizo en el gobierno de Clinton coincidió con un proceso de grupos conservadores estadounidenses para fortalecer a las agencias migratorias.
Y la regularización de 1986 no fue gratuita.
Los republicanos “han sido muy favorables al libre comercio, pero también a legalizar el tema de la migración pensando en beneficiar a sectores como el agrícola o de servicios”.
Es decir, los presidentes estadounidenses de cualquier partido toman sus decisiones de acuerdo con los intereses del momento en su país.
"Mal con los dos"
En esto coincide Jorge Bustamante. “Nos ha ido mal con los dos” partidos, asegura.
“Tendríamos que ponderar, ha habido factores negativos en administraciones demócratas y republicanas”.
Pero con Donald Trump hay pocas certezas, porque está obligado a cumplir sus compromisos de campaña relacionados con México, coinciden los especialistas.
Una tarea en la que tampoco está claro si tiene el respaldo del Partido Republicano.
En todo caso, dice Silvia Núñez, México podría aceptar el argumento del magnate contra la migración irregular.
Así, puede ser el momento de incluir en el TLCAN el flujo controlado de mano de obra mexicana a su país, propone.
"La migración debe ser ordenada, debemos buscar un nuevo rumbo de mutuo beneficio", explica.
A Trump México le debería proponer “que revisemos la movilidad laboral. A ver qué responde".