Sillas rojas, verdes y azules esperaban alineadas a las afueras de una empresa de colchones en Lima la llegada de un centenar de niños en marzo de este año.

Una vez sentados sobre ellas, los menores experimentaban con las que serían sus nuevas piernas: hacia adelante, hacia atrás, una vuelta entera.

Es una escena que se ha repetido en países como Vietnam, Israel, Etiopía, Sudáfrica o Chile y que resume el modelo de negocio de Wheelchairs for Hope, la compañía de sillas de rueda de bajo costo para niños creada por el argentino Pablo Kaplan y su pareja, Chava Rotshtein.

Más ligeras que las disponibles en el mercado, están hechas de plástico y se venden a sólo US$100.

Inspiración uruguaya

Kaplan tiene una larga experiencia en la producción de sillas de plástico, una ocupación que le ha hecho conocer varias partes del mundo.

Se encontraba en Suiza en la etapa final de un trabajo cuando, junto a Rothstein, decidió llevar a cabo una idea que hacía años le rondaba la cabeza: crear una silla de ruedas barata para comercializarla en países en vías de desarrollo.

"Al ver la gran capacidad de reducir costos en productos de consumo, me di cuenta de que podía usar este conocimiento y técnica en beneficio de los más necesitados", aseguró.

Su inspiración vino del Plan Ceibal, que convirtió a Uruguay en el primer país del mundo donde todos los niños que asistían a una escuela pública tenían una computadora portátil, cuyo costo también era de US$100.

La idea de dedicar el producto a los niños fue de Rothstein, que tras participar en un congreso en India decidió que la empresa debía intentar abordar otro problema: el analfabetismo.

Muchos niños con discapacidad no asisten al colegio ante las dificultades que tienen para moverse.

"Así, proveemos de movilidad a niños discapacitados y les permitimos el acceso a una educación primaria creando independencia".

Iniciativa comercial

Si bien Wheelchairs of Hope intenta tener un impacto social, no se trata de una ONG sino de una iniciativa comercial.

Lo que pasa es que la firma intenta vender su producto "al precio mínimo para cubrir costos, logística y desarrollo", como explicó Kaplan. Para conseguirlo, necesita de otras entidades.

Por un lado, identifica organizaciones que tienen la necesidad de sillas de ruedas, como instituciones de rehabilitación infantil.

Por otro, busca firmas dispuestas a realizar donaciones.

Así se asegura de que el pedido será "masivo", de 300 unidades como mínimo "para mantener muy bajos los costos de logísticas y transporte marítimo" desde China, donde se fabrican las sillas.

"Las sillas de ruedas para niños no son una novedad. Lo curioso es que todas las existentes son una mera reducción de medidas de una de adultos, sin tomar en cuenta la autoestima de los niños", comentó.

Por eso han elegido colores atractivos "que cambian la percepción de la silla de un producto de rehabilitación médica a uno infantil y agradable".

Kaplan tiene pendiente llevar su silla de ruedas a su país, donde ya ha hecho los primeros contactos. Brasil, Uruguay y Paraguay se encuentran en la misma etapa y ya hay dos proyectos en camino en Colombia y Panamá.

"Nos hemos puesto metas muy altas: distribuir más de medio millón de sillas en 7 ó 10 años. Es una tarea difícil, pero si la necesidad existe hay que entusiasmar a empresas o fundaciones para que den su apoyo", concluyó.

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