AFP

Francisco celebró este miércoles una misa al aire libre, delante de unas 150.000 personas, que acudieron desde todos los rincones de Birmania, emocionados por la primera visita de un pontífice, un viaje marcado por la sombra del éxodo de los rohinyás. 

"Soy testigo de que la Iglesia aquí está viva", dijo el pontífice dirigiéndose a la comunidad de católicos, que suman unas 700.000 personas -algo más del 1%- en un país de 51 millones de habitantes, en su mayoría budistas. 

Los católicos birmanos esperaban con ansias desde hacía meses la llegada del papa argentino y peregrinos provenientes de todos los rincones del país viajaron para la celebración en la capital económica de Birmania. 

Para asistir algunos tuvieron incluso que dormir en los cementerios de las iglesias. 

"Nunca soñé con poder verlo una vez en mi vida", dijo Meo, una mujer de 81 años de la minoría akha, que viajó desde el estado de Shan para ver al papa. 

Al igual que ella, muchos otros peregrinos acudieron a ver a Francisco desde las conflictivas regiones situadas en las fronteras del país, e incluso de Tailandia y de Vietnam. 

"Nunca había visto tantos católicos", contó Gregory Than Zaw, un hombre de 40 años perteneciente a la etnia karen, que viajó cinco horas en autobús para llegar a Rangún con otros 90 peregrinos de su aldea. 

El pontífice saludó a la multitud, mayoritariamente sentada tranquilamente en el suelo, desde su papamóvil descapotable antes de oficiar la ceremonia que marcó el tercer día de su visita.

La multitud celebró su llegada agitando banderas de Birmania, que se sumaban al colorido de la ropa de los asistentes, un crisol de las etnias del país.

"Vengo como peregrino para escuchar y aprender de vosotros, y para ofreceros algunas palabras de esperanza y consuelo", dijo humildemente el papa al iniciar su homilía.

El Papa hizo también un llamamiento al perdón, incluso si en Birmania, un país que tiene abiertos varios conflictos internos, "muchos llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles".

Durante la jornada, el papa se reunirá con líderes religiosos budistas en uno de los templos más venerados del país.

Hasta ahora el viaje había tenido un cariz más político. 

El martes Francisco pidió "respeto a todos los grupos étnicos y a su identidad", pero no citó a los rohinyás ni se refirió a las acusaciones de "limpieza étnica" contra esta minoría musulmana o a su masivo éxodo hacia el vecino Bangladés.

Francisco compartió estrado con la líder birmana y nobel de la Paz Aung San Suu Kyi en la capital administrativa del país, Naypyidaw, sin citar directamente la crisis de los rohinyás, que ha centrado en los últimos meses la atención mundial.

Desde finales de agosto, más de 620.000 musulmanes rohinyás se han refugiado en Bangladés, huyendo de la violencia perpetrada por soldados birmanos y milicias budistas.

La ONU estimó que se trata de "limpieza étnica".

'Respeto de los derechos humanos' 

En el segundo día de su visita, el pontífice había afirmado que el futuro de Birmania pasa por "la paz", basada esencialmente en el "respeto por cada grupo étnico y su identidad".

Francisco exhortó asimismo a un "compromiso por la justicia" y un "respeto de los derechos humanos" en un discurso pronunciado ante las autoridades civiles en la capital birmana.

Por su lado, Aung San Suu Kyi -muy criticada hasta ahora por su gestión de la crisis de los rohinyás- se comprometió ante el papa a proteger los derechos y promover la tolerancia "para todos".

La iglesia birmana defiende a Aung San Suu Kyi ante las múltiples críticas por su falta de empatía hacia esta minoría, que vive mayoritariamente en el oeste del país. 

Las palabras del papa eran esperadas con ansias, después de que antes de su viaje Francisco evocara varias veces el destino de los rohinyás, "torturados y asesinados debido a sus tradiciones y a su fe" en Birmania.

Pero la iglesia católica local le había pedido al pontífice que no contrariara a una población mayoritariamente budista al emplear la palabra "rohinyá" en un país que no acepta las críticas de la comunidad internacional.

El arzobispo de Rangún, Charles Bo, temiendo una reacción de los budistas extremistas, había recomendado a Francisco que evitara el término "rohinyás" y hablara más bien de "musulmanes del Estado de Rakáin".

Esta terminología oficial, neutra, es la que desea imponer Aung San Suu Kyi para evitar la guerra semántica entre la apelación "bangladesíes" (usada por la mayoría budista en Birmania) y "rohinyás" (utilizada por estos musulmanes para designarse).

Pese a las acusaciones de la ONU, el poderoso jefe del ejercito de Birmania, Min Aung Hlaing, afirmó al papa, durante una reunión de "cortesía" el lunes, que su país no ejerce "ninguna discriminación religiosa" y que el ejercito actúa por "la paz y la estabilidad del país".

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos han acusado a este general de ser el principal responsable de la campaña de represión contra los rohinyás

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